En menos de medio siglo pasaron de enemigos en guerra a "mejores amigos".

En marzo de 1969, las tropas chinas y los ejércitos de la antigua Unión Soviética se enfrascaron en una cruenta batalla fronteriza que duró meses y marcó por más de dos décadas las relaciones entre los dos países.

Más de 50 años después, poco parece quedar de las viejas tensiones y reparos que dejaron los conflictos entre Mao Zedong y el "revisionismo comunista" de la URSS.

Ahora, los presidentes de Rusia, Vladimir Putin, y de China, Xi Jinping, aseguran que los vínculos entre Pekín y Moscú están en sus "mejores momentos" y que "han soportado las pruebas del tiempo y las tribulaciones".

Ambos mandatarios, de hecho, se reunieron la semana pasada en una cumbre en San Petersburgo, firmaron una treintena de acuerdos y prometieron reforzar la cooperación entre las dos naciones.

"En los últimos seis años, nos hemos reunido casi 30 veces. Rusia es el país que más veces he visitado, y el presidente Putin es mi mejor amigo y colega", aseguró Xi en una conferencia de prensa la pasada semana.

"Hemos logrado llevar nuestra relación al nivel más alto de nuestra historia", añadió Xi, quien visitó junto a Putin un par de osos que su país prestó a Rusia como parte de su tradicional "diplomacia del panda" (los animales como símbolo de la voluntad de diálogo político).

Putin, por su parte, aseguró que los lazos entre Rusia y China se mantienen a "un nivel sin precedentes" y que seguirán "mejorándose".

"Estamos listos para ir de la mano con ustedes", afirmó el mandatario, que destacó la visión común entre los dos países sobre las tensiones en la península de Corea, sobre la crisis en Venezuela y el conflicto en Siria.

La nueva cercanía entre Moscú y Pekín es visto por muchos como una respuesta de las dos potencias contra un enemigo en común: Estados Unidos.

Desde 2014 Washington mantiene al Kremlin aislado de Occidente, como represalia por la anexión de Crimea y en los últimos dos años, las sanciones crecieron, luego de que el Congreso de EE.UU. propusiera nuevas medidas contra Rusia por su injerencia en las elecciones de 2016.

Ahora, otra ficha de la política internacional hizo que el Kremlin mire nuevamente hacia el oriente: la guerra comercial que declaró el presidente Donald Trump a China.

Tras más de un año de tensiones comerciales, en mayo pasado, Trump impuso nuevos aranceles por más US$200.000 millones a productos chinos, a lo que Pekín respondió con nuevos impuestos para las importaciones provenientes de EE.UU. por unos US$60.000 millones a partir del 1 de junio.

Y sin una solución aparente a corto plazo para la guerra comercial, Pekín también parece haber constatado que el enemigo de su enemigo, puede ser su mejor aliado.

El enemigo de mi enemigo es mi amigo

Aunque por más de un año China mantuvo en bajo perfil su guerra comercial con Estados Unidos, desde hace más de un mes lanzó su maquinaria de propaganda contra Washington.

"Toda China y su pueblo están siendo amenazados. Para nosotros, esto es una verdadera 'guerra del pueblo'", afirmaba a mediados de mayo un editorial publicado por la agencia Xinhua y el Diario del Pueblo, portavoz del Partido Comunista.

Mientras, a finales del mes pasado, el gobierno chino acusó a Estados Unidos de "terrorismo económico".

Putin, por su parte, acusó esta semana a Washington de padecer de un "egoísmo económico desenfrenado" y criticó los "esfuerzos" de la Casa Blanca para frenar un gasoducto ruso a Europa y la "campaña" contra Huawei, el mayor fabricante mundial de equipos de telecomunicaciones que enfrenta severas sanciones en EE.UU.

Como respuesta, ofreció a la compañía china construir la red 5G de Rusia.

"Este año se cumple el 70 aniversario del establecimiento de las relaciones entre Rusia y Moscú. Es entonces un año para nuevos tratados y acuerdos, pero lógicamente pasa algo más", asegura el al programa PRI The World el colaborador de la BBC en Moscú Charles Maynes.

"Los dos países han sido forzados a este rol por Estados Unidos, ahora tienen que unir fuerzas ante las sanciones que los dos enfrentan", asegura.

Pero la nueva alianza entre Rusia y China es un camino que muchos veían venir desde hace tiempo.

"Mejores amigos"

En los últimos años, China se ha convertido en el principal socio comercial de Rusia.

En 2018, el volumen de negocios entre ambos países ascendió a los US$107.000 millones, un 27,1% mayor respecto al año anterior, según datos del Ministerio de Desarrollo Económico de Rusia.

Y, de acuerdo con las previsiones, las cifras podrían duplicarse en un futuro cercano.

Bajo la iniciativa de la Ruta de la Seda, que busca ampliar el comercio chino por todo el mundo, Pekín invirtió US$373 millones en la construcción de su parte de un puente sobre el río Amur para unir la provincia de Heilongjiang y la ciudad rusa de Blagoveshchensk, lo que, según los expertos, podría facilitar aún más el transporte de productos agrícolas.

Desde hace años, ambos países han incrementado también su cooperación en el sector de la energía y promovido la estabilidad del rublo y el yuan, como un intento de reducir la dependencia del dólar estadounidense y otras monedas occidentales.

En respuesta a la escalada de la guerra comercial, Pekín redujo significativamente sus importaciones de gas natural licuado de Estados Unidos en los últimos meses, pero según pronósticos, la ausencia podría compensarse cuando comience a operar un oleoducto que conectará Siberia con China.

Según datos del Observatorio de la Complejidad Económica, en los últimos años Rusia ha incrementado sus exportaciones de petróleo crudo, carbón, fertilizantes y pescado congelado a China, aunque en el camino contrario es donde aparecen los problemas.

Y es que las cifras de comercio entre los dos países muestran una balanza desigual: las importaciones de productos chinos que hizo Moscú de 2017 solo representan el 1,8% de las exportaciones de Pekín, en comparación con el 20% de las mercancías que fueron el mismo año hacia Estados Unidos.

De hecho, Rusia ocupa el décimo lugar en exportaciones chinas y no se ubica ni siquiera entre los diez primeros en importaciones o comercio total.

Este hecho, unido a las limitaciones de la economía rusa, hace dudar a muchos expertos que, más allá de las promesas diplomáticas de la pasada semana, Xi pueda encontrar un alivio en Rusia para las sanciones de Estados Unidos.


Las relaciones entre los dos países en fechas

1961: China denuncia formalmente la versión soviética del comunismo.

1969: Guerra fronteriza entre las dos naciones.

1976: Las tensiones comienzan a disminuir tras la muerte de Mao Zedong.

1992: El presidente ruso, Boris Yeltsin, visita China.

1998: Comunicado conjunto prometiendo construir una "asociación igualitaria y confiable".

2001: Firman un tratado que establece una estrategia de 20 años para trabajar juntos.

2009: Firman más de 40 contratos por un valor aproximado de US$3.000 millones.

2010: finalización del primer gasoducto construido entre China y Rusia.

2014-2019: Consolidación de las relaciones bajo los mandatos de Xi y Putin.


Un dolor de cabeza

Pero más allá de lo económico, la mayoría de los expertos coinciden en que una consolidación de la alianza entre las dos potencias puede convertirse en un dolor de cabeza estratégico para Estados Unidos por otras razones.

Según la agencia estatal rusa, TASS, durante la visita de Xi a Rusia, ambos mandatarios firmaron alrededor de 30 acuerdos que fueron desde comercio y energía hasta "el fortalecimiento de la estabilidad estratégica, que incluye temas internacionales de interés mutuo, así como temas de estabilidad estratégica global".

Y de hecho, el pasado viernes, un suceso insólito fue interpretado como una potencial señal detrás de esos acuerdos: un crucero de misiles guiados de Estados Unidos y un destructor ruso estuvieron a punto de colisionar en aguas del Pacífico oriental.

Cada país ofreció una versión diferente sobre lo sucedido y sobre la responsabilidad en el incidente, pero las dos coincidieron en un punto: tuvo lugar en el disputado Mar de China Meridional, una región de más de 3 millones de kilómetros cuadrados que Pekín considera su territorio soberano.

Y si bien los incidentes navales y aéreos entre los ejércitos de Washington y Moscú son frecuentes, no suelen serlo en una zona donde tradicionalmente las tensiones suelen ser con China.

De ahí que el incidente, ocurrido solo dos días después del primer encuentro entre Xi y Putin fuera visto no solo como un mensaje político del Kremlin hacia su aliado, sino también como una señal para Washington.

"Claramente, esto envía un fuerte mensaje al presidente Xi, desde la perspectiva de Putin, de que estamos en su equipo" comentó a CNN John Kirby, un militar retirado de la Armada de EE.UU.

Y es que una posible alianza militar de China con Rusia ha sido por años una pesadilla en potencia para Estados Unidos.

Poco antes de morir en 2017, Zbigniew Brzezinski, quien fuera consejero de Seguridad Nacional del del presidente Jimmy Carter había alertado que el "escenario más peligroso" no eran sus múltiples guerras, sino "una gran coalición de China y Rusia, unidas no por ideología sino por agravios complementarios".

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