China está obligando a cientos de miles de uigures y miembros de otras minorías a realizar duros trabajos manuales en los vastos campos de algodón de la región occidental de Xinjiang, según una nueva investigación mostrada a la BBC.
Basada en documentos de internet descubiertos recientemente, proporciona la primera imagen clara de la potencial magnitud del trabajo forzoso en la recolección de un cultivo que representa una quinta parte del suministro mundial de algodón, el cual se usa ampliamente en la industria mundial de la moda.
Junto con una gran red de campos de detención, en los que se cree que se ha detenido a más de un millón de personas, las denuncias de que se está obligando a grupos minoritarios a trabajar en fábricas textiles ya están bien documentadas.
El gobierno chino niega los señalamientos e insiste en que los campos son "escuelas de formación profesional" y que las fábricas son parte de un esquema masivo y voluntario de "alivio de la pobreza".
Pero nuevas evidencias sugieren que cada año más de medio millón de trabajadores de minorías étnicas también están siendo asignados a la recolección de algodón en condiciones que parecen conllevar un alto riesgo de coerción.
"Desde mi punto de vista, hay implicaciones a una escala verdaderamente histórica", le dijo a la BBC el doctor Adrian Zenz, miembro sénior de la Fundación Conmemorativa de las Víctimas del Comunismo en Washington, la cual descubrió los documentos.
"Por primera vez, no solo tenemos evidencia de trabajos forzosos de los uigures en la manufactura, en la confección de prendas de vestir, sino que también en la recolección de algodón, y creo que eso lo cambia todo", señaló.
"Cualquiera que se preocupe por la ética de las fuentes de abastecimiento tiene que mirar a Xinjiang, que genera el 85% del algodón de China y el 20% del algodón del mundo, para decir 'ya no podemos hacer esto'".
Los documentos, que contienen políticas gubernamentales e informes de noticias estatales, muestran que en 2018 las prefecturas de Aksu y Hotan enviaron 210.000 trabajadores "por transferencia laboral" a recolectar algodón para una organización paramilitar china, el Cuerpo de Construcción y Producción de Xinjiang.
Otros hablan de recolectores que son "movilizados y organizados" y transportados a campos localizados a cientos de kilómetros de distancia.
Este año, Aksuidentificó la necesidad de 142.700 trabajadores para sus propios campos, lo que se cubrió en gran medida mediante el principio de "transferir a todos los que deberían ser transferidos".
Las referencias a la "guía" de los recolectores para que "desistan de las actividades religiosas ilegales" indican que las políticas están diseñadas principalmente para los uigures de Xinjiang y otros grupos tradicionalmente musulmanes.
Los funcionarios del gobierno primero firman "contratos de intención" con las granjas de algodón, determinando el "número de trabajadores contratados, la ubicación, el alojamiento y los salarios", tras lo cual los recolectores se movilizan para "inscribirse con entusiasmo".
Hay muchas pistas de que este entusiasmo no es sincero. Un informe describe una aldea donde la gente "no estaba dispuesta a trabajar en la agricultura".
Los funcionarios tuvieron que visitarla nuevamente para realizar "trabajos de educación del pensamiento". Finalmente 20 fueron expulsados y hubo un plan para "exportar" 60 más.
Campamentos y fábricas
China ha utilizado durante mucho tiempo la reubicación masiva de su población rural pobre, con el objetivo de mejorar el empleo en una campaña nacional contra la pobreza.
En los últimos años, esos esfuerzos se han acelerado.
Se puede decir que en la política interna más importante del presidente Xi Jinping, el objetivo es eliminar la pobreza absoluta antes de que se celebre el centenario del Partido Comunista el próximo año.
Pero en Xinjiang hay evidencia de un propósito mucho más político y niveles de control mucho más altos, así como objetivos y cuotas masivas que los funcionarios intentan cumplir bajo presión.
Un cambio notable en el enfoque de China hacia la región se remonta a dos ataques brutales en Pekín en 2013 y la ciudad de Kunming en 2014, atribuidos por China a los islamistas y separatistas uigures.
Su respuesta, a partir de 2016, ha sido la construcción de campamentos de "reeducación" para cualquiera que muestre algún comportamiento visto como poco confiable: desde instalar una aplicación de mensajería encriptada en un teléfono o ver contenido religioso, hasta tener un familiar viviendo en el extranjero.
Mientras que China las llama "escuelas para la desradicalización", sus propios documentos sugieren que la realidad es un sistema draconiano de internamiento que apunta a reemplazar las viejas identidades de fe y cultura con una lealtad forzada al Partido Comunista.
Pero el trabajo no se limita a los campamentos.
Desde 2018, se ha producido una enorme expansión industrial que implica la construcción de cientos de fábricas.
El propósito paralelo del empleo masivo y el internamiento masivo queda claro por la aparición de muchas fábricas dentro de los muros de los campamentos, o muy cerca de ellos.
El trabajo, parece entender el gobierno, ayudará a transformar las "ideas obsoletas" de las minorías de Xinjiang y las convertirá en ciudadanos chinos modernos, laicos y asalariados.
La BBC intentó visitar uno de los centros en la ciudad de Kuqa, identificado por investigadores independientes como un campo de reeducación construido en 2017.
Imágenes de satélite muestran muros de seguridad internos y lo que parece ser una torre de vigilancia.
En 2018 apareció una nueva fábrica al lado. Poco después de que terminara la construcción, un satélite captó algo significativo.
Analistas independientes confirman que se puede ver una masa de personas, todas aparentemente con uniformes del mismo color, caminando en estrecha formación entre los dos sitios.
Con varios coches siguiéndonos, filmamos el perímetro del complejo.
La fábrica y el campamento ahora parecen haberse fusionado en un gran complejo industrial, cubierto de lemas propagandísticos que enaltecen los beneficios de la campaña contra la pobreza.
Poco pasó para que nos hicieran detener la filmación y obligarnos a marcharnos.
Según los medios estatales locales, la fábrica textil emplea hasta 3.000 personas "bajo la movilización y organización del gobierno".
Pero es imposible verificar quiénes son las personas en la imagen satelital o cuáles son las condiciones para los trabajadores en la instalación hoy.
Las preguntas enviadas directamente a la fábrica no han sido respondidas.
A lo largo de nuestra estancia en Xinjiang, la policía, funcionarios de propaganda local y otros nos impidieron en repetidas ocasiones filmar. Y grandes grupos de personas no identificadas en automóviles sin distintivos nos siguieron continuamente a lo largo de cientos de kilómetros.
"Arraigado pensamiento perezoso"
A pesar del vínculo entre los campamentos y las fábricas, los que no han sido detenidos son los principales objetivos de la campaña de alivio de la pobreza de Xinjiang, un grupo que se considera una amenaza menor para la seguridad, pero que necesita reformarse.
A menudo de familias campesinas o de pastores pobres, más de dos millones de ellos han sido movilizados para trabajar, en muchos casos después de haber sido sometidos por primera vez a breves períodos de entrenamiento laboral "estilo militar" y adoctrinamiento ideológico.
Hasta ahora, la evidencia disponible sugiere que, al igual que los reclusos del campo, ellos también han sido utilizados como fuente de trabajo en las fábricas y, en particular, en las florecientes fábricas textiles de Xinjiang.
En julio de este año, el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales (CSIS) con sede en Estados Unidos concluyó que era "posible" que las minorías también fueran enviadas a recolectar algodón, pero aún "se necesita más información".
Los nuevos documentos encontrados por el doctor Zenz no solo proporcionan esa información, sino que también revelan un claro propósito político detrás de esta transferencia masiva de minorías a los campos.
Un mensaje de agosto de 2016, emitido por el gobierno regional de Xinjiang sobre la gestión de los recolectores de algodón, instruye a los funcionarios a "fortalecer su educación ideológica y la educación de unidad étnica".
Un informe de propaganda encontrado por Zenz sugiere que los campos de algodón presentan una oportunidad para transformar el "arraigado pensamiento perezoso" de los aldeanos rurales pobres mostrándoles que "el trabajo es glorioso", idea que se repite varias veces en los documentos.
Tales frases hacen eco de la visión del estado chino de que los estilos de vida y las costumbres de los uigures son una barrera para la modernización.
Otro informe de propaganda sobre los beneficios de la recolección del algodón describe el deseo de quedarse en casa y "criar a los hijos" como una "causa importante de pobreza".
El estado está proporcionando sistemas de atención "centralizados" para los niños, los ancianos y para el ganado, para que todos "se liberen de las preocupaciones de salir a trabajar".
Y hay muchas referencias a cómo los recolectores de algodón están sujetos a controles y vigilancia aparentemente contrarios a cualquier práctica laboral normal.
Un documento de política de Aksu, con fecha de octubre de este año, decreta que los recolectores de algodón deben ser transportados en grupos y acompañados por funcionarios que "coman, vivan, estudien y trabajen con ellos, implementando activamente la educación mental durante la recolección del algodón".
Mahmut (no es su nombre real) es un joven uigur que ahora vive en Europa y no puede regresar a Xinjiang debido a su historial de viajes al extranjero, una de las principales razones de internamiento en un campo.
El contacto con su familia ahora también es demasiado arriesgado para ellos.
Pero cuando hablaron por última vez en 2018, escuchó que tanto su madre como su hermana habían sido trasladadas a trabajar.
"Se llevaron a mi hermana a la ciudad de Aksu, a una fábrica textil", me dice. "Se quedó en esa fábrica durante tres meses y no recibió dinero".
"En invierno, mi madre estaba recogiendo algodón para los funcionarios del gobierno; dicen que necesitan del 5% al 10% de la aldea, van por cada familia puerta por puerta. La gente va porque tiene miedo de que la lleven a la cárcel o a otro lugar", explica.
En los últimos cinco años, estas visitas puerta a puerta se han convertido en un mecanismo clave de control en Xinjiang, con 350.000 funcionarios enviados para recopilar información detallada e intrusiva sobre cada hogar minoritario.
Aquellos que son llamados a trabajar en estos "equipos de trabajo aldeanos" son muy conscientes de que también son fundamentales para decidir a quién se debe enviar a un campamento.
"Completamente fabricadas"
La industria algodonera de Xinjiang solía depender de trabajadores migrantes estacionales de otras provincias de China.
Pero la recolección de algodón es un trabajo evidentemente duro y el aumento de los salarios y mejores empleos en otros lugares significa que los migrantes dejan de ir.
Ahora los informes de propaganda resaltan con entusiasmo cómo la oferta de mano de obra local ha resuelto esta crisis laboral y ha ayudado a aumentar las ganancias para los productores.
Pero en ninguna parte hay una explicación real de por qué cientos de miles de personas, que aparentemente no tenían ningún interés previo en cosechar algodón, de repente se abalanzaron a los campos.
Aunque los documentos afirman que el pago puede superar los 5.000 RMB [US$764] al mes, un informe parece sugerir que para 132 recolectores organizados en una aldea, el salario mensual promedio era de solo 1.670 RMB [US$255] para cada uno.
Independientemente del nivel salarial, el trabajo remunerado puede considerarse trabajo forzoso según la convención internacional en la materia.
En respuesta a las preguntas enviadas al Ministerio de Relaciones Exteriores de China, la BBC recibió una respuesta por fax que decía: "Los trabajadores de todos los grupos étnicos en Xinjiang eligen sus trabajos de acuerdo con su propia voluntad y firman contratos de trabajo voluntarios de acuerdo con la ley".
La tasa de pobreza de Xinjiang ha caído del 20% registrado en 2014 a poco más del 1% en la actualidad, agrega el comunicado.
Las afirmaciones de trabajo forzoso fueron "completamente fabricadas" por Occidente, dijo el Ministerio al acusar a los críticos de China de querer causar "desempleo forzado y pobreza forzada" en Xinjiang.
"Las caras sonrientes de todos los grupos étnicos de Xinjiang son la respuesta más poderosa a las mentiras y rumores de Estados Unidos", afirmó el gobierno.
Pero Better Cotton Initiative, un organismo industrial independiente que promueve estándares éticos y sostenibles, le dijo a la BBC que las preocupaciones sobre el plan contra la pobreza de China eran una de las principales razones por las que recientemente decidieron dejar de auditar y certificar granjas en Xinjiang.
"Hemos identificado el riesgo de que las comunidades rurales pobres se vean obligadas a obtener empleos vinculados a este programa de alivio de la pobreza", dijo Damien Sanfilippo, director de Estándares y aseguramiento.
"Incluso si estos trabajadores obtienen un salario decente, lo cual es posible, también lo es que no hayan elegido ese empleo libremente", añadió.
Sanfilippo, quien también asegura que hay acceso cada vez más restringido a Xinjiang para sus monitores internacionales, dijo que la decisión de la organización de retirarse solo aumenta aún más el riesgo para la industria mundial de la moda.
"Hasta donde yo sé, no hay ninguna organización activa a nivel local que pueda proporcionar verificación para ese algodón".
La BBC preguntó a 30 marcas internacionales importantes si tenían la intención de seguir adquiriendo productos de China como resultado de nuestros hallazgos.
De los que respondieron, solo cuatro (Marks y Spencer, Next, Burberry y Tesco) dijeron que tenían una política estricta que exige que los artículos procedentes de cualquier parte de China no utilicen algodón en bruto de Xinjiang.
Mientras nos preparamos para salir de Xinjiang, en las afueras de la ciudad de Korla, pasamos por un lugar que era, en 2015, una zona desértica.
Ahora es el lugar de un complejo de campos de prisioneros gigante, que para analistas independientes se trata de múltiples fábricas.
Es solo uno de los muchos complejos que ahora salpican el paisaje y un escalofriante recordatorio final de los límites borrosos entre el encarcelamiento masivo y el trabajo masivo en Xinjiang.