Un total de 829 muertos en atentados reivindicados (el 90% de ellos cometidos en tiempos de democracia) y 379 fallecidos en acciones aún no aclaradas.
Estas son algunas de las cifras que ilustran lo ocurrido durante 43 años en España a manos de ETA, la organización separatista vasca nacida en tiempos de Francisco Franco y que en 2011 -diezmada por las operaciones policiales contra ella, la detención de muchos de sus miembros y la pérdida de apoyo popular- proclamó "el cese definitivo de su actividad armada".
Pero el fin de ETA dejó heridas profundas en la sociedad vasca.
De eso, de las consecuencias que dejó la violencia del grupo separatista en el pueblo vasco y su convivencia diaria es de lo que se ocupa "Patria", un novelón de 646 páginas escrito por Fernando Aramburu que se ha convertido en un éxito rotundo. Lleva vendidos más de 400.000 ejemplares, va por la vigésima edición y se ha traducido a 11 lenguas.
Hasta la llegada de "Patria", pocas novelas habían abordado el problema de los estragos causados por ETA en la cotidianidad. La novela de Aramburu lo hace, dando voz a varios personajes realistas que, a lo largo de 30 años, muestran los efectos que el conflicto armado ha tenido en sus vidas.
"Patria" narra la historia de dos familias de un pueblo de Guipúzcoa unidas por una vieja amistad y que se ven enfrentadas a causa de la violencia de ETA.
El padre de una de esas dos familias es un empresario al que el grupo separatista mata por negarse a pagar las extorsiones económicas que le exigen. Mientras tanto, en la otra familia el hijo mayor decide unirse a ETA y su madre reacciona abrazando también ella su causa y defendiendo al joven con uñas y dientes.
El perdón y el olvido son los temas centrales del libro de Aramburu, nacido en 1959 (justo el año de la fundación de ETA) en la ciudad vasca de San Sebastián y que desde 1985 vive en Alemania.
BBC Mundo habló con él en el marco del Hay Festival Segovia.
"Patria" ha sido definida como la "derrota literaria" de ETA. ¿Por qué hasta hora no había habido una novela en español sobre esos años?
Desde hace tiempo ha habido aportaciones diversas, que últimamente se están haciendo más numerosas.
Es comprensible, porque ahora tenemos una perspectiva de un objeto histórico que se ha detenido y en torno al cual se han acumulado testimonios de todo tipo que son útiles para la creación literaria.
Respecto a lo de la "derrota literaria", creo que es un concepto que hay que matizar, del que me declaro responsable de haber puesto en circulación y en el que hay que subrayar el calificativo de "literaria". No todas las versiones de lo que ha ocurrido son iguales y hay algunas que me parecen comprensivas con los agresores.
Y ante esas versiones, hay que escribir otras. Y si estas otras versiones son más convincentes y tienen una densidad estética mayor, yo creo que se impondrán en la memoria colectiva.
Lo novedoso de su libro, lo que muchos dicen que lo convierte en un monumento literario, es que cuenta lo ocurrido en los años de violencia en el País Vasco a ras del suelo, analizando cómo afectó todo a la gente en su vida cotidiana y en sus vivencias personales?
Yo no sé si mi novela cumple la expectativa de levantar un monumento literario sobre este asunto, pero yo sí que he tenido la ambición de crear mediante la literatura un dibujo general, no focalizado en víctimas solamente, en agresores solamente o en aspectos parciales de la realidad que tuvimos.
De ahí que mi novela esté protagonizada por nueve personajes de distintos sexos, de distintas edades, representativas de muy distintas sensibilidades tanto políticas como emotivas.
¿Hubiera podido escribir "Patria" en los años álgidos de ETA?
Mi novela no habría sido posible antes del cese definitivo de la actividad armada de ETA porque este acontecimiento es el que desencadena mi novela.
Mi libro arranca cuando el terrorismo termina. Eso es algo que sitúa a los personajes, y también al escritor, en la perspectiva de quien sabe que lo que ha ocurrido ha llegado a una especie de fin, aunque no teníamos garantías completas.
Yo tenía la certeza mientras escribía de que un nuevo atentado no me obligaría a replantearme todo el libro, sino que ese tramo histórico estaba ya fijo, quieto. Eso me daba una perspectiva sin la cual "Patria" no es concebible.
Con anterioridad se escribieron otros libros, yo mismo lo hice, pero si hubiera publicado entonces una novela como "Patria" habría corrido ciertos riesgos para mi salud física, como la corrieron otros.
La violencia, el miedo, ¿pueden convertir a una sociedad en esquizofrénica?
El miedo es una pulsión prevista por la naturaleza. No es privativa de los seres humanos, y es una alarma de la que dispone el cuerpo para ponerse a salvo. Es normal que el miedo genere conductas de supervivencia.
En el caso humano, induce a la gente a callarse, a marcharse, a no discrepara en público o a volverse cómplice del agresor.
Esto no es algo exclusivo de los vascos. Se ve en cualquier sociedad donde se impone un movimiento totalitario o donde se ejerce la violencia contra un sector de la sociedad.
Pero esto no sólo es un comportamiento social de las personas como ciudadanos, también lo vemos en los casos de violencia de género.
¿Cómo logró ETA que tantos jóvenes de su misma generación decidieran unirse al grupo?
Si uno lee los relatos históricos se da cuenta de que hubo una tarea doctrinaria y propagandística muy eficaz. Una tarea que a veces empezaba en las familias, proseguía en el colegio, en el barrio y a ella se sumaba la presión grupal, particularmente en los pueblos, donde el control de la población es más fácil.
Había también una fascinación estética, una uniformidad estética?
Y, por otro lado, la violencia con el tiempo se convierte en un dinamismo de acción que ahorra a quien la abraza la reflexión, basta con incorporarse a ella. Es un proceso muy difícil de detener.
Cuando se vive en una sociedad en la que se producen hechos violentos regularmente, es imposible que un joven, un adolescente, no se tenga que pronunciar. Tarde o temprano tiene que hacerlo.
Durante muchos años los integrantes de ETA fueron vistos incluso como héroes?
Sí, en efecto fue así. Se convirtió a terroristas en héroes. Los propios terroristas, en las pocas confesiones a las que se puede acceder, no se consideran asesinos. Creen que están haciendo un bien, que están salvando a su pueblo, que se están sacrificando por él.
A mí como novelista me interesaba mostrar cómo se vivió todo esto y mostrarlo a través de unos personajes.
En "Patria" hay un personaje, Miren, que cuando su hijo se une a ETA se transforma, lo apoya y lo defiende con uñas y dientes. ¿Ha conocido a muchas Miren en el País Vasco?
He conocido a muchas, sí. Y además, hasta cierto punto, hay que entenderlas. Entre unas determinadas convicciones y el hijo, son mujeres que eligieron al hijo, de la misma manera que Albert Camus decía que entre la justicia y su madre, elegía a su madre.
Miren muestra que cuando se impone la violencia en una sociedad, de manera regular y durante décadas, todos son víctimas, incluso el agresor. No víctimas de la misma naturaleza, porque no es lo mismo matar que ser asesinado.
Un chaval que podría tener una vida constructiva, fundar una familia, tener un trabajo, desarrollarse, cultivar la calidad de la persona, viajar, sacarle partido a la vida, elija en lugar de eso ejecutar a alguien, asesinarlo y pasar más de 20 años en la cárcel, me parece que lo convierte también en una víctima, una víctima del influjo ideológico, de un exceso de energía juvenil, de una trampa política?
Aunque, por supuesto, un asesino no me inspira la misma compasión que las víctimas del terrorismo.
En su novela, de hecho, todos los personajes son desgraciados. La violencia les ha pasado de un modo u otro una factura muy cara que ha arruinado sus vidas.
Quizás el único personaje que alcanza unos chispazos de felicidad es Gorka. Aunque no logra cumplir su máximo sueño, por lo menos logra cierto equilibrio gracias a su apego a la cultura, los libros, a la música?
A pesar de lo que sufre, es el único personaje que consigue un cierto equilibrio en su vida. Los demás son todos perdedores; unos en un sentido, otros en otro.
¿Y usted cómo se libró de aquella especie de fiebre colectiva por ETA que afectó a tantos jóvenes vascos?
Yo me libré, pero estuve expuesto, como lo estuvieron amigos y compañeros. Recuerdo compañeros de colegio que ingresaron en ETA?
Estoy hablando de los años 70, porque no todas las épocas han sido iguales.
Cuando yo iba al colegio el franquismo persistía, y la percepción de ETA era distinta de la que hubo posteriormente. Había la convicción popular de que ETA luchaba contra el franquismo, contra la dictadura, que nos iba a salvar de todo eso.
Más tarde se nos abrieron los ojos.
Pero exactamente, ¿cómo logró escapar usted del hechizo que durante un tiempo ejerció ETA entre decenas de jóvenes?
Accedí pronto a la cultura y a los libros, que me dieron otros horizontes vitales.
Además, he tenido la suerte de criarme en una familia en la que existía afecto, dentro de mí no he arrastrado un descontento que me llevara a hacerles pagar a otros mis frustraciones internas.
Tampoco he sido nunca amigo de las multitudes, de las banderas, de las masas vociferantes? Nunca me gustó nada de eso, y nunca sentí la tentación de usar la violencia contra otras personas.
Y también es cierto que nací en una ciudad, en San Sebastián. No es lo mismo haberse criado en una ciudad, donde la variedad humana es mayor, donde uno se acostumbra a ver a forasteros y a turistas, a gente que tiene otro aspecto, habla otro idioma?
En una ciudad, si uno ve que sus amigos van por el mal camino puede cambiar de amigos, hay otros refugios que en una localidad de 3.000 habitantes no se encuentran.
La inmensa mayoría de los vascos que estaban en contra de la violencia optaron por refugiarse en el silencio?
De los muchos silencios que ha habido, creo que el más reprobable es el haber dejado solas a las víctimas, abandonadas. Creo que ese silencio es imperdonable.
Pero hay otros silencios que son más justificables, como es el silencio producido por el miedo.
Creo que deberíamos ser un poco más cuidadosos a la hora de repartir reproches. Me consta que ha habido silencios balsámicos, protectores, por parte por ejemplo de viudas que decidieron postergar el relato de lo ocurrido para proteger a sus hijos pequeños, para que no crecieran con rencor, con trauma o con el baldón de ser desde la mañana hasta la noche una víctima.
Todos estos matices hay que tenerlos en cuenta. Pero el silencio social, el abandono de las víctimas, eso sí que es criticable.
El que usted viva en Alemania desde 1985, ¿le ha permitido quizás tener la distancia necesaria para ver el problema de la violencia en el País Vasco en su globalidad?
Sí. Con el tiempo me he dado cuenta de que, así como la distancia geográfica me alejaba de la cotidianidad de los sucesos ocurridos en mi tierra natal, por otro lado me libraba de la urgencia de expresarme y del exceso de influencia de algún rincón ideológico o de algunas maneras concretas de sensibilidad.
Me veo como el jugador de ajedrez que, desde fuera del tablero, abarca la partida completa, frente a la perspectiva del peón o del alfil, que ve lo que tiene alrededor pero que quizás no comprende bien todo el mecanismo general.
Por otro lado, esta distancia geográfica es relativa: existe el teléfono, existe internet y otras muchas posibilidades de información.
Y lo que no ha habido en mí ha sido distanciamiento emotivo: he estado informado, he leído y he conversado con personas que vivían en el País Vasco, y no me parecía que estuviesen más informadas que yo. Además, he visitado el lugar con cierta frecuencia.
¿Cómo ha sido recibido "Patria" entre los reductos radicales que aún quedan en el País Vasco?
Yo no he ido preguntando por las casas qué les ha parecido mi libro. Lo que sí constato es que se ha leído mucho en el País Vasco.
Creo que hay una gran necesidad de leer historias como la mía. Me molesta que se considere "Patria" como el relato definitivo de lo sucedido, es una frase publicitaria de la que no soy responsable.
Un libro, por muy complejo que sea, no puede abarcar por sí mismo toda una época de varias décadas.
"Patria" es una aportación, entre otras que hay. El libro ha recibido críticas y también voces favorables, pero dentro de un clima de debate más o menos sosegado, y eso me ha gustado mucho.
Me complace que mi libro haya sido un tema de conversación en mi tierra natal. Mi novela puede aceptarse o no, pero por lo menos nos ha hecho dialogar, nos ha hecho incluso discrepar sin incurrir en el insulto, la amenaza o la violencia.
¿Cree que lo sucedido en el País Vasco en esas casi cinco décadas se va a olvidar, a enterrar bajo la alfombra?
Todo se olvida. Tarde o temprano, el olvido siempre triunfa. Es algo natural.
De hecho, en las últimas encuestas que se han hecho en el País Vasco entre jóvenes se ha constatado que no están muy informados, algunos ni siquiera saben quién era Miguel Ángel Blanco (la más famosa víctima de ETA).
No se puede exigir a las generaciones venideras que presten atención a lo que vivió mi generación. La tarea es otra: construir un fondo de la memoria, un espacio poblado de libros, películas, hemerotecas, fotografías, testimonios? Un espacio al que los jóvenes del futuro puedan acudir en busca de respuestas a las preguntas que se pudieran hacer.
Eso es algo que no les podemos negar, pero no podemos exigirles que piensen en lo que nosotros queremos que piensen.
¿Cree que ese olvido, además de natural, puede ser sano?
Sí, es posible que haya un aspecto sano en el olvido cuando nos protege de pulsiones como el odio y el rencor. Pero es muy difícil establecer los límites.
Yo prefiero que los establezca la naturaleza.
Además, tampoco sabemos lo que va a pasar en las próximas décadas. Quizás ocurran hechos más relevantes desde el punto de vista histórico, quién sabe, que reduzcan las décadas pasadas a un preámbulo. No lo podemos determinar.
En el agresor sí que hay un olvido protector, un olvido que no le recuerda lo que hizo o que le permite establecer otra versión de lo sucedido, puesto que no hay otra que se lo contradiga.
El perdón es uno de los grandes temas de su novela. ¿El perdón es posible, es deseable?
El perdón es íntimo, no se puede establecer por ley. El perdón, para que se merezca ese nombre, debe ser sincero, es incompatible con una solicitud abstracta, oportunista, en medio de una plaza, con fotógrafos y cámaras de televisión. Eso es un teatro que no contribuye al perdón.
Tampoco un perdón general me parece un auténtico perdón. El perdón es algo muy particular, muy delicado, personal.
Yo he hablado con víctimas del terrorismo y algunas no quieren oír hablar para nada de perdón, lo último que desearían sería volver a las planas de los periódicos. Pero hay otras que sí que desearían que se les pidiese perdón para poder cerrar un círculo, un círculo psicológico, y poder quedarse a solas con su dolor.
Cataluña ha convocado para el próximo 1 de octubre un referéndum de independencia declarado ilegal por la Justicia y el gobierno español. El independentismo catalán por ahora no se ha visto acompañado de violencia física, pero muchos denuncian que aquella parte de la sociedad catalana que no lo apoya se siente presionada, coaccionada, intimidada y que en la mayoría de los casos opta por el silencio por miedo. ¿Comparte esa visión?
Sí, naturalmente. En la naturaleza de cualquier nacionalismo está imponer un filtro por cuyos orificios sólo pasan los "puros", los "genuinos", los que realmente -siempre según la mentalidad nacionalista- se merecen estar en ese lugar, los que se merecen pisar esa tierra? Su sueño es construir un espacio, una nación, para los propios.
El nacionalismo puede ser expansivo, como lo fue el nazismo, o puede ser de repliegue, como el vasco o el catalán.
Este último lo que trata es de cerrar el jardín, de poner una fronterita y quedarse solos, con su idioma, sus tradiciones, etcétera.
Y todo el que no concuerda o no armoniza con ese paisaje humano hay que expulsarlo de la comunidad, ya sea en sentido literal, echándole de ahí, o reduciéndolo al silencio.
Pero en Cataluña no hay un movimiento armado que defienda la independencia a través de la violencia física como lo hubo en el País Vasco?
Afortunadamente los catalanes no han caído, todavía, en el pozo de la violencia. Pero hay que tener mucho cuidado.
"Masa y poder", un libro en el que Elias Canetti estudia minuciosamente los comportamientos humanos en sociedad, en masa, en multitud, muestra que allí donde se acumulan tensiones -y en Cataluña se están acumulando muchas tensiones- basta un hecho menor para que se desencadene la violencia generalizada.
Ese es mi gran temor respecto a Cataluña.
Ya lo vimos en la primavera árabe: empezó porque un vendedor de verdura y frutas se prendió fuego en Túnez. Ese hecho que en principio parece pequeño y reducido a un individuo desencadenó en Túnez y en otros países una enorme catástrofe. Ya estaba la gasolina vertida y bastó un chispazo para prenderla.
Mi gran temor es que ocurra algo así en Cataluña.
Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Segovia, un encuentro de escritores y pensadores que se realizó en esa ciudad española entre el 22 y el 24 de septiembre.
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