"México fue el país que más apoyó a la Segunda República española y que acogió a los refugiados. Yo le estoy muy agradecido porque es el lugar donde me he desarrollado como persona", dice a BBC Mundo Domingo Font, de 90 años.

Font cruzó el Océano Atlántico con 14 años con sus padres, huyendo de la Guerra Civil española.

Se instalaron en México, un país que jugó un papel fundamental de apoyoal bando republicano.

Al estallar el conflicto en 1936, las democracias occidentales optaron en la Sociedad de Naciones (precursora de la ONU) por el Pacto de No Intervención, impuesto por Francia y Gran Bretaña. Esto significaba dar la espalda a la República.

México se negó a ese pacto y durante más de 30 años se negó a reconocer el gobierno militar de Francisco Franco.

A este país llegaron entre 22.000 y 25.000 refugiados.

"¡Viva la República Española!"

En ese entonces, el presidente era Lázaro Cárdenas. En 1936, a su grito de conmemoración de la Independencia de España en el Zócalo, que tradicionalmente es "¡Viva México!", agregó un "¡Viva la República Española!".

En julio de ese año, cuando había estallado la rebelión de Franco había enviado un primer cargamento de armas, al que le siguieron otros, para apoyar a los republicanos.

"El gobierno de México de entonces estuvo siempre del lado de la República porque reconocía su legitimidad. Lázaro Cárdenas fue solidario con un gobierno amigo que estaba siendo agredido por fuerzas extranjeras: la Italia fascista y la Alemania Nazi", explica a BBC Mundo Cuauhtémoc Cárdenas, el hijo del expresidente.

"Aunque los exiliados también llegaron a otros países, entre ellos la Unión Soviética, Inglaterra Francia, Cuba, o República Dominicana, en ninguno de ellos fueron tantos ni tan cobijados como en México", explica la coordinadora del Centro de Estudios de Migraciones y Exilios de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED), María Luisa Capella.

Castillos en Marsella

La académica, hija de exiliados, dice que fue un "encuentro exitoso entre un pueblo perseguido y un pueblo receptor".

Explica que cuando los republicanos pierden la guerra en 1939 y salen a Francia, "se está asentando allí la bota nazi, por lo que los exiliados corren mucho riesgo".

Quien era el embajador de México en ese país, Luis I. Rodríguez, fue el encargado de proteger al que fuera presidente de la República española Manuel Azaña.

Azaña murió el 3 de noviembre de 1940 al agravarse sus problemas de salud en una habitación del Hotel du Midi de Mountaban, que, al haber sido alquilada por la embajada mexicana, era considerada territorio mexicano.

Gilberto Bosques, quien ante la crisis había sido nombrado cónsul en Francia, fue el encargado de auxiliar a miles de republicanos, así como a otros perseguidos por el régimen nazi.

Se instaló en Marsella cuando allí todavía no tenían tanta fuerza los nazis y alquiló dos castillos, llamados Reynard y Mont Grand, a los que les puso la bandera mexicana, para convertirlos en territorio de este país.

"Así salvó a muchos españoles que estaban en campos de concentración. A los que lograban poner un pie fuera él y su legación los llevaban a sus castillos".

Explica que en los campos de concentración en Francia, aunque no eran de exterminio, las condiciones eran terribles. "La gente se iba muriendo de disentería por la comida que les daban. La mortalidad infantil era de 97%", dice.

Los niños de Morelia

Aunque tras la pérdida de la Guerra,el exilio fue mayoritariamente familiar, como explica Capellán, durante el conflicto se dio un episodio particularmente triste.

En 1937, muchos republicanos enviaron a sus hijos a otros países para que no sufrieran la brutalidad de la guerra.

A México llegaron casi 500 de ellos, menores de diferentes edades, en un barco de vapor llamado Mexique. Después fueron llevados a Morelia, la capital del estado de Michoacán, donde fueron acogidos.

Las familias tenían la esperanza de reunificarse al terminar la guerra, pero todo se torció para ellos cuando ganó Franco.

"Muy pocos de los niños se reencontraron con sus padres y los encuentros no eran muy gratos en general: había algo de rencor en los niños, que se sintieron abandonados. Con guerras o sin ellas los padres viven una historia y los hijos otros", dice Capella.

Beneficio para México

México, que estaba en un periodo de pleno crecimiento en la educación y en la ciencia también se vio beneficiado con el exilio español.

"Aunque había gente de todos los espectros de la sociedad, el 25% de ellos eran intelectuales, entre ellos científicos, literatos, historiadores", dice Capella.

Algunos de ellos fundaron la Casa de México en España lo que ahora es el Colegio de México, y el Ateneo Español de México.

Las universidades del país, como el Instituto Politécnico Nacional y la Universidad Nacional Autónoma de México, se beneficiaron también con esos intelectuales, que encontraron trabajo dando clases o haciendo investigación.

El exilio también fundó escuelas, algunas de las cuales siguen funcionando, como los reconocidos Colegio Madrid y el Instituto Luis Vives.

"Entre los exiliados, sobre todo al principio, hubo una fidelidad y unión en torno a los valores republicanos, entre ellos respeto a la dignidad humana, la justicia y la educación"

De alguna forma la República siguió en México, explica.

Aunque no para todos fue lo mismo.

"Como hijo un exiliado, crecí en México en un ambiente republicano. Los de mi generación, siempre supimos que éramos hijos de los que habían perdido la guerra. Mis padres siempre tuvieron muy presente los bombardeos", cuenta a BBC Mundo Jordi Martineli, profesor universitario de 68 años.

Cuenta que en su infancia fue discriminado por otros niños: "A veces me molestaban y siempre me decían el hijo del gachupín".

"No fue una tragedia y terminé adaptándome. Ahora mismo, siendo de izquierdas, estoy más dispuesto a dar la vidapor México, más que por España", dice.

Cuenta que, aunque muchos exiliados decidieron regresar a España tras el franquismo, su padre no lo hizo: "estaba avergonzado de que Franco murió en su cama".

 

Publicidad