El supuesto ataque con cloro del pasado 9 de abril contra la población civil en Douma, en el este de Damasco, volvió a despertar un fantasma que desde hace más de un siglo la sociedad ha querido enterrar: las armas químicas.

Las armas químicas tuvieron su debut en la Primera Guerra Mundial (1914-1918) con consecuencias tan devastadoras y una reacción de repugnancia tan grande por parte del público en general, que la comunidad internacional resolvió prohibirlas.

Prontose convirtieron en un tabú, pero no fue hasta 1997 que entró en vigor una convención para su eliminación que fue ratificada por las potencias mundiales y varios otros países.

Aunque en realidad, nunca desaparecieron. Su uso se ha comprobado en varios conflictos internacionales y desde el inicio de la guerra civil en Siria, en 2011, se ha visto un uso tan frecuente que muchos temen una nueva proliferación descontrolada.

La Primera Guerra Mundial

La Primera Guerra Mundial es sinónimo de trincheras y también de armas químicas. Fueron utilizadas a gran escala, luego de su introducción en el conflicto por parte de las fuerzas alemanas en 1915.

La primera fue el gas de cloro que actúa como un agente sofocante. Fue diseñada más como un arma más incapacitante que mortal, aunque no dejó de producir numerosas muertes.

Los alemanes habían utilizado gas lacrimógeno en 1914, pero el cloro fue lanzado por primera vez en Ypres, el 16 de abril de 1915.

No obstante su simpleza, su efecto fue enorme porque era un arma completamente nueva.

Fue seguido muy pronto por el gas mostaza, un abrasivo cuyo efecto era quemar los pulmones, ojos y piel expuesta causando ampollas masivas.

Hirió gravemente a muchos soldados. El objetivo inicial tampoco era necesariamente matar, sino generar incapacidad de los soldados, de esa manera muchos de los recursos de la guerra tenían que desviarse al cuidado de los heridos.

El uso de estas armas no fue exclusivo de los alemanes. Británicos y franceses también desarrollaron y lanzaron sus gases químicos en las trincheras.

Alrededor de 100.000 personas murieron y más de un millón fueron afectadas por ataques químicos.

El rechazo del público ante el uso de estas armas después de la Primera Guerra Mundial fue generalizado. Y el mundo se unió rápidamente para erradicar las armas químicas.

Protocolos y convenios sin fuerza

El Protocolo de Ginebra decretó ilegal este armamento en 1925, pero eso no detuvo a las principales potencias.

España e Italia lo utilizaron en sus campañas en el norte de África. Los españoles lo hicieron en Marruecos entre 1923 y 1926, y los italianos en Etiopía entre 1935 y 1940.

Durante la Segunda Guerra Mundial, la Alemania Nazi desarrolló agentes nerviosos. Al comienzo, se concentraron en organofostatos y pesticidas.

Produjeron agentes nerviosos como tabún, somán y sarín, que eran increíblemente efectivos en matar gente.

Aunque nunca los utilizaron en el campo de batalla, sí lo hicieron en sus campos de exterminio.

La entonces Unión Soviética también utilizó gas mostaza durante la Segunda Guerra Mundial en China, país que también fue "rociado" con químicos por las tropas japonesas.

Más avanzado el siglo XX, Estados Unidos usó el agente naranja en la guerra de Vietnam, en los años 60, un químico desfoliante que demostró sus efectos nocivos tanto en la gente como en la vegetación que arrasó.

Pero el producto más devastador de ese conflicto fue el Napalm, un compuesto de gasolina, benzol y poliestireno utilizado en bombas incendiarias, cuyos efectos han perdurado muchos años después de la guerra.

En los años 90, se estableció la Convención de Armas Químicas que prohibía su fabricación, almacenamiento o desarrollo y que fue ratificada por casi todos los miembros de la ONU, incluyendo EE.UU. y Rusia. Entró en vigor en 1997.

No obstante, los agentes nerviosos resurgieron con gran fuerza durante la guerra entre Irán y Irak, entre 1984 y 1988.

A finales de ese conflicto, el líder iraquí Saddam Hussein ordenó un ataque químico contra la población kurda en Halabja, donde 5.000 personas murieron en un solo día.

Ese 16 de marzo de 1988 es una de las fechas más infames de la historia de la humanidad.

La "línea roja" ignorada

Pero luego llegó la guerra civil en Siria.

En el marco de ese conflicto, en 2012 el entonces presidente de Estados Unidos, Barack Obama, advirtió al gobierno de Bashar al Asad contra cruzar "la línea roja" de las armas químicas.

Pero, cuando un año después, sucedió un terrible ataque en Alepo, la comunidad internacional decidió ignorar que esa línea roja hubiese sido cruzada.

"Al no hacer nada, para mí, rompió ese tabú", declaró a la BBC Hamish de Bretton-Gordon, un excomandante de Regimiento Químico, Biológico y Nuclear de Reino Unido.

"Desde entonces, sólo en el conflicto de Siria se han registrado más de 1.000 incidentes de uso de armas químicas", añadió.

El autodenominado Estado Islámico las ha utilizado extensamente contra los peshmerga, combatientes kurdos.

Bretton-Gordon, que ha trabajado con víctimas de estos ataques, fue blanco de uno de ellos cerca de la ciudad iraquí de Mosul, en 2016.

Según él, a no ser que se haga algo pronto al respecto, habrá más proliferación de estas armas por el mundo.

Eso ha quedado en evidencia con el asesinato en 2017 en Kuala Lumpur de Kim Jong-nam, el hermanastro del líder de Corea del Norte.

Ese atentado se llevó a cabo con un agente nervioso muy letal conocido como VX, que fue desarrollado en Reino Unido en los años 50.

De todos las armas químicas, los agentes nerviosos son los más tóxicos y temibles, dicen los expertos.

Hay una gran variedad. Sarín y VX son los más conocidos, pero todos pertenecen a una misma familia química: organofostatos.

Y actúan de manera parecida: destruyen los nervios muy rápidamente y el cuerpo deja de funcionar.

"Interrumpen todas las funciones básicas. Como la intestinal, pulmonar y cardíaca. También afectan los músculos y el cerebro", dijo a la BBC Gary Stephens, profesor de farmacología y especialista en neuroquímica.

Nueva etapa de agentes químicos

Después, en marzo de 2018, llegó el intento de asesinato del exespía ruso Sergei Skripal y su hija, Yulia, en Salisbury, Reino Unido.

Moscú ha sido señalado como el culpable pues el agente químico se identifico como novichok, desarrollado en secreto por Rusia en los años 70, al mismo tiempo que firmaba la Convención de Armas Químicas.

Novichok es un químico binario, llamado así porque está hecho de sólo dos compuestos, pero es 10 veces más poderoso de los existentes.

Se sabe de su desarrollo gracias a Vil Mirzayanov, un científico ruso que participó en su investigación antes de asilarse en Estados Unidos en 1995.

El novichok representa una nueva etapa en el desarrollo de armas químicas. Sus componentes, individualmente, no están en la lista de los prohibidos, así que los rusos no sentían obligación de reportados a la Organización Para la Prohibición de Armas Químicas (OPAQ).

Esa posibilidad de crear agentes venenosos de nuevos materiales podría entrañar el peligro de un proceso no controlado en armas químicas, arguyen los expertos.

La OPAQ permite a los países tener armas químicas, muy limitadas, material precursor para experimentos con objetivos defensivos y desarrollar antídotos.

Pero ningún país revela cuantas reservas de armas químicas tiene.

Cuando la convención entró en vigor en 1997, los firmantes debían destruir todas sus reservas existentes para 2007.

Los rusos declararon que lo habían hecho apenas el año pasado. Estados Unidos, por su parte, dice que no podrá cumplirlo hasta 2022.

Siria aseguró que ya los destruyó, pero lo ponen en duda ataques como el de 2017 en el noroeste del país y el que supuestamente se registró en Douma, el pasado 9 de abril.

"Si la comunidad internacional y el consejo de seguridad de la ONU no están preparadas para hacer cumplir la prohibición, literalmente a la fuerza, pierde su efectividad", manifestó Hamish Bretton-Gordon.

"El umbral ético para el uso de armas químicas está siendo erosionado", concluyó, lo que hará el control, investigación y verificación más difícil en el futuro.

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