En la guerra de Siria, las bombas caen sobre hospitales, escuelas, mercados. Más de 100 personas, incluyendo 26 niños, murieron durante los últimos días.
La elevada cifra de víctimas recuerda los peores momentos del conflicto interno que desde 2011 vive ese país pero que en los últimos tiempos "parece ya no estar en el radar internacional", según lamentó este viernes la alta comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet.
La expresidenta chilena responsabilizó al gobierno del presidente Bashar al Asad y a sus aliados internacionales, incluyendo Rusia, por la pérdida de vidas de civiles.
"Pese a los repetidos llamamientos de la ONU a respetar el principio de precaución y distinción en la conducción de las hostilidades, esta reciente e incesante campaña de ataques aéreos del gobierno y de sus aliados ha seguido golpeando centros hospitalarios, escuelas y otras infraestructuras civiles como mercados y panaderías", denunció Bachelet.
"Estas son instalaciones civiles y parece altamente improbable, dado el persistente patrón de estos ataques, que estén siendo atacadas por accidente", agregó.
Advirtió que los ataques intencionales en contra de los civiles constituyen crímenes de guerra, por los que pueden ser juzgados tanto sus ejecutores como aquellos que los ordenaron.
Las muertes ocurrieron en, al menos, diez lugares distintos ubicados en la provincia de Idlib y en la zona rural de Alepo.
Siria y Rusia niegan haber realizado ataques en contra de civiles en Idlib.
Ofensiva
Las muertes denunciadas por Bachelet son las más recientes ocurridas desde que, hace poco más de tres meses, el gobierno de Al Asad y sus aliados internacionales comenzaron una ofensiva en el noroeste del país.
En ese lapso, la oficina de Derechos Humanos de la ONU ha documentado la muerte de, al menos, 450 civiles.
Bachelet criticó que el hecho de que la comunidad internacional parece haberse desentendido de este conflicto, así como la incapacidad del Consejo de Seguridad de la ONU de intervenir.
"Varios centenares de miles de niños, mujeres y hombres han muerto en Siria desde 2011. Tantos que ya no es posible ofrecer una estimación creíble", dijo Bachelet.
"Durante los primeros años de este conflicto mortal, cuando las víctimas se contaban por decenas, luego por centenas, luego por miles; el mundo mostraba una preocupación considerable por lo que estaba ocurriendo", agregó.
"Ahora los bombardeos matan y mutilan un número significativo de civiles varias veces a la semana y la respuesta parece ser un encogimiento de hombros colectivo".
Bachelet cuestionó la parálisis del Consejo de Seguridad de la ONU y señaló que sus cinco miembros permanentes (Estados Unidos, Rusia, China, Reino Unido y Francia) no han sido capaces de ponerse de acuerdo para usar su poder e influencia para solucionar este conflicto.
"Esto es el fracaso del liderazgo de las naciones más poderosas del mundo, que ha resultado en una tragedia tan grande que no parecemos capaces de entender", apuntó.
¿Qué está pasando?
La guerra en Siria tuvo su origen en una serie de protestas antigubernamentales ocurridas en la primavera de 2011, que fueron duramente reprimidas por el régimen de Al Asad y que derivaron en una revuelta de alcance nacional.
Poco a poco, la oposición se fue armando y el conflicto escaló hasta convertirse en una guerra civil, en la cual el gobierno llegó a perder el control de gran parte del territorio.
Para 2015, estaba bastante comprometida la situación de Al Asad, quien entonces recibió el respaldo militar de Rusia. Eso resultó decisivo para su resurgimiento y que consiguiera recuperar el terreno perdido.
Dos años más tarde, Moscú se había convertido en el actor internacional más relevante sobre el terreno y el gobierno había retomado el dominio de casi todo el territorio.
Una serie de acuerdos de cese el fuego parciales ayudaron a los opositores a irse rindiendo, a medida que caían sus bastiones.
En julio de 2017, Rusia, Irán y Turquía firmaron un acuerdo para desescalar el conflicto en cuatro zonas controladas por la oposición.
Posteriormente, en 2018, Rusia y Turquía lograron un pacto para crear una zona desmilitarizada en Idlib. Esta provincia, junto al norte de Hama y al occidente de Alepo, es uno de los últimos bastiones de los grupos que adversan a Al Asad.
Se supone que por estar incluida en el acuerdo negociado en 2018 por Rusia y Turquía, los 2,7 millones de civiles que allí residen se encuentran a salvo de una gran ofensiva gubernamental.
Sin embargo, la semana pasada la ONU reveló que más de 350 civiles habían muerto y unos 330.000 se habían visto obligados a huir desde que el pasado 29 de abril escalaron las hostilidades.
A esas cifras hay que agregarle los 103 civiles muertos en los últimos días, periodo cuando la cantidad de desplazados aumentó hasta los 400.000.
El gobierno de Al Asad, que cuenta con el respaldo de la Fuerza Aérea de Rusia, afirma que el aumento de los ataques es una respuesta a las reiteradas violaciones de la tregua por parte de grupos yihadistas vinculados con Al Qaeda.
Este viernes, el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, un grupo con sede en Londres que hace seguimiento del conflicto en Siria, indicó que la cifra de muertes ocurridas desde el inicio de la escalada a finales de abril es de 2.721 personas, incluyendo 809 civiles, entre los cuales hay 204 niños y 151 mujeres.
El cálculo incluye también a unos 986 milicianos de las fuerzas que se oponen al gobierno y de unos 926 miembros de las fuerzas que respaldan al régimen de Asad.
Si la guerra en Siria se convirtió en un conflicto olvidado, estas cifras son un crudo recordatorio de su vigencia.