La protesta campesina que sacude India desde hace meses se tornó violenta cuando un grupo de granjeros que participaba en una gigantesca marcha en Nueva Delhi se desvió de la ruta establecida para hacer sentir su presencia en el centro de la capital.

Un campesino murió y unos 400 policías resultaron heridos luego de que algunos manifestantes rompieron las barricadas colocadas a lo largo de la ruta y arremetieron contra las autoridades para dirigirse al emblemático Fuerte Rojo de Delhi, uno de los monumentos históricos más importantes del país.

Poco después, las banderas de los sindicatos agrícolas que encabezan la protesta ondeaban en la ciudadela donde hace más de 70 años también se alzó por primera vez la bandera de una India independiente.

Todo en rechazo a los intentos del gobierno de Narendra Modi por reformar al sector agrícola, el detonante de la que muchos también consideran "la mayor protesta de la historia".

Efectivamente, se estima que unos 250 millones de sindicalistas indios -equivalente al 3,3% de la población mundial- participaron en una histórica jornada de huelga que tuvo lugar el pasado 26 de noviembre.

Y a pesar del paso del tiempo, los agricultores del segundo país más poblado del mundo -millones y millones de ellos- no han dejado de protestar.

Pero, ¿qué es lo que pretende exactamente el gobierno de India? ¿Qué hay detrás del reclamo de los campesinos? ¿Y qué consecuencias pueden tener los acontecimientos del martes pasado para una protesta que hasta entonces contaba con bastante apoyo popular?

Tres leyes

En el centro de la disputa están tres leyes sancionadas por Modi en septiembre de 2020 y que relajan las reglas que regulan la venta, el precio y el almacenamiento de productos agrícolas en el país.

Durante mucho tiempo, los agricultores indios han vendido sus cosechas en unos 7.000 mercados mayoristas regulados por el gobierno, conocidos como "mandis".

Estos mercados están dirigidos por comités compuestos por agricultores, a menudo grandes terratenientes, y comerciantes o "comisionistas" que actúan como intermediarios para negociar las ventas, organizar el almacenamiento y el transporte, e incluso financiar acuerdos.

El Estado también apoya a los granjeros con generosos subsidios, exención del impuesto sobre la renta y seguros para sus cosechas, garantizados además los precios de 23 cultivos y eximiéndolos de deudas cuando no pueden pagar sus préstamos.

Pero al gobierno le interesa reducir los incentivos asociados a cultivos que pueden tener un impacto ambiental negativo por su elevado consumo de agua y cuya sobreproducción también se ha traducido en menores ganancias para los agricultores, como el trigo, el arroz y la caña de azúcar.

Y, en su conjunto, las tres leyes vienen a eliminar varias de las reglas que han protegido a los campesinos indios de un libre mercado sin restricciones, algo que según las autoridades hará más eficiente al sector al tiempo que les permitirá aumentar sus ingresos.

Los agricultores, sin embargo, no están convencidos.

"Si dejas que las grandes empresas decidan los precios y compren cultivos, perderemos nuestras tierras, perderemos nuestros ingresos", asegura Gurnam Singh Charuni, uno de los principales líderes de la protesta.

"No confiamos en las grandes empresas. Los mercados libres funcionan en países con menos corrupción y más regulación. No puede funcionar para nosotros aquí", le dijo a la BBC en diciembre.

US$271 al año

Parte del problema es que, a pesar del apoyo estatal al sector, los agricultores indios no están en un lecho de rosas.

Antes bien, como explica el corresponsal de la BBC en India Soutik Biswas, los campesinos del país han estado en ebullición desde hace años.

Efectivamente, aunque más de la mitad de los indios trabajan en granjas, la agricultura representa apenas una sexta parte del PIB del país. Y, durante años, el tamaño de las parcelas se ha ido reduciendo, al igual que los ingresos de la agricultura.

"Los agricultores de la India son en su mayoría pequeños o marginales: el 68% de ellos posee menos de una hectárea de tierra y solo el 6% de ellos recibe realmente un sostenimiento de precios garantizado para sus cultivos", destaca Biswas.

"De hecho, en palabras de un economista, más de la mitad de los agricultores 'ni siquiera tienen lo suficiente para vender'", agrega el corresponsal de la BBC, quien también destaca que en lugares como el populoso y pobre estado de Bihar, donde ya se ha permitía el comercio sin restricciones de productos agrícolas, también faltan compradores privados.

Aún así, como explica Biswas, el 90% de los campesinos indios ya venden sus productos en el mercado abierto.

Pero ahí los precios pueden ser tremendamente erráticos y los intermediarios, que a menudo forman cárteles, se llevan gran parte de las ganancias, lo que explica por qué el ingreso anual promedio de una familia de agricultores en más de la mitad de los estados de la India en 2016 era de 20.000 rupias (US$271).

"La ira por la injusticia hacia los agricultores se estaba gestando. Ahora se canaliza a través de esta protesta contra las nuevas leyes", le dijo a la BBC el analista de políticas comerciales y alimentarias Devinder Sharma.

"¿Cómo va a tener la gente fe en el mercado si los ingresos son tan bajos incluso cuando la mayoría de las transacciones de cultivos ya son privadas?".

"Estancamiento vergonzoso"

Efectivamente, desde la Independencia en 1947, los agricultores indios se han movilizado en numerosas ocasiones para protestar contra la caída de los precios de las cosechas, el endeudamiento y las dificultades del sector agrícola.

"Pero nunca se habían visto los asombrosos niveles de cohesión y movilización, que involucran a unos 40 sindicatos de agricultores, más de medio millón de manifestantes y grandes sectores de la sociedad civil, de las actuales protestas", destaca Biswas.

El movimiento se originó en Punjab, el corazón agrícola relativamente próspero de India y uno de los estados que más se ha beneficiado de las políticas agrícolas del país, junto a su vecino, Haryana.

Las primeras movilizaciones campesinas se dieron ahí en agosto del año pasado, nada más anunciarse el proyecto de reforma, pero el movimiento adquirió carácter nacional a finales de septiembre cuando las tres leyes fueron aprobadas.

Y a finales de noviembre decenas de miles de campesinos emprendieron la marcha hacia Nueva Delhi, acampando fuera de la capital en condiciones precarias durante meses en una protesta que ya ha dejado unos 60 muertos.

Los últimos acontecimientos, sin embargo, vienen a complicar todavía más unas negociaciones que ya suman 11 infructuosas rondas de conversaciones con el gobierno.

Como señala Biswas, "un peligro es que después de la violencia ambas partes se atrincheren todavía más en sus posiciones".

"Después de varias rondas de conversaciones y una oferta para suspender la reforma durante 18 meses, el gobierno podría negarse a dar nuevos pasos. Pero al mismo tiempo, es difícil ver a los agricultores, especialmente a los de Punjab y Haryana, terminando las protestas y regresando a casa en lo que sería visto como una derrota del movimiento", explica.

Para el corresponsal de la BBC, sin embargo, más negociaciones es el único camino posible hacia la solución y ambas partes tendrán que hacer concesiones.

"El actual estancamiento es vergonzoso tanto para los manifestantes como para el gobierno", concluye Biswas.


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