El sultán de Yogyakarta tiene una poderosa posición política y espiritual en la isla indonesia de Java. Pero su deseo de que su hija mayor sea su heredera causa polémica.

"De generación en generación, el sultán que reina sobre Yogyakarta parece adaptarse a los cambios", dice Wedono Bimo Guritno, uno de los cerca de 1.500 'abdi dalam', miembros de la corte real, mientras me recibe en el palacio.

"En el pasado no era difícil elegir un príncipe porque el sultán tenía más de una esposa", afirma mientras transitamos un laberinto de patios con árboles que rodean el Kraton Kilen, la residencia privada del sultán.

"Pero siempre fueron las mujeres las que tuvieron el verdadero poder en los hogares de Java", dice Bimo con una sonrisa.

Como se exige a cualquiera que ingrese al palacio, llevo vestimentas tradicionales: un sarong (un pareo) de batik ajustado, una blusa de seda negra conocida como kebaya, y el cabello recogido con un moño apretado, un sanggul.

Todo en este palacio, desde la ubicación de los árboles hasta los movimientos de los miembros de la corte real, tiene un significado.

En la cultura javanesa, las cosas no se dicen directamente, sino que se transmiten por simbolismo.

El sultán, de 72 años, cambió recientemente su propio título para que sea neutro desde el punto de vista del género y le dio a su hija mayor el nuevo nombre de Gusti Kanjeng Ratu Mangkubumi, que significa 'Quien sostiene la tierra'.

Eso fue visto como una señal más de que ella tomará el trono cuando llegue el momento.

La princesa se ríe cuando le digo que su título tiene mucha responsabilidad.

"Como en todas las familias, al ser la mayor tengo más responsabilidad que mis hermanas. Pero lo que depara el futuro, esa decisión está en las manos de mi padre", dice con una sonrisa.

Rara vez habla públicamente sobre la sucesión y tiene cuidado al elegir las palabras.

"He sido criada para no soñar con esas cosas, o tener deseos más allá de vivir ahora una vida feliz".

Pero agrega: "Hubo reinas en Aceh (provincia de Indonesia) y en otros reinos del Islam".

Su hermana menor, Gusti Kanjeng Ratu Hayu, es más audaz al hablar sobre el poder sin precedentes que las princesas recibieron.

Todas fueron enviadas al extranjero para estudiar en Europa, Estados Unidos y Australia y ahora ocupan varios puestos de liderazgo en el palacio que una vez fueron dominio de los hombres.

"Tengo mucha suerte de tener padres que nunca dijeron: 'Este no es un trabajo de mujeres", dice en un inglés fluido.

"A algunas personas no les sienta bien, pero cuando el sultán lo dice, tienes que aceptarlo", se ríe.

"Serán desalojados"

Los hermanos y hermanas del sultán están indignados.

La mayoría de ellos, como GBPH Prabukusumo, se niega a hablar con el sultán o a asistir a los eventos reales.

"Somos una familia real islámica y el título es para un hombre. ¿Cómo la llamaríamos, la sultana? Es imposible", se ríe.

Dice que este movimiento es una ruptura peligrosa de cientos de años de tradición y acusa a la familia de su hermano de tener hambre de poder y codicia.

También envía una fuerte advertencia sobre lo que sucederá.

"Hicimos un compromiso familiar de que no lucharemos ahora, pero cuando el sultán deje este mundo tenemos un acuerdo con el pueblo de que sacaremos del palacio a su esposa y a sus hijas".

"Serán desalojados ya que ya no son miembros de nuestra familia", asegura.

"Eso crearía bastante conmoción", le digo.

"Está bien, pero recuerda quién es el que está equivocado aquí", afirma.

¿Dos reinas?

Fuera de los muros del palacio, la mayoría de las personas son reacias a tomar partido y dicen que aceptarán la decisión de la familia real.

Pero entre los devotos hay preocupación sobre lo que pensará de esto la reina del mar del Sur, una divinidad local.

Aunque la familia ahora es musulmana, como la mayoría de los indonesios, los rituales que llevan a cabo desde el siglo XVI están llenos de misticismo, producto del hinduismo, el budismo y otras prácticas religiosas del pasado.

Y, según la tradición, el Sultán de Yogyakarta debe tomar a la diosa Kanjeng Ratu Loro Kidul -la reina del Mar del Sur- como su esposa mística.

"Hay un voto entre el sultán y la reina del Mar del Sur Loro Kidul, escrito en nuestro texto sagrado, según el cual gobernarán y mantendrán la paz juntos", explica el hermano del sultán GBPH Yudaningrat.

Cada año se ofrecen a la diosa del mar recortes de uñas y mechones del cabello del sultán. También hay ofrendas al ogro Sapu Jagat en el Monte Merapi, uno de los volcanes más activos de Indonesia.

Estos rituales y la unión espiritual están destinadas a garantizar la alineación sagrada entre el volcán, el palacio y el océano Índico. De este modo, según la creencia, se garantiza la seguridad del pueblo.

"¿Qué pasará si hay dos reinas? ¿Cómo pueden estar juntas? No estoy seguro de que eso pueda suceder", opina Agus Suwanto, un guía turístico fuera del palacio.

Esa es una buena pregunta, sonríe Wedono Bimo Guritno, el guía del palacio, cuando le pregunto.

"El papel del sultán es mantener en equilibrio a la diosa del mar del Sur y al dios del volcán. Estoy seguro de que el sultán tomará una decisión sabia para el pueblo de Yogyakarta".

Desafíos

El sultán de Yogyakarta, como gobernador de la ciudad y los alrededores, también tiene que tomar decisiones sobre asuntos más terrenales.

Cuando Indonesia obtuvo la independencia, Yakarta permitió que la familia real de Yogyakarta mantuviera su poder, en agradecimiento por su papel en la lucha contra los gobernantes coloniales holandeses.

Desde entonces, Yogyakarta es el único lugar en Indonesia donde los residentes no pueden elegir directamente a su líder.

Cuando Yakarta sugirió en 2010 que esto debería cambiar, hubo protestas en las calles de Yogyakarta y el gobierno central se retractó.

Pero el sultán Hamengkubuwono X es un líder moderno y polémico con ambiciones políticas y comerciales muy amplias.

Y algunos en Yogyakarta lo acusaron de convertir esta capital cultural en una ciudad de centros comerciales, avisos publicitarios y edificios de gran altura.

Islam místico

Estos son tiempos llenos de desafíos para la forma única y mística del Islam de Java que representa el sultán y su corte.

La veneración de objetos o ídolos e inclinaciones hacia el politeísmo entran en conflicto con la variedad wahabista del Islam que está creciendo en popularidad en Java.

"Dirijo las redes sociales del palacio y veo esta visión conservadora", dice la princesa Gusti Hayu.

"Tenemos razones para llevar a cabo los rituales de la manera en que lo hacemos. Puede que no sea exactamente lo mismo que en el Corán, pero no nos desviamos, no hacemos cosas de culto extrañas", se ríe.

"Este es un reino islámico y el Islam está en todo lo que hacemos a diario".

Dice que las familias reales del pasado se enorgullecían de ser exclusivas y estar envueltas en el misticismo, pero que la forma de sobrevivir es abrir el palacio.

"Así los jóvenes no pierden contacto con su lado javanés, porque si perdemos nuestra identidad cultural, no volverá".

A pesar del creciente número de jóvenes musulmanas javanesas que ahora eligen usar el pañuelo en la cabeza, en el palacio no se permiten los hiyabs.

"Muchas mujeres que usan el pañuelo se lo quitan cuando ingresan al Kraton, el recinto palaciego, para rituales y se lo vuelven a poner cuando salen", dice la reina Gusti Kanjeng Ratu Hemas.

"No se trata de religión, se trata de proteger nuestra cultura y tradición, y la sociedad entiende eso. El sultán está por encima de todas las religiones".

La familia del sultán acusa a la reina, que es senadora en el parlamento nacional, de liderar una revuelta contra la tradición.

Ella dice que crio a sus hijas para ser independientes y para creer que son iguales a los hombres.

"Cuando mis hijas tenían 15 años, les dije que tenían que abandonar el palacio, educarse en el mundo y traer de vuelta lo que habían aprendido".

"¿Preparándolas para el liderazgo?", le pregunto.

Esa decisión está en manos del sultán, dice firmemente.

"Pero, sí, el heredero tiene que ser de nuestro linaje".

"Siempre habrá conflictos y luchas de poder en tiempos de cambio", agrega.


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