Fue campesino, iletrado, inmigrante indocumentado, pandillero, deportado dos veces de Estados Unidos, hasta que se convirtió en chef de uno de los mejores restaurantes de México.
La historia de superación de Eduardo García es la otra cara de la moneda del drama de inmigrantes en EE.UU. que están siendo detenidos, separados, encarcelados y deportados a sus países de origen.
A los 7 años, de la mano de su familia, cruzó ilegalmente la frontera para iniciar una ardua vida en los cultivos, recogiendo los productos para las mesas de los estadounidenses que poco están conscientes de cómo les llega toda esa abundancia.
"Vengo de un pueblo en el estado de Guanajuato donde la gente no va a la escuela. Somos campesinos, por eso que la gente se va trabajar en los cultivos", le cuenta a la BBC.
García fue parte de esa economía informal como migrante indocumentado hasta los 14 años.
"Nos desplazábamos desde Florida hasta Michigan, recogiendo cosechas de todo, desde calabazas hasta tomates, fresas, cocombros, dependiendo de la temporada y del estado".
Después de eso dejo de trabajar en los cultivos y buscó un empleo en un restaurante lavando platos, pero en seis meses fue promovido a la barra de ensaladas.
Descubrió el mundo de la culinaria, un mundo desconocido pero con el que había tenido contacto a través de las frutas y legumbres que durante tantos años había recogido.
Su entusiasmo por la cocina y deseo de superación lo llevaron a aprender más y conseguir mejores empleos en otros restaurantes de categoría.
Mala compañía
Por esos años, también empezó a tener amistades por primera vez en su vida, amigos que en ese entonces "consideraba como parte de la familia, pero no trataban bien a otras personas".
Con otros migrantes mexicanos formaron una pandilla. "Robamos autos, o abríamos los autos de otras personas y robábamos los equipos de sonido".
Inevitablemente, ese entorno lo condujo a problemas con la ley. "Pagué cuatro años de cárcel en EE.UU. por eso y me lo merecía", reconoce.
Al no tener permiso para permanecer en EE.UU., tan pronto salió de la cárcel fue inmediatamente deportado a México.
Allí se hubiera quedado pero volvió a entrar ilegalmente a EE.UU. al escuchar que a su padre lo habían diagnosticado con cáncer gastrointestinal, que él sospecha se debió a todos los pesticidas a los que estuvo expuesto en los campos de cultivo.
"Encontré un trabajo como segundo chef (asistente al chef principal) en un restaurante y así fue como sostuve a mi padre", explica.
Allí fue donde realmente empezó a ahondar en la culinaria, estudiando de cerca las técnicas de los chefs principales, viendo cómo experimentaban en la cocina.
Sin embargo, continuaba siendo un indocumentado y, en 2007, cayó en manos de las autoridades migratorias.
"Yo sabía que ese día vendría. Obviamente fue uno de los más tristes de mi vida, pero parte de mi éxito se lo debo a eso", expresa.
Nueva oportunidad
Estaba regresando a un país que desconocía, después de tantos años en EE.UU. donde había encontrado una vida profesional.
"Había escuchado historias sobre la ciudad, eran horrorosas y yo no quería ser parte de eso. Ya había pasado cuatro años en la cárcel, había visto a violadores, asesinos y la Ciudad de México me atemorizaba, pero sabía que no había otra alternativa", dice.
Aunque casi toda su familia vive en Estados Unidos, el ingreso allí le estaba vetado, así que optó por permanecer en México.
Empezó a hacer búsquedas en internet con "los mejores restaurantes en México" y vio que constantemente salía el nombre Pujol.
Pujol, del chef mexicano Enrique Olvera, es considerado uno de los mejores restaurantes del mundo, responsable de revolucionar los tradicionales platos mexicanos y convertirlos en alta cocina.
"Así que empecé a trabajar para Enrique Olvera durante tres años. Y aprendí a manejar a los cocineros mexicanos, cómo lidiar con México y me enamoré de esta ciudad", declara Eduardo García.
Éxito
A comienzos de 2011, con un préstamo de un tío, abrió su propio restaurante: Máximo Bistrot, en la pujante Colonia Roma de la capital, que administra con su esposa, Gabriela.
En poco tiempo, García ha ganado elogios y premios por sus dotes culinarias que fusionan técnicas francesas con las preparaciones e ingredientes tradicionales de la cocina mexicana.
"Encontré mi identidad a través de la comida en México porque la llevaba adentro y todo lo que tenía que hacer era extraer ese conocimiento", comenta.
El chef ahora tiene tres restaurantes en la Ciudad de México y otros con socios en el resto del país, dos en Londres y uno en Dubái.
De cuatro empleados con los que empezó, ahora maneja 170, muchos de ellos como él, mexicanos que fueron inmigrantes indocumentados en Estados Unidos.
Es un pasado que Eduardo García no esconde, como tampoco esconde el hecho de que a duras penas lee y escribe. Y en un momento coyuntural como lo son las elecciones en México y las volátiles relaciones con el vecino del norte, el chef resalta las oportunidades que se pueden encontrar en su país.
"El mensaje que tengo para el gobierno es muy sencillo: necesitamos educar al pueblo", afirma. Y a los jóvenes del país: "Debes educarte, creer en ti, porque eso es algo que los mexicanos no tenemos, no creemos en nosotros mismos".