Desde que el juez federal Sergio Moro ordenara el jueves que Luiz Inácio Lula da Silva debía ir a prisión, el expresidente de Brasil se atrincheró en el edificio del sindicato metalúrgico de São Bernardo do Campo, en el estado de São Paulo.
Moro le había dado plazo hasta el viernes a las 17:00 hora local para que se entregara a la Policía Federal en Curitiba, en el estado de Paraná, en el sur de Brasil, y empezara a cumplir su pena de 12 años de cárcel por corrupción pasiva y lavado de dinero.
Según la Justica brasileña, Lula es culpable de recibir un apartamento en la costa de São Paulo por parte de la constructora OAS, como retribución de contratos con la petrolera estatal Petrobras.
Pese a la orden del juez Moro, la Policía Federal anunció que no cumpliría el mandato de arrestar al expresidente una vez cumplido el plazo el viernes, ya que fuentes ligadas al político señalaban que él mismo iba a entregarse.
Finalmente, Lula puso fin a su resistencia y se entregó el sábado en la tarde. BBC Mundo te cuenta en imágenes cómo pasó Lula da Silva sus últimas horas antes de presentarse a la justicia.
Lula habló a sus seguidores el sábado después de una misa en honor a su esposa, Marisa Leticia, que falleció en 2017.
El servicio fue celebrado en el mismo edificio del sindicato metalúrgico.
"Voy a obedecer el mandato (de prisión) para hacer transferencia de responsabilidad, creen que todo lo que pasa en el país es por mi causa", dijo Lula durante su mensaje.
"Ellos no saben que el problema de ese país no se llama Lula, se llama la conciencia del pueblo, ustedes. Cuando deje de soñar, soñaré con la cabeza de ustedes. Yo ya no soy un ser humano, soy una idea (...). Voy a cumplir el mandato, y ustedes van a tener que transformarse en Lula de aquí para adelante y andar por este país haciendo lo que tienen que hacer", añadió.
"Con la cabeza erguida quiero llegar allí y decir al delegado 'estoy a su disposición' (...) Saldré de esta mejor, más fuerte, más inocente, porque quiero probar que ellos cometieron un crimen", señaló.
Lula volvió a negar que sea dueño del apartamento por el que fue condenado y atribuyó su pena a la presión de la opinión pública y al interés de alejarlo de las elecciones de octubre.
"Por eso soy un ciudadano indignado, por difundir en la sociedad la idea de que soy ladrón", afirmó. "Cuanto más me atacan, más crece mi relación con el pueblo brasileño".