La incógnita por supuestos ataques contra el personal de la embajada de EE.UU. en La Habana recuerda un hecho similar ocurrido en Unión Soviética a inicios de 1950. Fue uno de los grandes misterios de la época y llevó a la CIA a emprender una de sus operaciones más raras y disparatadas.
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Poco más de dos años después de la apertura de las embajadas en La Habana y Washington, unos misteriosos sucesos han dado un viraje inesperado a las relaciones diplomáticas entre Cuba y Estados Unidos.
Unos supuestos "ataques" contra los diplomáticos de Washington fueron la causa.
El Departamento de Estado confirmó que más de 20 de sus empleados en La Habana sintieron desde el año pasado pérdida de audición, mareos y náuseas. Algunos reportaron, incluso, "daño cerebral".
Pero de las causas, en realidad, poco o nada se conoce.
Equipos especializados de ambos gobiernos investigan desde hace meses lo ocurrido, mientras expertos aseguran o niegan la posibilidad de dichos "ataques".
El mismo FBI, según medios de Estados Unidos, no logró imitar en laboratorio los efectos que han sufrido los diplomáticos.
La incógnita y la incertidumbre están servidas.
Pero no es la primera vez que ocurre algo así en una embajada de Estados Unidos.
De hecho, un suceso muy similar tuvo lugar en la antigua Unión Soviética y fue uno de los grandes misterios de la Guerra Fría.
Duró más de dos décadas y, hasta hoy, los sucesos en torno a la "Señal de Moscú", como se le conoció, generan, todavía, más preguntas que respuestas.
Unión Soviética, 1953.
Era el año oscuro de la muerte de Stalin.
En el mes de mayo, unos equipos recién instalados en la embajada de Estados Unidos detectaron la primera señal: era una frecuencia de microondas que oscilaba sobre los pisos superiores en horarios determinados, a veces hasta ocho horas por día.
Para finales del otoño, algunos trabajadores de la sede diplomática se sintieron inexplicablemente enfermos.
Uno a uno, comenzaron a manifestar síntomas similares, como si se tratara de una plaga silenciosa.
Al principio fueron mareos, palpitaciones, dolores de cabeza, la presión de la sangre demasiado alta o demasiado baja, descontrolada?
Nadie entendía qué pasaba.
El único factor en común era la embajada, la sintomatología de una enfermedad desconocida, sin causas ni razones.
Y la señal. Las ondas misteriosas que seguían llegando a la embajada día tras días.
En 1962, los que aún permanecían allí o, incluso, los que ya se habían ido, manifestaron síntomas más graves: repentinas cataratas, alteraciones en los análisis sanguíneos o en los cromosomas?
Estudio viral
Para 1965, la embajada se comenzó a llenar de médicos: especialistas de todo tipo, pruebas de sangre van, chequeos vienen, exámenes de última tecnología que interrumpieron por semanas los correteos cotidianos del edificio.
Era el inicio del "Estudio Viral de Moscú", una operación multimillonaria en la que los científicos, en apariencia, buscaban la posible exposición de los trabajadores a una cepa desconocida de un virus misterioso y potente.
"En realidad, era una mentira, una cortina de humo para algo mayor", explica a BBC Mundo Sharon Weinberger, editora jefe de Foreign Policy y autora de "Los imaginarios de la guerra: la historia no contada de DARPA, la agencia del Pentágono que cambió el mundo".
"Fue de hecho el inicio de una de las más insólitas investigaciones secretas del gobierno de Estados Unidos durante la Guerra Fría. Estudiaban un fenómeno del que hasta ese momento no tenían idea: los efectos de las radiaciones de microondas en los seres humanos", agrega.
Radiaciones de microondas
Luego de 13 años de síntomas inexplicables y de investigaciones fracasadas, la CIA tomó cartas en el asunto. En el inicio barajó numerosas hipótesis.
Tras la detección de varias señales durante ese tiempo, llegaron a una conclusión potencial: los soviéticos estaban "bombardeando" la embajada de Estados Unidos con microondas de muy bajo nivel.
Lo llamaron la "Señal de Moscú".
"Nunca se supo a ciencia cierta de dónde provenían, pero la CIA detectó que las radiaciones convertían los pisos superiores del edificio en una especie de horno de microondas", indica Weinberger.
"Las cargas estaban muy por debajo del umbral necesario para calentar las cosas, como lo hace un horno actual, sin embargo, también era 100 veces más potente que los estándares de exposición máxima permitidos", añade.
Las radiaciones, según un informe de la CIA filtrado por Wikileaks, estaban en el gama de frecuencias de 0.5-9.0 Gigahertz.