Angel* huyó de Zimbabue temiendo por su vida después de que la policía la encontrara en la cama con otra mujer hace cinco años.
Desde entonces, intenta convencer al Ministerio del Interior de Reino Unido de que es lesbiana y que la juzgarán si regresa.
Pero¿cómo probar una cosa que has tratado de ocultar toda una vida?
Una difícil conversación
En 2015, Angel fue entrevistada por un funcionario en el norte de Inglaterra. Su función era determinar si la mujer mentía sobre su sexualidad.
"¿Cómo sé que soy lesbiana? ¿Cuántos años tenía cuando lo supe? ¿A quién se lo dije?"... esas son algunas de las preguntas que Angel recuerda.
Durante siete horas, el entrevistador investigó la historia de su vida:
Su relación secreta con otra chica durante el bachillerato y la traición de un familiar en quien confió; su matrimonio forzado con un marido abusador y la hija que dejó atrás en Zimbabue; cuando fue violada por dos hombres para "enderezarla"; la brutalidad de la policía al descubrirla en la cama con otra mujer.
También le preguntaron por su religión. Según Angel, como si sus creencias cristianas fueron usadas contra ella.
La solicitante tuvo pocas amantes en Zimbabue. Allí habría sido imposible ser abiertamente homosexual.
Sin embargo, el entrevistador preguntó "por qué una vez llegada a Reino Unido no había aprovechado para tener relaciones con mujeres".
Angel explicó que seguía asustada de abrirse a la gente y que aún cargaba con el estigma de ser lesbiana.
Al entrevistador no le pareció suficiente y lo volvió a intentar. "Solo un puñado de encuentros con mujeres, sin relaciones largas o intentos de reunirse con mujeres en Reino Unido. ¿Por qué entonces te identificas como lesbiana?".
Le costó responder. "Por mis sentimientos", dijo. "Nunca he tenido libertad para practicar mi sexualidad".
Más de 1.500 personas buscan asilo a causa de su sexualidad en Reino Unido cada año.
La decisión del Ministerio del Interior sobre a quién conceder o negar el asilo depende de si el entrevistador considera al solicitante auténtico y creíble.
En el pasado, los interrogatorios solían ser intrusivos sobre el comportamiento sexual, de acuerdo a la abogada Zofia Duszynska.
Karen Smith, voluntaria del Grupo de Apoyo a la Inmigración Lésbica, coincide.
Argumenta que el Ministerio del Interior británico tiene una "fijación" con la idea de que la solicitante cuente "su historia" sobre cómo supo que era lesbiana.
Pero tal y como lo experimentó Angel, apuntar cuándo se sintió así no es tan fácil. Con frecuencia, una mujer "quizás no sepa" que es lesbiana hasta años después de sentirse "diferente", según Smith.
La voluntaria asegura conocer muchos casos en los que las lesbianas habían sido penalizadas por dar respuestas cortas, como Angel, y no relatar una historia colorida y conmovedora.
"El Ministerio del Interior necesita entender mejor los efectos del trauma en la memoria y cómo responde alguien ante una persona que le cuestiona sobre ese trauma", agrega Smith.
"A veces rechazan a solicitantes porque no han mostrado suficiente evidencia en su implicación en las actividades LGBT en Reino Unido. Pero cuando dicen que sí, se les acusa de que solo se involucraron para el asilo", continúa Smith.
El Ministerio del Interior asegura estar "orgulloso de su protección a solicitantes de asilo tras huir por su orientación sexual" y añade que "cada caso se considera con sus méritos individuales, juntando con cuidado toda la evidencia disponible".
Historias emocionales
La firma legal Duncan Lewis en Reino Unido mostró ejemplos de cartas de rechazo de solicitudes. La negación de asilo se dio en todos estos casos:
- "Se consideró que no mostraste ningún lenguaje emotivo, sentimientos o palabras que indicaran tu sexualidad".
- "A pesar de asegurar que eras homosexual desde los 19 años, no has detallado tu historia emocional".
- "Fuiste evasivo y poco específico describiendo tu historia emocional e incapaz de declarar lo que te hizo saber que eras homosexual".
- "Todas tus respuestas se centraron en sentimientos físicos y echaron en falta detalles emocionales".
"Ninguno de estos comportamientos refleja las políticas publicadas por el Ministerio del Interior, que aunque necesitan una actualización, reconocen la necesidad de ser sensible cuando se lidia con estas dificultades", según Duszynska.
Huida
Angel trató de explicar que sabía desde muy joven que le gustaban las chicas, pero que trataba de ocultarlo.
Así se mantuvo hasta 2015, cuando conoció a Kim en una fiesta. Las dos mujeres, ambas en sus 30, conectaron enseguida.
Bailaron y bebieron alcohol. Este encuentro inédito hizo sentir feliz y desinhibida a Angel. Al rato, se fueron juntas a una habitación.
Posteriormente en la entrevista le preguntaron por qué lo habían hecho si sabían que podía ser peligroso.
"Había controlado mis sentimientos durante mucho tiempo y ya no podía más. Llega un punto en que te sobrepasa y dejas que suceda. No pensamos que todo terminaría de la forma en que terminó", recuerda Angel.
Una pelea en el piso de abajo hizo que acudiese la policía.
Cuando los agentes llegaron a la habitación y las encontraron desnudas sobre la cama, la situación se hizo obvia.
El sexo entre hombres es un acto criminal en Zimbabue, pero técnicamente ser lesbiana no es un delito de arresto. En su lugar, la policía busca "justicia instantánea", dijo Angel.
Ella recuerda cómo una estudiante en su escuela fue golpeada por las sospechas de que era lesbiana. Cuando algunos transeúntes pasaron a su lado y se enteraron de por qué se le atacaba, también se detuvieron para propinarle un puñetazo.
La policía, presente, no detuvo la golpiza.
Según Amnistía Internacional, el estigma y discriminación contra el colectivo LGTB siguen extendidos en Zimbabue, donde es peligroso ser abiertamente homosexual.
Mientras Angel y Kim se vestían, la policía las pateó y golpeó con sus bastones.
Kim fue golpeada hasta la inconsciencia, lo que causó pánico en los agentes.
"Vete a traer agua para tu 'marido'", le ordenó la policía a Angel.
Fue entonces cuando se escapó en la noche sin volver a saber qué sucedió con Kim.
Corrió a casa y metió algunas pertenencias en una mochila. Temiendo que la policía estuviera detrás, ni siquiera se despidió de su hija y su madre.
Angel huyó a Sudáfrica, pero le aconsejaron abandonar ese país por el aumento de ataques xenófobos contra inmigrantes.
Entonces se puso en manos de una red ilegal que transportaba refugiados a países más seguros.
Una organización caritativa cubrió los gastos de documentos falsos y le gestionó un pasaje a Reino Unido a través de un vuelo a Francia y luego un transbordador desde Calais a Dover.
Incredulidad
Oculta y temerosa en la parte trasera del transbordador, Angel se repetía lo que le habían dicho: "En Reino Unido ayudan al colectivo LGTB, serán comprensivos".
Pero tres meses después de su entrevista con el Ministerio del Interior le denegaron el asilo.
La apelación de Angel fue atendida por un tribunal en 2016. Recuerda sentirse avergonzada mientras otros hombres en la sala discutían si merecía o no el asilo.
El juez decidió que sí, que era lesbiana y que había sido violada. Sin embargo, no estaba convencido de que la violación se llevara a cabo solo por ese motivo.
Entonces, no habría sido "excesivamente difícil" irse a otra parte de Zimbabue, dijo el juez.
Desde que llegó a Reino Unido, Angel acudió a terapia por estrés postraumático. Estaba progresando, pero la decisión del juez renovó su pesimismo. También perdería su ayuda estatal de US$40 por semana.
En su primera noche sin tener dónde dormir, se refugió en un autobús nocturno hasta el amanecer. En su cabeza repetía una y otra vez las preguntas del Ministerio del Interior, pensando cómo podía haberles convencido de su historia.
"Me sentía culpable y enojada conmigo misma. Debí haber explicado más sobre mi violación. Me sentí como si hubiese decepcionado a mi hija", dijo Angel.
"Solo podía llorar pensando en todo lo que pasé"
El dolor y la culpabilidad de abandonar a su hija persigue a Angel día y noche. "Puedo imaginar lo que piensa mi hija sobre mí y no puedo culparla", lamenta.
Tras perder su alojamiento, Angel pasó los 18 meses siguientes dependiendo de gente en su iglesia para tener donde dormir por la noche. A veces ofrecía trabajo doméstico o cuidado de sus hijos a cambio.
"Algunos me daban US$10, otros nada. Sabían que era vulnerable y que no tenía dónde dormir".
Hubo momentos en los que Angel se preguntaba si había sido buena idea escapar de Zimbabue. Incluso contempló suicidarse.
Sin embargo, vivir su primera fiesta del orgullo gay en Manchester en 2018 restauró su moral.
"Hubo momentos donde solo me paraba maravillada. Gente que incluso no era homosexual venía a apoyar. Había mucho amor", contó Angel.
Tras esa experiencia, Angel se enamoró de la ciudad. Con ayuda caritativa, la mujer pudo reanudar su solicitud de asilo, juntando tantas pruebas como fuese posible de que Zimbabue no era seguro para volver.
Después de un trabajo doloroso y una espera agonizante, se le concedió el asilo en el otoño boreal de 2019.
Cuando su abogada la llamó para darle la noticia, le pareció surrealista y no terminó de creérselo hasta que su permiso oficial de residencia llegó un mes después.
"Mirándolo, solo podía llorar y pensar en todo lo que había pasado", dijo.
Ahora trabaja duro para mejorar su inglés y ayuda a otras lesbianas que piden asilo. Su gran ambición es traer a su hija a Reino Unido para estar de nuevo juntas.
Ilustraciones de Tom Humberstone.
*Angel es un pseudónimo.