"Ya sabía que iba a ser duro desarraigar a un niño por completo de su hermano menor, su padre, su padrastro, toda su familia, pero creo que ninguno de nosotros anticipó lo realmente difícil que sería empezar de nuevo".
La que habla es la Katie Laird, quien en junio se mudó de Houston, una ciudad de Texas, a Denver, la capital de Colorado, con su hijo adolescente Noah.
"Porque esto no es como ir a otro lado por un nuevo trabajo o por querer cambiar de aires", le dice a BBC Mundo. "Es empezar con una sensación completamente distinta: sintiendo que hemos huido de algo muy cruel".
Su historia no es única en Estados Unidos.
Organizaciones y activistas cuentan por decenas las familias con hijos transgénero que recientemente han tomado la drástica decisión de dejar atrás sus estados, desde Alabama a Idaho, por legislación que limita el acceso a la atención de afirmación de género y otras regulaciones que tienen en el punto de mira a esta población.
Y es que, en los dos últimos años los legisladores estatales republicanos han presentado por encima de 300 proyectos de ley que afectan a la comunidad trans, más que en ningún periodo anterior. La mayoría, más del 80%, enfocada en la juventud.
Si bien no todas las propuestas han salido adelante -solo en torno al 15% se han vuelto ley- y la aplicación de otras siendo disputadas en los tribunales, muchos activistas advierten de un entorno cada vez más hostil para los derechos LGBTQ+ en las cámaras estatales de todo el país, incluso en ciertos sectores del Congreso federal.
Ante ello, Katie, como otros padres, lo tuvo claro: "Tenía que alejar a Noah de ese ambiente y sacarlo de Texas".
"Ya sabía que era niño"
Pero lo que ahora afirma tajante no fue una decisión ni súbita ni fácil.
Y para explicar cómo llegaron a ella, Katie agarra un cuaderno en el que lo anota todo -"desde la pandemia las fechas se me escapan y no quiero ser incoherente"- y se remonta a la infancia de su hijo mayor.
"Noah tiene ahora 16 años y va al instituto, pero ya en el jardín de infancia, cuando tenía apenas cinco, sabía que era niño", recuerda.
"Echando la vista atrás se nos hace muy obvio, porque nos lo repitió durante años y se inventaba nombres, siempre masculinos, para sí mismo. Pero pensábamos que era una fase y que lo superaría", continúa con un relato que es propio y, a la vez, el de muchos.
Noah tardó tiempo en encontrar las palabras para definirse y describir lo que de verdad le estaba pasando.
En 2014, estando en tercero de primaria, les dijo a sus padres que era gay. Pero no fue hasta 2018, con 12 años ya cumplidos, cuando entendió qué significaba ser transgénero, qué era la disforia de género.
Se trata de un diagnóstico psiquiátrico que involucra angustia y un malestar significativo asociado a una discordancia entre la identidad de género y el sexo físico o asignado al nacer, con el que las personas afectadas no se identifican ni sienten como propio.
"Fue un momento alucinante para él y para nosotros, porque las piezas del puzle empezaron a encajar -los episodios esporádicos de depresión, la ansiedad sin aparente explicación- y vimos por fin la historia completa", recuerda su madre.
Aquello marcó también el punto de partida para empezar con la atención de afirmación de género.
¿Qué es la afirmación de género?
La atención de afirmación de género puede incluir un amplio espectro de intervenciones sociales, psicológicas, conductuales o médicas diseñadas para apoyar y afirmar la identidad de género, según la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Suele variar con la edad y con la claridad del individuo respecto a su identidad de género.
Así, en los niños pequeños, la disforia de género tiende a tratarse con intervenciones sociales y conductuales no médicas, como cambiar el nombre, los pronombres o la ropa.
En la adolescencia temprana alguien que experimenta disforia de género puede empezar a recibir análogos de la hormona liberadora de gonadotropina (GnRH), conocidos como "bloqueadores de la pubertad", que frenan temporalmente el desarrollo de rasgos incongruentes a su identidad de género.
Y más avanzada la adolescencia puede comenzar a tomar hormonas, como la testosterona o el estradiol.
Es raro que una persona menor de 18 años se someta a una intervención quirúrgica, pero algunos pueden decidir optar por una "cirugía superior", una cirugía para cambiar la apariencia del pecho, mientras aún son adolescentes.
"Pero no hay un enfoque que sirva para todos. Se ajusta a cada individuo", le dice a BBC Mundo Joshua Safer, médico y director ejecutivo del Centro Mount Sinai para Medicina y Cirugía Transgénero.
"Así, hay muchos que toman hormonas pero no se someten a cirugía, hay quien no hace nada, personas a las que no se les administra bloqueadores de pubertad pero sí hormonas, gente que se somete a una cirugía y no a otras".
En Estados Unidos existe un amplio consenso entre las principales asociaciones del sector salud -incluida la Asociación Médica Estadounidense (AMA), la Asociación Estadounidense de Pediatría (AAP), la Asociación Estadounidense de Psicología (APA) y la Asociación Estadounidense de Psiquiatría- sobre la necesidad médica y la idoneidad del cuidado de afirmación de género para los jóvenes con este tipo de disforia.
En ello coinciden también organismos internacionales como la Asociación Endocrina y la Asociación Profesional Mundial para la Salud Transgénero (WPATH), que cuentan con sendas guías y estándares para proveer este tipo de cuidado.
Y si bien existe cierto debate dentro del mismo campo sobre cuándo y cómo deben comenzar las diferentes intervenciones, los proveedores de salud concuerdan en que los tratamientos suelen ser esenciales y son muchas las organizaciones de expertos que advierten sobre los efectos nocivos de negar el acceso a estos servicios.
A esa conclusión llegó, por dar un ejemplo, un estudio revisado por pares publicado en diciembre de 2021 en el Journal of Adolescent Health y llevado a cabo por investigadores de The Trevor Project, una organización sin ánimo de lucro para la prevención del suicidio en la comunidad LGBTQ+.
Encontró que el uso de la terapia hormonal de afirmación de género en el año anterior se asoció con casi un 40% menos de probabilidades de depresión y de intento de suicidio entre jóvenes transgénero y no binarios de entre 13 y 17 años.
Se estima que en EE.UU. 1,6 millones de personas se identifican como transgénero, casi una de cada cinco son jóvenes de entre 13 y 17 años. Es un cálculo del Instituto Williams, un centro de investigación de políticas públicas con sede en la Facultad de Derecho de la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA).
"Se transformó"
Katie recuerda con claridad el cambio de dio Noah cuando comenzó su transición social en la escuela, usando su nuevo nombre y los pronombres masculinos.
"Simplemente se transformó", cuenta. "Era como si sus mejores aspectos brillaran aún más, como si fuera por fin libre de vivir de una manera genuina".
Los siguientes pasos los dieron con mucho cuidado.
"Lo primero fue asegurarnos de que se sintiera en un entorno seguro, reafirmado y querido, darle espacio para experimentar y que supiera que éramos flexibles y que estábamos aprendiendo junto a él", explica su madre.
A partir de ahí se enfocaron en la salud mental.
"El objetivo fue encontrar un psicólogo, un equipo de terapeutas y asegurarnos de que todos aquellos que lo apoyaran emocional y psicológicamente estuviera en sintonía y que tuvieran las mismas intenciones que la familia: ayudarlo a ser él mismo, de la mejor manera posible", sigue Katie.
La transición física vino más tarde, "después de algunos años de intensa lectura, de hablar con médicos, de revisar informes, juntarnos con otros padres y tener claro que estábamos siendo guiados por Noah, que estaba bien informado y que era el momento adecuado".
Comenzó con la terapia de reemplazo hormonal, tomando testosterona, hace algo menos de dos años.
Y luego llegó 2021 y todo volvió a ponerse patas arriba.
El año que todo volvió a cambiar
Durante la sesión legislativa de ese año en Texas se presentaron más de 30 proyectos de ley relacionados con la población trans, 13 de ellos referidos a la juventud, según la cuenta que lleva Equality Texas, una la organización de defensa de los derechos LGBTQ+.
Entonces empezaron los viajes regulares de Katie y Noah a Austin, la capital texana, para protestar contra las iniciativas ante el Capitolio estatal o reunirse con legisladores en sus pasillos.
En octubre de 2021, Katie testificó en contra de uno de estos proyectos de ley -el que tenía como objetivo prohibir la participación de jugadores trans en equipos alineados con su identidad de género, que terminó saliendo adelante y entró en vigor el pasado enero- ante un comité de la Cámara estatal.
"Aquello que tanto temí que podría pasarle a Noah fuera de mi casa, cuando ya no estuviera bajo nuestra protección, empezó a ocurrir en tiempo real".
Y lo hizo de forma acelerada.
En febrero de 2022, el fiscal general de Texas, el republicano Ken Paxton, emitió una opinión legal que establecía que la atención de afirmación de género constituye "abuso infantil", algo que la Academia Estadounidense de Pediatría corrió a condenar enérgicamente.
Una semana después el gobernador del estado, el también republicano Greg Abbott, ordenó al Departamento de Familia y Servicios de Protección de Texas (DFPS) investigar a padres que pudieran haber facilitado a sus hijos trans acceso a la atención de afirmación de género.
Agregó que la agencia era "responsable de proteger a los niños del abuso", y añadió en un tuit que el DFPS "referiría para enjuiciamiento cualquier abuso de este tipo".
BBC Mundo se puso en contacto con las oficinas del fiscal general Paxton y el gobernador Abbott, solicitando comentarios sobre el efecto de estas decisiones, pero no obtuvo respuesta.
La administración Biden reaccionó tachándolo de maniobra electoral -con miras a las elecciones a gobernador del 8 de noviembre, en las que Abbott terminaría saliendo reelegido- y condenándolo por "poner las vidas de niños en riesgo".
Familias investigadas y "carpetas seguras"
La familia Laird, como muchas otras en el estado, entró en pánico.
"Conocemos personalmente a familias que estuvieron bajo investigación de los Servicios de Protección de Menores (CPS, una dependencia del DFPS) y lidiábamos a diario con el miedo de que fuéramos los siguientes", recuerda con voz temblorosa Katie.
Ella por si acaso se hizo con lo que llama una "carpeta segura", en la que guardó el historial médico de Noah, el calendario de vacunas, las recetas médicas de todo, desde antihistamínicos a testosterona, y cartas escritas por familiares, amigos, médicos, pastores y otros líderes de la comunidad que aseguraban que los Laird se preocupaban y cuidaban de su hijo.
Noah empezó a sufrir ataques de ansiedad en la escuela, por temor a que en cualquier momento le llamaran de la oficina del director.
"Aquello echó por tierra su confianza en los profesores, los consejeros, la administración (de la escuela), porque estaban obligados a informar a los CPS", se lamenta Katie.
"Sobre todo a mi hijo le aterrorizaba que los servicios de protección terminaran quitándonoslo y enviándolo a un centro de menores", añade.
Los antiguos episodios depresivos volvieron y las autolesiones se intensificaron.
"Siento que allí donde voy, necesito estar escondido", describe Noah el momento en el documental titulado Dear Noah: Pages from a Family Diary y producido por la cadena NBC. "Todo es peor y peor, todo se está desmoronando a mi alrededor".
Al vaso lleno de problemas de los Laird se le sumó que en marzo el Hospital Infantil de Texas, el centro que los atendía en Houston, suspendió indefinidamente la atención de afirmación de género.
"Fue la última gota. Aunque luego resultó una pausa de un mes, entonces no lo sabíamos. Podía haber sido para siempre, podía haber cerrado la clínica".
Varias familias investigadas interpusieron una demanda en los tribunales contra la directiva de Abbott, alegando que se emitió sin la debida autoridad, violando el requisito de separación de poderes que dicta la Constitución de Texas y los derechos constitucionales de los jóvenes transgénero y sus padres. Un juez dictó un amparo temporal, que fue recurrido, y a día de hoy sigue siendo disputada en los tribunales.
Pero para entonces, los Laird ya tenían listo el "plan de huida": Katie saldría de Texas con Noah, su hijo menor y el padre de este se quedarían. "Yo podía trabajar de forma remota, él no".
Tras barajar varios estados, optaron por Colorado, en parte por su ubicación central, lo que les permitiría reunirse con la familia con facilidad.
"Tenía todo lo que necesitábamos para el bienestar de Noah: escuelas muy inclusivas, muchos y excelentes programas artísticos dedicados a la comunidad queer, y lo más importante, una clínica de género increíble para adolescentes", explica Katie.
En junio llenaron una furgoneta de U-haul con toda una vida y condujeron durante 15 horas hasta Denver.
De Alabama a Idaho
Ese contexto también hizo que Violet Augustine saliera de Texas junto a su hija Isa, una niña transgénero de seis años.
"La opinión del fiscal general y la directiva del gobernador fueron la guinda a una atmósfera general que solo nos estaba tolerando. Estaba cansada de criar a mi hija en un entorno que favorecía que estuviera callada y pasara desapercibida, quería algo mejor para ella", le dice a BBC Mundo.
Hace cinco meses dejaron atrás Dallas y escogieron como nuevo hogar la californiana Los Ángeles.
En septiembre California aprobó una ley que a partir del 1 de enero lo convertirá en "estado refugio" para familias "que huyan de Alabama, Texas, Idaho o cualquier otro estado que criminalice a los padres que permiten que sus hijos reciban atención de afirmación de género", se lee en el texto.
En junio el presidente Joe Biden había firmado ya una orden ejecutiva con el objetivo de aumentar el acceso a este tipo de atención y desarrollar formas de combatir los esfuerzos de los estados para restringirlo.
Y es que Texas no es el único estado en el que familias con hijos trans están enfrentando esta realidad.
En otros cuatro-Alabama, Arkansas, Arizona y Tennessee- se han promulgado leyes de prohíben total o parcialmente el acceso a los tratamientos médicos de afirmación de género a menores, aunque en los dos primeros están frenados por decisión judicial.
Asimismo, en 2021 los legisladores de 20 estados conservadores introdujeron proyectos de ley con ese fin, y este año se presentaron al menos 25 más en 15 estados.
Muchas de estas iniciativas buscan restringir que los menores tengan acceso a bloqueadores de pubertad, terapia de reemplazo hormonal o cirugía relacionadas con la transición de género. Y algunas consideran delito grave proveerlos.
Los defensores de prohibir dichos tratamientos apuntan que la evidencia sobre los resultados y consecuencias de su aplicación en adolescentes es "extraordinariamente débil" y que ello conlleva "un alto riesgo de experimentar daños irreversibles a largo plazo".
Así lo argumentó, por ejemplo, Joseph Ladapo, la máxima autoridad sanitaria de Florida -propuesto para el cargo por el gobernador republicano Rob DeSantis y respaldado por todos los representantes de ese partido en la cámara baja estatal- cuando en junio solicitó a la junta médica del estado que considerara prohibir dichos tratamientos.
"Pero es solo atención médica", subraya Safer, el director ejecutivo del Centro Mount Sinai para Medicina y Cirugía Transgénero.
Safer ayudó a escribir las pautas de la Sociedad Endocrina para tratar a niños y adultos transgénero y contribuyó a la reciente actualización de los estándares del WPATH.
"En la comunidad médica se ven con horror los esfuerzos de cualquier nivel de gobierno para involucrarse y crear normas sobre algo que es sencillamente atención médica, para regular la relación entre doctores y pacientes, entre los hijos y sus padres", prosigue.
"Somos nosotros, los profesionales médicos, los que debemos decidir sobre los detalles del tratamiento, discutir pros y contras, qué es mejor para un paciente y qué no", zanja.
Algo que también defiende Marci Bowers, médica y presidenta de WPATH.
A lo que añade: "El mayor mito difundido por los legisladores (sobre la atención de afirmación de género) es que muchos se arrepienten y que los jóvenes son incapaces de tomar decisiones permanentes sobre su identidad de género, y no existe evidencia documentada que respalde ninguno de los argumentos".
Mientras, Katie y Noah esperan que la situación que han debido atravesar quede pronto en el pasado.
"Tengo la sensación de que un día miraremos atrás y no tendremos ni idea de cómo conseguimos superar este tiempo", dice la mujer.
"Con suerte, ese día estaremos de nuevo todos juntos, en la misma ciudad".