Hubo un tiempo en el que los estudiantes abarrotaban los pasillos de la Escuela de Petróleo de la Universidad Pública del Zulia, el estado petrolero por excelencia de Venezuela. Ahora, sin embargo, se escuchan hasta los susurros.
La deserción de estudiantes de la especialidad es una señal más del declive de la principal industria de un país en crisis.
Cuatro estudiantes, todos en sus veintitantos años, juegan dominó sobre una mesa de madera en el segundo nivel de la Escuela de Petróleo de la Universidad Pública del Zulia, en Maracaibo, una de las más prestigiosas del país y la más notable del occidente de Venezuela.
Matan el tiempo este mediodía de vientos frescos hasta que toque la hora de su clase.
Solo en dos aulas y un laboratorio hay actividades. Los pasillos, de paredes rasgadas, cuadros de vieja data y pinturas desgastadas, están desiertos. Están desolados por el aumento silente de la deserción de estudiantes.
En la Escuela germina la dicotomía: conviven la esperanza de centenares de graduarse de ingenieros de Petróleo y la desconfianza en una industria petrolera nacional que fue referencia mundial hace apenas dos décadas.
"Culminar y migrar. Ese es el sueño", admite, encogido en hombros, Leandro Ocando, estudiante del décimo y último semestre de la carrera de Ingeniería de Petróleo, a sus 23 años.
La mayoría de sus compañeros abandonaron una carrera cuya matrícula paga el Estado venezolano en su plenitud. Buscaron un trabajo para encarar la crisis económica o se marcharon del país en busca de mejores oportunidades.
Víctor Rojas, estudiante del séptimo semestre y rival de Leandro en el juego de las fichas, afirma que solo 12 de los 44 alumnos que ingresaron a la Escuela hace tres años y medio en su cohorte continuaron con la licenciatura.
En su caso, se registró una alarmante cifra de deserción de 73% de la futura mano de obra del sector petrolero, alfa y omega de la economía venezolana.
Yorman Pinto, del octavo semestre y "cruz" de Leandro en el dominó, explica que son generalmente los cursantes de los primeros semestres quienes deciden abandonar.
"Del quinto semestre para abajo prácticamente no hay nadie. Antes no se podía caminar en estos pasillos y ahora es una desolación".
Catástrofe del barranco
Una unidad de bombeo mecánico Lufkin, modelo 5A de colores negro y naranja, se erige justo a la entrada de la Escuela entre una maleza atenuada. Se ve imponente, aunque estática. No está operativa.
El balancín petrolero es una mera decoración, donada en 2005 por Petróleos de Venezuela (PDVSA).
La reputación corriente de la empresa del Estado, que administra el 95% de los ingresos económicos del país y cuya capacidad de producción y de pago a proveedores está constantemente en tela de juicio, no goza de buena salud en este edificio de dos niveles y paredes de tonalidades blancas, celestes y grises, inaugurado en 1954.
Es el mayor de los dos núcleos de Petróleo que mantiene operativos la Universidad del Zulia. El otro está activo en la Costa Oriental del Lago de Maracaibo, una zona de cinco municipios ricos en petróleo. Pero este es la meca de ingenieros petroleros del occidente desde hace 64 años.
Jesús Quintero, secretario docente de la Escuela, precisa que la matrícula estudiantil actual es de 522 jóvenes. En años recientes, hasta 1.500 muchachos se enrolaban en una de las carreras de moda. Es un descenso de 66% en la motivación vocacional de otrora.
Richard Márquez Guillén, responsable de los estudios de postgrado de la Escuela y exdirector de ella durante 13 años, calcula que entre 20% y 25% de los aspirantes a ingenieros de Petróleo han abandonado su vocación solo durante el último semestre.
Considera que al menos la mitad de los estudiantes a quienes ha tutorado en los últimos años se encuentra fuera del país. Cree "catastrófica" la diáspora de jóvenes, llamados a ser la generación de relevo en la industria de los hidrocarburos.
"Nuestra mano de obra se va. Hay otra visión de lo que es PDVSA y toda la actividad petrolera depende de ella. Antes era un honor trabajar en ella, no era fácil ingresar, había meritocracia. Es triste, de verdad. Vamos hacia un barranco", comenta, sentado frente a un mesón en el que brinda asesoría a un joven del último semestre que piensa emigrar.
Márquez Guillén explica que ha habido "picos" históricos de interés de ingresos estudiantiles a la carrera, que han coincidido con el alza de los precios mundiales del petróleo: en los 70, los 80, finales de los 90 y principios del siglo XXI , cuando el barril de crudo llegó a costar US$145.
La industria petrolera venezolana atraviesa sus horas más oscuras: los niveles de producción diaria cayeron a 1,6 millones de barriles, cuando en el primer año de gestión de Hugo Chávez, en 1999, se producían 3,8 millones de barriles.
Eso fue antes de que el presidente fallecido despidiera en 2004 a la mayor parte de los 18.000 profesionales que formaban parte de PDVSA.
La Fiscalía General ha confirmado el arresto de al menos 60 gerentes de la estatal por corrupción en los últimos meses.
También hay múltiples registros de accidentes en las instalaciones petroleras y afines, y los sindicatos se quejan constantemente de que sus salarios son tan deplorables que no les alcanza ni para comprar un huevo de gallina al día.
Miles de trabajadores han dejado sus puestos por los bajos sueldos y por el riesgo de accidentes letales a causa de la falta de mantenimiento de los equipos de producción.
Y esa crisis mella las motivaciones y aspiraciones que deberían florecer en las 18 escuelas de petróleo del país.
El experimento
El aula P-04 es diócesis de un experimento. El profesor Gabriel Hernández, de la cátedra Facilidades de Superficie, nos permite ingresar al salón de clases para preguntarles a sus alumnos sobre sus perspectivas laborales una vez se graduaran.
En un aula de 15 x 15 metros, con aire acondicionado e iluminación escasa, la mitad de los pupitres está ocupada por 21 muchachos, que se apilan cerca del escritorio del docente. En tiempos pasados, hasta 60 estudiantes copaban cada materia por turno.
¿Piensan migrar?
"¿Qué vamos a hacer? Si aquí no se perfora, no se produce, no vamos a campo. Nada de eso hay. Solo estaríamos frente a una computadora anotando datos y cálculos", se encoleriza David Govea.
Diana Silva, otra alumna, es pragmática. Prefiere mantener los pies sobre la tierra -literalmente: sobre su tierra, Venezuela-. "En otros países exigen experiencia y uno es un novato. Acá al menos hay esa oportunidad de la experiencia que necesitamos. Yo me quedaría".
El profesor Hernández dice que la estampida de estudiantes ha sido "cuantiosa". Antes lideraba dos secciones repletas de estudiantes; hoy es guía de una con el 50 % de aquellos alumnos.
"Y solo viene la mitad de los inscritos por la crisis, la escasez de efectivo para pagar pasajes del transporte público. No tienen para comer, son obligados a trabajar o a migrar", se lamenta.
Eduardo Valbuena, de 24 años, tenía un sueño distinto al comenzar sus estudios de Petróleo. Quería ser profeta en su tierra.
"Yo me veía trabajando en PDVSA. Decían que era lo mejor que había", cuenta.
Laborar en la empresa del Estado aportaba prestigio y estabilidad financiera. Eduardo sabe de antemano que esos tiempos quedaron sepultados.
Cinco de sus amigos ya están en Chile. Otra compañera viajó a Francia.
"Yo estoy a la espera de mi pasaporte. Espero también mi título para aventurarme a Argentina", dice Valbuena.