Según las cifras oficiales, ningún país latinoamericano tiene menos casos de covid-19 que Nicaragua.
El país centroamericano había incluso mantenido la cifra de casos confirmados en dos dígitos -únicamente 25- hasta este martes, cuando el total subió repentinamente a 254, con 17 muertos.
Pero sigue siendo una estadística baja particularmente para un país donde el gobierno sigue sin ordenar mayores medidas de aislamiento e incluso promueve actividades masivas, como la ya célebre marcha "Amor en tiempos del covid-19".
¿Cómo se explica esta paradoja en un país que tiene además uno de los sistemas de salud peor financiados de toda América Latina?
¿Y qué hay detrás de los reportes de un dramático aumento en el número de nicaragüenses acudiendo a los hospitales con graves afecciones respiratorias o muriendo por "neumonías atípicas",como pareció reconocer involuntariamente el propio presidente Daniel Ortega en su última comparecencia pública?
BBC Mundo se puso en contacto en diferentes oportunidades con el Ministerio de Salud de Nicaragua (Minsa) para solicitar una entrevista al respecto, pero no obtuvo respuesta.
Así que para tratar de arrojar algo de luz al respecto recurrimos a uno de sus antiguos directores de vigilancia epidemiológica, el Dr. Álvaro Ramírez, quien ofreció una sencilla respuesta: que las cifras oficiales están muy lejos de la realidad.
Ramírez, quien tiene una maestría en epidemiología por la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, reside actualmente en Irlanda pero se mantiene en estrecho contacto con sus colegas y se desempeña como asesor de epidemiología de la Asociación Médica Nicaragüense.
"Tengo semanas viviendo en horario nicaragüense", le dice a BBC Mundo, para luego advertir que la inacción del gobierno que preside Daniel Ortega podría tener consecuencias catastróficas para el segundo país más pobre de América Latina.
A continuación, un extracto de la conversación con el epidemiólogo nicaragüense.
Si Nicaragua ha estado en las noticias ha sido porque el gobierno no ha ordenado ninguna medida de aislamiento para frenar la pandemia. Y sin embargo las cifras oficiales reportan poquísimos casos, el menor número en toda América Latina. ¿Cómo se explica?
El problema con las estadísticas del MINSA tiene que ver con su definición de caso, que inicialmente era "paciente proveniente del extranjero, o con contacto con personas provenientes del extranjero, que presenta síntomas severos de coronavirus".
Por lo tanto, si el paciente no tenía contacto con el extranjero, no se les hacía el test (para confirmar o descartar la presencia del coronavirus). Esa política se mantuvo durante los primeros meses e incluso ahorita, en mayo.
Y los números reflejan esa definición de caso. De hecho, a mucha gente que estaba con síntomas, pero no había estado en el extranjero, se les ponía en cuarentena y se les trataba como sospechosos, pero no se los incluía en los datos.
¿A usted le parece un protocolo adecuado?
No. Nosotros hemos enfrentado epidemias en Nicaragua antes, y en el caso del dengue, por ejemplo, definimos como caso sospechoso a cualquier persona que tuviese fiebre.
Y hacíamos los tests, independientemente de si había otras posibles razones para la fiebre, para confirmar o no dengue. Cuando el cólera entró a Nicaragua en los años 90, nosotros definimos que cualquier proceso diarreico profuso podía ser sospechoso de cólera mientras no se demostrara lo contrario.
Entonces empezamos a hacer muestreos por todo el país para identificar si había circulación de cólera o no. Pero en esta epidemia el gobierno decidió hacerle la prueba solamente a la gente que reuniera ese criterio.
El último reporte del MINSA sugiere sin embargo que eso podría estar cambiando...
Sí, en su último comunicado ya incluyen "casos confirmados y probables de covid". Eso es lo que dicen. Es decir, a decidieron incluir no solo a los que tengan tests, sino los que tienen la sintomatología, los que son clínicamente probables de covid.
¿Cómo explica usted ese cambio?
Primero, por la realidad y el nivel de presión social que existe.
Segundo, porque se dieron cuenta que su manejo ya estaba afectando el comercio internacional (con el cierre de la frontera con Costa Rica).
Y tercero, que como la tasa de letalidad estaba en 32%, la más alta del mundo, necesitaban bajarla. Y la única forma es a costa de un incremento exponencial del número de casos.
Al momento ellos doblan el número de muertos a 17; es decir, reconocen un crecimiento de la mortalidad del 112%, pero hay un crecimiento de la casuística de un 916%.
¿Le parecen creíbles las nuevas cifras?
No, no son creíbles. Esas cifras solo son la punta del iceberg, para tratar de reducir la tasa de mortalidad del 32% al 6,7% y salir así del listado de la tasa de letalidad más alta del mundo.
Se dieron cuenta del error matemático que estaban cometiendo. Pero los datos publicados son otra parte de la manipulación, porque solo ese número -los 229 casos nuevos que reportan, que se suman a los 25 que reconocían antes para llegar a - son los que ahorita están hospitalizados en el Hospital Alemán, para decirte algo.
Lo importante, sí, es que con este último comunicado el MINSA confirma el crecimiento exponencial (de los casos de covid-19 en Nicaragua). Porque eso es lo que se llama crecimiento exponencial: pasar de golpe de números pequeños a números cien o mil veces más.
Con esta última declaración, el MINSA está conociendo que hay crecimiento exponencial del coronavirus en Nicaragua, aunque sea con datos maquillados. Y si hay crecimiento a ese nivel eso debería obligar a las autoridades a mantener una comunicación constante, a informes diarios.
Los reportes no deberían ser semanales, porque el crecimiento es alarmante: 916% en una semana. Y si el gobierno no reacciona y deja que el crecimiento sea exponencial, ¿qué va a pasar en el país? Pues que la mortalidad va a aumentar.
Todos los gobiernos del mundo han reaccionado, pero en Nicaragua hay numerosas actividades convocadas por el gobierno, el (campeonato de) béisbol no se ha suspendido...
El gobierno debería parar todo ese tipo de actividades de aglomeración y decretar el estado de emergencia, pero ya confirmaron que no lo van a hacer.
¿Cuál puede ser la razón?
Esa es la pregunta del millón, la pregunta que todo el mundo se hace: por qué el gobierno decidió ocultar la realidad. Porque ha habido un proceso de negación absoluta.
Por un lado, el gobierno nicaragüense asume que ellos tienen el mejor sistema de salud del mundo y apostaron a una política de prevención que fue útil en los 80 y 90 de visitas domiciliares para disminuir el efecto de la pandemia.
Y creo que también asumieron que la pandemia no iba a entrar a Nicaragua.
Pero la decisión también se puede explicar por una serie de intereses políticos, económicos y familiares, muy vinculados a los conflictos internos generados luego de las protestas de abril de 2018.
Para empezar, el gobierno podría estar queriendo utilizar la pandemia para negociar el levantamiento de las sanciones a la familia de (el presidente) Ortega y funcionarios de gobierno.
Y también parece esperar que a raíz de la crisis creada por la pandemia entren fondos internacionales para tratar de rehabilitar la economía.
Pero además, tampoco le conviene paralizar la economía ni declarar el estado de emergencia, porque esto le generaría importantes costos financieros. Y sin ayuda internacional, ¿de dónde van a sacar el dinero? Se lo tendrían que reducir a la policía, el ejército y los paramilitares que los sostienen. Y eso no lo van a hacer.
Lo que yo más creo, si, es que el gobierno se está manejando con base en creencias anacrónicas.
La vicepresidenta (Rosario Murillo, quien también es la esposa de Ortega) es de las personas que creen en espiritualidades y en comunicación con los espíritus, y cree que Nicaragua va a estar protegida del coronavirus porque ella habla con Rubén Darío, con Sandino, con Hugo Chávez y otra gente que le recomienda qué hacer.
Yo conozco a muchos de los profesionales que están al frente del MINSA y cuando trabajábamos juntos seguíamos un método científico, pero en Nicaragua no se ha seguido un método científico de abordaje a la pandemia.
Todo está basado en las decisiones de la vicepresidenta, la verdad proviene de la pareja presidencial.
¿Significa eso que los profesionales del sistema público de salud de Nicaragua están dejando de hacer lo que saben que tendrían que hacer?
Lo que pasa es que cualquier técnico que diga lo contrario a lo que quiere la pareja presidencial es despedido o sancionado.
Por eso fue que suspendieron a la ministra Carolina Dávila. Ella iba a decir los números reales, que en ese momento eran 15, y no quería limitarse a repetir el comunicado que venía de la presidencia.
Eso generó una crisis con la OPS y ella fue suspendida de inmediato.
Pero si el gobierno realmente quiere utilizar la crisis para que le levanten las sanciones, ¿por qué minimizar la gravedad de la situación? Lo lógico sería hacer lo contrario.
Porque es el argumento que necesitan para rechazar todas las medidas recomendadas por la OMS y así agravar la crisis sanitaria.
Ahora, también hay otra hipótesis, que es que estén buscando la inmunidad de rebaño, como en Suecia.
Esa es otra posible explicación, porque si no te preocupás por identificar por dónde anda circulando el virus, por hacer los controles epidemiológicos, y más bien promovés la propagación del virus manteniendo las escuelas abiertas, manteniendo actividades culturales y deportivas, organizando manifestaciones políticas y promoviendo el turismo, la lógica puede ser acelerar el proceso de inmunidad de rebaño: lograr que el 60%, 70%, 80% de la población nicaragüense se infecte rápidamente para que el impacto también sea rápido y no se mire mucho en el tiempo.
El riesgo de eso es que nosotros no tenemos ni el sistema de salud de Suecia ni el nivel educativo de la población sueca para tomar medidas preventivas apropiadamente.
Entonces, ¿qué es lo que va a pasar? Pues que dado que el sistema no tiene capacidad y no se hacen prevenciones, la tasa de letalidad nuestra puede ser extremadamente alta, de entre el 30% y el 50%.
¿Y qué evidencia hay para afirmar que la situación es mucho más grave que lo que dicen las cifras oficiales?
Que los hospitales están llenos. Todos los hospitales de Managua ya están llenos con sospechosos de covid.
Y ya están abriendo las casas de campaña en el Hospital Militar y habilitando otras áreas, también en el (hospital) Vivian Pellas, para que ahí estén los respiratorios y que no entren al hospital.
También están los entierros exprés, los entierros en horas de la noche. Y en sus últimos comunicados el gobierno ya admite que hay "casos en brotes". Esos "casos en brotes" ya es transmisión comunitaria y eso es lo que provoca el ascenso exponencial de la epidemia.
¿Qué presupone eso para un país con un sistema de salud como el de Nicaragua?
El Imperial College de Londres ya estimó que si se contagia el 79% de la población, que serían unos 5 millones de afectados, con un 15% de letalidad estaríamos hablando de 20.000 muertos.
Eso es si la tasa de letalidad se mantiene en el 15%. Pero, ¿y si colapsa el sistema de salud? Ahí la cosa sería incluso peor que en Guayaquil, porque el problema de Nicaragua es que el colapso del sistema sería a nivel nacional, porque los brotes se van a presentar simultáneamente en todo el territorio nacional como resultado de la estrategia que se está siguiendo.
En estos momentos Managua, Chinandega y Masaya son los lugares con mayor número de pacientes, pero hay en todo el territorio.
¿Se está a tiempo de evitar una gran mortandad o ya es demasiado tarde?
Yo creo que ya está llegando a ser bastante tarde, porque los casos que estamos vendo ahora son gente que se contaminó hace cuatro a seis semanas.
Estamos hablando de gente que se contagió a principios de abril o en marzo, porque eso es lo que tarda un paciente en llegar al hospital: primero está el período de incubación, luego vienen los primeros síntomas, los síntomas más severos y luego la necesidad de hospitalización.
Pero toda la propagación que ha habido en esta semana, toda la propagación que ha habido con los nuevos muertos, es una propagación que va a producir casos dentro de cuatro a seis semanas.
Y luego está el problema de que es el inicio de la estación lluviosa que en Nicaragua incremente el riesgo de enfermedades respiratorias, diarreicas, de la malaria, el dengue y todas las enfermedades endémicas que se incrementan naturalmente a partir del mes de mayo.
¿Hay forma de tener una mejor idea del número real de casos y muertes?
Se han creado mecanismos alternativos y hay reportes como el del Observatorio Ciudadano que hablan de que al 9 de mayo ya había más de 1.000 casos sospechosos y más de cien muertos.
No son datos oficiales, sino que es lo reportado por informantes en las diferentes comunidades. Pero de acuerdo a los datos de crecimiento epidemiológico podría estar bastante acercado a la realidad.
Y podríamos esperar que si en la semana del 9 de mayo se produjeron 100 muertes, en esta semana se van a producir unas 300, 400 muertes.
¿Qué le dicen sus colegas en Nicaragua?
Están aterrorizados. La gente dice que nunca ha visto algo como esto.
En Nicaragua ha habido dos grandes fenómenos que han dejado muchos muertos. El primero es el terremoto del 23 de diciembre de 1972, donde murieron 10.000 personas, y el otro es la guerra de los 80, que se estima dejó 50.000 muertos.
En esa guerra yo participé, yo era el jefe de servicios médicos del ejército, pero ahí no se miraban los muertos en las ciudades. Y la diferencia entre los muertos de los 80 y los muertos de esta epidemia es que estos muertos se van a ver en las ciudades, como pasó en Guayaquil, como está pasando en Brasil y pasó en Italia o en Madrid.
Pero si la cosa está tan mala como la pintan los críticos del gobierno, ¿por qué no se han visto todos esos muertos?
Es una cuestión del tiempo, porque las mentiras tienen patas cortas. Porque el gobierno de Nicaragua está tratando de esconder los muertos, por eso se están haciendo entierros exprés, a medianoche, ahorita que tienen la capacidad de hacerlo.
Pero cuando los casos sigan aumentando y los muertos sigan aumentando se les va a hacer más difícil. Además la mayoría de los primeros casos también han sido entre gente cercana al gobierno: los que andaban en las manifestaciones, militantes del partido, etc., y eso les ha permitido coaccionar y obligar a la gente a que no divulgue el caso y os entierren en silencio.
Pero en la medida en que esta epidemia empiece a afectar a gente que no es adepta al gobierno, esta gente va a desenmascarar las mentiras del gobierno.
¿Entonces qué cabe esperar?
La epidemia va a empezar a llegar a sus máximos aproximadamente a mediados de junio, y cuidado se prolonga en crecimiento porque el gobierno sigue promoviendo actividades.
Pero en junio va a haber un nivel de resentimiento social, e incluso de pérdida de apoyo entre los simpatizantes del gobierno, que va a complicar la estabilidad política del país.
Ahorita estamos viendo las repercusiones de las acciones no tomadas en abril y marzo. Pero la repercusión de lo que no se está haciendo ahora todavía está por verse.