Posiblemente la esquina de la calle Nueva York de Caracas el sábado fuera el lugar con mayor cantidad de simpatizantes de Donald Trump por metro cuadrado.

Y Matías Leonardo, el niño más fotografiado de la multitudinaria marcha convocada por la oposición de Venezuela en contra del presidente Nicolás Maduro.

El pequeño tiene apenas cuatro años y su papá en la mañana lo hizo feliz: lo dejó salir a la calle con su disfraz del Capitán América, escudo a la espalda y máscara incluidos.

Bajo un fuerte sol repitió gestos por instrucción de su padre cada vez que alguien le pedía una fotografía: sonrisa amplia que se abría bajo el antifaz azul y bandera tricolor de Venezuela extendida.

"Es por el apoyo que nos está brindando Estados Unidos", decía su papá, José Bermúdez, al explicar por qué había llevado así vestido a su niño.

Bermúdez se desplazó desde Catia, una zona popular en el oeste de Caracas, hasta situarse junto a la entrada del elegante centro comercial Tolón, venido a menos como casi todo en Venezuela.

El empleado de banca está agradecido con Estados Unidos y el presidente Donald Trump por la presión que está ejerciendo sobre el gobierno de Maduro y el respaldo a Juan Guaidó, que el 23 de enero se proclamó "presidente encargado".

Signo de esperanza

El disfraz del Capitán América de Matías Alejandro es un signo de la esperanza que supone para la oposición venezolana el creciente apoyo de Estados Unidos, un país que mantiene con Venezuela una histórica relación que data del comienzo de la explotación petrolera, continúa con el béisbol, el consumismo y los viajes a hacer compras baratas a Miami a finales de los años 70.

Con Hugo Chávez salió a la luz la otra cara. Pese a que el fallecido comandante llegó a tocar la campana de Wall Street en 1999, a partir de 2002 agudizó su discurso "anti-imperialista" tras el fallido golpe de Estado en su contra del que acusó a Washington.

Esa idea se mantiene en el chavismo. "Siempre hemos sido víctimas de la amenaza imperial. En los últimos días se han quitado la careta", me dice Maroa, simpatizante chavista, en una marcha en apoyo de Maduro el sábado en el centro de la capital.

El presidente lleva tiempo acusando a Estados Unidos de fomentar una guerra económica para derrocar su modelo socialista.

"Todo esto es parte de la guerra imperial", me insiste Mariano Rondón, también fiel chavista.

En su discurso del sábado, Maduro criticó que Trump se haya dejado asesorar por los "halcones" Mike Pompeo, secretario de Estado, y John Bolton, asesor de Seguridad Nacional.

"Peor que Obama no será", decía Maduro hace dos años cuando Trump fue elegido presidente de Estados Unidos.

Pero ha sido el republicano el que más ha apretado al gobierno de Maduro. Sobre todo en los últimos días con el reconocimiento inmediato a Guaidó en cuanto se proclamó presidente y con las sanciones a la petrolera estatal PDVSA.

El vicepresidente, Mike Pence, y el senador por Florida Marco Rubio, que ve en el exilio venezolano una buena fuente de votos en su estado, han sido los principales impulsores de la línea de mano dura contra el gobierno de Venezuela que ejecuta Trump.

Maduro y su gabinete aseguran que el nuevo plan de la oposición ha sido diseñado en Washington. Y acusan tradicionalmente a la oposición de "pitiyanquis", esas personas que tienen simpatía hacia Estados Unidos y su forma de vida.

"De pinga"

Como casi todo en la Venezuela que lleva años partida en dos, obviamente Trump y Estados Unidos son vistos de manera muy divergente.

En la marcha de la oposición del sábado no sólo no había discursos antiimperialistas, sino que había agradecimiento irrestricto, aunque la dirigencia, con Guaidó a la cabeza, eluda cualquier vínculo con Washington.

Además de Matías Leonardo disfrazado de Capitán América, el personaje de cómic que peleaba contra el nazismo, también se vieron máscaras de Trump.

Y unas gorras que prometen ser un éxito de ventas en las próximas acciones de calle de la oposición. Una de ellas la llevaba Mari Vázquez. "Make Venezuela d'pinga again", se leía emulando el eslogan de campaña de Trump: "Make America Great again" (Hacer otra vez grande a Estados Unidos).

"De pinga" es una expresión coloquial venezolana que significa chévere, genial.

"Hace un año sentía que no se podía y ahora sí se puede. El apoyo internacional da tranquilidad. Puede ayudar mucho", me dice Vázquez, una mujer de clase alta que supera los 40.

Admite que pasa muchas temporadas en Miami, que se ha convertido en la cuna del exilio venezolano como lo fue del cubano. El viernes, el vicepresidente Pence estuvo allí reunido con la diáspora más política y beligerante contra Maduro.

Vázquez, como muchas otras personas, cree que es "ahora o nunca" la salida de Maduro. Y todo gracias al apoyo de Estados Unidos que ve como un punto de quiebre en el conflicto.

"Puede generar esperanza, confianza", dice Vázquez, que recuerda que el vecino del norte no es un país cualquiera.

"El apoyo de Estados Unidos ha sido la chispa", afirma sobre el cambio de la oposición, aletargada desde el fin del último ciclo de protestas en julio 2017 y ahora de nuevo revitalizada.

Junto a ella está Gabriella Hilla, venezolana que presume de tener la nacionalidad estadounidense.

Les pregunto si incluso estarían de acuerdo con una intervención militar. "Los logros serían mayores que los sacrificios que vamos a tener que hacer", dice Gilla, críptica. "Yo estoy dispuesta a aceptar que lleguen los marines", añade Vázquez, más clara.

Ambas entienden el riesgo de una solución como esa, que no parece estar cerca ni ser probable, y afirman que esperan otra solución. Pero si no...

"Espero que sólo afecte a su gente", dice Vázquez sobre una eventual intervención militar.

También les pregunto por Trump, una figura controvertida y que genera opiniones encontradas. "Dicen que es radical, pero a Estados Unidos le ha ido muy bien. Es tanta la desesperación por salir de esto...", dice Vázquez.

"Estados Unidos no va a apostar su prestigio por esto y que quede igual", asegura, esperanzada en que Washington siga aumentando la presión al gobierno de Maduro y no se olvide de un asunto que ha generado una crisis internacional.

"Estamos desesperados"

"Si nos ayuda a acabar con el régimen...", me dice sobre Trump la joven Selenia Viera, que a diferencia de las dos mujeres anteriores es de un origen más humilde.

Angie Rosales vive en Caricuao, una zona popular de Caracas, y ve en el presidente estadounidense un aliado inesperado. Traga saliva cuando habla de él, pero es práctica: "Trump no es muy bueno, pero..."

"Estamos desesperados", resume para graficar que están dispuestos a dejar de lado otras consideraciones sobre Trump y Estados Unidos.

En las marchas opositoras predominan la clase media y alta, pero también hay gente de los barrios populares.

"Es ahora, es nuestro momento", me dice Alejandra, que vive en el barrio del 23 de Enero, tradicional bastión de la izquierda chavista.

"Hay gente que dice que Estados Unidos se va a llevar nuestro petróleo, pero ya se lo están llevando Rusia y China y no nos están ayudando", afirma.

A su lado, su amiga Patricia, también vecina del 23, del que ha salido sin los símbolos de la oposición para no ser reconocida, es más consciente de los peligros de que Estados Unidos siga presionando e incluso llegue a una intervención militar en Venezuela, algo que en Washington no se esfuerzan por descartar.

"La situación está dada para eso", avanza Patricia.

"Moriría gente, incluso inocentes. No quisiera que llegáramos a eso, debe ser muy delicado. Ojalá cedieran el poder y se fueran tranquilos", desea. Pero sabe que el chavismo no quiere ceder el poder.

Al otro lado de la ciudad y casi al mismo tiempo, Maduro insistía en que él es el único presidente de Venezuela.

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