Hace cuatro años, luego de que el gobierno de Siria lanzara un terrible ataque con armas químicas contra civiles, Donald Trump advirtió a cualquiera que quisiera escuchar que EE.UU. debería abstenerse drealizar ataques militares como respuesta.
"Obama debe comenzar a enfocarse en NUESTRO PAÍS, trabajo, salud y todos nuestros muchos problemas", tuiteó el actual presidente. "¡Que se olvide de Siria y haga a Estados Unidos grande nuevamente!".
Hace dos años atrás, Trump empezó una exitosa campaña presidencial basada precisamente en este tema, criticando a los demócratas y a algunos de sus compañeros republicanos por sus políticas intervencionistas en cuestiones de relaciones exteriores.
Y sólo hace una semana el secretario de Estado de Trump, Rex Tillerson, pareció seguir estas nuevas directrices cuando le restó importancia a los llamados para remover del poder al presidente sirio, Bashar al Asad, asegurando que "eso será decidido por el pueblo sirio".
Entonces, este jueves en la noche, dos días después de otro supuesto ataque químico en Siria, el presidente Donald Trump ordenó un ataque guiado de misiles contra una base aérea del gobierno de Al Asad.
Esta acción marca un dramático giro de Trump respecto de su retórica anterior y sobre las expectativas de cómo conducirá su política exterior.
Al informar sobre la ofensiva, el presidente explicó que esta era "vital para los intereses en seguridad nacional de Estados Unidos para prevenir y detener el uso y la difusión de armas químicas mortales".
También hizo un llamado a las "naciones civilizadas" a terminar "el derramamiento de sangre y la matanza" en la guerra civil de Siria e insistió a que prevalezca la "paz y la armonía".
El mismo hombre que se pensaba que era un neoaislacionista ahora, sólo a unos meses de haber asumido al presidencia, envía a las fuerzas militares en el extranjero a hacer cumplir las normas internacionales y a castigar las violaciones de derechos humanos.
¿Un globalista?
¿Qué cambió? Parece claro que las imágenes gráficas de civiles sirios muriendo o agonizando -incluyendo "adorables bebés", en palabras de Trump- tuvo un efecto dramático en el presidente.
Con unas pocas excepciones, la ofensiva ha sido alabada por políticos de derecha e izquierda en Washington.
Sin embargo, en los próximos días algunas preguntas muy importantes serán puestas en la mesa.
Si la política exterior del presidente cambia drásticamente en sólo un par de días, u horas, ¿sus aliados y adversarios lo interpretarán como una señal de flexibilidad o de incoherencia?
Un ataque con misiles desde un barco es una acción militar con riesgo bajo, pero también de efectividad limitada.
Un funcionario de la Casa Blanca describió la acción como una advertencia para Al Asad.
Pero si el presidente sirio utiliza armas químicas u ordena ataques que implican un significativo número de víctimas civiles, ¿escalará Estados Unidos su intervención militar o reculará, con el riesgo de parecer débil?
Cuando Obama evaluaba usar la fuerza contra el gobierno sirio, decidió que debía contar con la autorización del Congreso para poder hacerlo. ¿Buscará ahora Trump el apoyo de los legisladores, quienes se mostraron reticentes a darle a un presidente demócrata semejante aprobación?
Lo que ocurrió el jueves en la noche fue el primer desafío significativo en materia de política exterior para Trump. Y parece que este cambió radicalmente su postura, su retórica y, consecuentemente, sus acciones.
El candidato que constantemente hablaba de "poner a Estados Unidos primero" terminó su declaración del jueves pidiendo la bendición de Dios no sólo para EE.UU., sino para el "mundo entero".
Esta intervención -y este cambio de actitud- puede ser simplemente una acción aislada. O, quizás, ha nacido un globalista.