Entre la inquietud global que genera la serie de incendios en la Amazonía, ha asomado una idea polémica: conferir un estatus internacional a esa región.
La posibilidad fue planteada el lunes por el presidente francés, Emmanuel Macron, quien sostuvo que "es una cuestión real que se impondría si un Estado soberano tomase medidas concretas que claramente se opusieran al interés del planeta".
Macron aclaró que el debate es ajeno a la propuesta de ayuda de US$22 millones de los países ricos a Brasil para combatir los incendios en la Amazonía.
Sostuvo que el estatus internacional "es un camino que permanecerá abierto en los próximos meses y años", ya que el reto del climático afecta a todos y nadie puede decir "éste es solo mi problema".
Esos dichos tocaron una fibra sensible del presidente brasileño, Jair Bolsonaro, quien este martes exigió a Macron que se retracte como condición para aceptar la ayuda exterior.
"El señor Macron debe retirar los insultos que me ha hecho. Primero me llamó mentiroso. Y luego, por información que tuve, (dijo) que nuestra soberanía está abierta en la Amazonía", aseguró Bolsonaro ante la prensa.
Consultado sobre si Brasil aceparía los fondos extranjeros en caso de que Macron retire sus palabras sobre la internacionalización de la Amazonía, Bolsonaro dijo: "Primero él retira, después ofrece, ahí respondo".
Pero, ¿qué implicaría realmente la propuesta planteada por Macron?
"Patrimonio global"
Especialistas coinciden en que falta claridad a la idea que manejó el mandatario francés.
De hecho, Macron se refirió a la palabra "statut", que en francés puede significar tanto "estatus" como "estatuto", traducción que también utilizaron diversos medios para informar al respecto.
"Aparentemente significa algo como una presencia extranjera mayor en la Amazonía o una supervisión extranjera mayor sobre las acciones de los gobiernos de la región (en la selva)", dice Mauricio Santoro, profesor de relaciones internacionales en la Universidad del Estado de Río de Janeiro (UERJ), a BBC Mundo.
Aunque las pañabras de Macron fueron las más polémicos, otros líderes han aludido a la protección de la Amazonía como un reto internacional.
El presidente colombiano, Iván Duque, dijo el domingo que planteará en la Asamblea General de las Naciones Unidas en septiembre la idea de un "pacto de conservación" entre los países que tienen territorio amazónico.
No obstante, desde 1978 existe el Tratado de Cooperación Amazónica entre Bolivia, Brasil, Colombia, Ecuador, Guyana, Perú, Surinam y Venezuela, que contempla "la conservación y utilización racional" de los recursos de la cuenca.
Por su lado, el secretario general de la ONU, António Guterres, se refirió el lunes a la selva amazónica como un "patrimonio global".
Una vieja cuestión
El tema de la soberanía ha sobrevolado el debate internacional por los incendios que consumen parte de la selva amazónica, principalmente en Brasil.
El gobierno de Bolsonaro procuró desde el inicio tratar el asunto como una cuestión doméstica, cuestionando el interés de países desarrollados en la Amazonía.
"No podemos aceptar que un presidente, Macron, disfrace sus intenciones detrás de la idea de una 'alianza' del G-7 para 'salvar' la Amazonía, como si fuéramos una colonia o una tierra de nadie", tuiteó el mandatario de extrema derecha el lunes.
La tesis de que es necesario proteger el territorio amazónico brasileño de intereses extranjeros ha tenido tradicionalmente resonancia en las Fuerzas Armadas de ese país, de las que Bolsonaro formó parte en el pasado.
Pero la noción de que la Amazonía "pertenece al mundo" tampoco es nueva, dice Anthony Pereira, director del Instituto Brasil de la Universidad King's College, en Londres.
Recuerda, por ejemplo, que Brasil abrió el río Amazonas a la navegación internacional en 1866, tras un pulso con Estados Unidos, Francia y el Reino Unido, que reclamaban derecho a acceder al mismo bajo el espíritu del liberalismo, según consigna el libro "Diplomacia en la Construcción de Brasil 1750-2016" del ex embajador Rubens Ricupero.
Al referirse a la Amazonía el lunes, Macron dijo haber ideado una iniciativa que será presentada a la ONU "para respetar la soberanía de cada país".
Y sostuvo que lo mismo vale "para aquellos que tienen espacios glaciares en su territorio o tienen un impacto en todo el mundo".
Sin embargo, Christopher Sabatini, experto en América Latina del centro de investigaciones londinense Chatham House, cree que las naciones ricas tratan con "arrogancia" la Amazonía.
"Los países que, en su proceso de desarrollo, contribuyeron con las emisiones de dióxido de carbono ahora quieren proteger la Amazonía", dice Sabatini a BBC Brasil. "Han contaminado en los últimos dos siglos. Es una visión colonialista".
"Discurso nacionalista"
Por ahora, la idea de internacionalizar la Amazonía planteada por Macron ha sido recibida con cierta frialdad por organizaciones no gubernamentales que defienden la protección de la selva.
"Nosotros no estamos debatiendo esa cuestión (sino) que el Estado brasileño no puede de manera alguna continuar con el desmonte de su política ambiental", dice Danicley Aguidar, de la campaña de Amazonía en la organización Greenpeace, a BBC Mundo.
Y sostiene que "lo que está ocurriendo ahora en la Amazonía es fruto de la incapacidad del gobierno de Bolsonaro de hacer un monitoreo de la región".
Pero en Brasil las declaraciones de Macron cayeron mal también entre muchos críticos de Bolsonaro, señala Santoro, el profesor de relaciones internacionales en la UERJ.
"Hay una visión en muchos sectores de la sociedad brasileña de que existen intereses internacionales queriendo controlar la Amazonía, disputar el control de la selva con el gobierno. Y en momentos de crisis como este, ese tipo de discurso nacionalista gana mucha fuerza en Brasil", agrega.
A su juicio, el principal instrumento de otros países para presionar contra la deforestación de la selva amazónica hoy es económico, ya sea por vía de ayuda financiera, sanciones o cierre de acceso a mercados.
Pero la idea de que la preservación de esa selva incumbe mucho más que a Brasil puede ganar fuerza ante el crecimiento de partidos verdes y del movimiento ambientalista en Europa y otras regiones.
"Es un desafío para Brasil lidiar con todo eso", advierte Santoro.