Tras el triunfo de la Revolución Rusa en 1917, hace ahora 100 años, pocos aspectos de la historia del siglo XX escaparon a la influencia de la recién nacida superpotencia. El islam y las sociedades islámicas no fueron una excepción.

En el momento de su colapso, en la URSS vivían cerca de 50 millones de musulmanes. El que era el mayor país del mundo en aquel momento era también el cuarto con mayor cantidad de fieles de esta religión.

Seis de las 15 repúblicas de la unión, las concentradas en Asia Central (Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Azerbaiyán, Turkmenistán y Uzbekistán), eran de mayoría musulmana. Además, el Islam también contaba ?y cuenta? con poblaciones considerables en el Cáucaso, los Urales y otras zonas del país.

"Mientras que algunos europeos tienden a ver a los musulmanes como algo externo a su historia, sea esto correcto o no, hay que destacar que los musulmanes fueron centrales ?o más centrales? en la historia rusa de lo que lo fueron en la europea", afirma en entrevista con BBC Mundo Timothy Nunan, profesor en el Centro de Historia Global de la Universidad Libre de Berlín.

La Revolución Rusa y el nacimiento y evolución de la URSS tuvieron un impacto profundo sobre el mundo islámico, dentro y fuera de las fronteras soviéticas. En algunos casos de forma brutal.

El impacto de la invasión de Afganistán

Algunos autores destacan también el papel de Moscú sobre el islam político y en la expansión del radicalismo islamista.

Para el profesor Nunan esta es una cuestión llena de matices: "Creo que ambas cosas, tuvo un papel y no lo tuvo. De una manera sencilla, diría que no. La URSS, desde sus mismos orígenes, apoyó los movimientos anticolonialistas y lo que ellos llamaban antiimperialistas. Los movimientos islamistas rara vez encajaban en esta idea".

"Sin embargo, sí que contribuyó en el sentido de que, a mediados de los 70 y 80, la URSS se convirtió en objeto de odio para movimientos islamistas en todo el mundo, sobre todo como consecuencia de la invasión y ocupación de Afganistán. Se convirtió en un imán para movimientos islamistas en los años 80", agrega.

En cambio, apunta el experto, hasta ese momento, la relación entre la URSS y el mundo islámico había sido relativamente cordial y había estado marcada por la influencia soviética sobre los movimientos de descolonización.

Las alianzas con Yemen del Sur ?un Estado socialista cercano a Moscú desaparecido en 1990? y con Siria parecían demostrar el éxito desde la perspectiva soviética del socialismo en el "tercer mundo" y en sociedades de mayoría musulmana.

Yihad contra la Unión Soviética

Los diez años de guerra en Afganistán transformaron de forma radical esa imagen. Tras la invasión soviética, la guerrilla islamista de los muyahidines ?apoyada por Estados Unidos? llamó a la yihad. Moscú se convirtió en su principal enemigo.

Para Nunan, en Afganistán se libró una dura batalla entre dos formas de entender el antiimperialismo y el anticolonialismo.

En esa pugna encontramos la principal relación entre la URSS y la radicalización del islam político y su posterior expansión a otros lugares.

"Afganistán fue desde ese momento la ruta tanto de un islam político más global y acogió el crecimiento de movimientos islamistas regionales y de violencia e inestabilidad desde aquel período", le dice a BBC Mundo Kathleen A. Collins, profesora de la Universidad de Minnesota.

"Al Qaeda también nació en el contexto de la guerra afgana, con la llegada de yihadistas de Medio Oriente que emergieron entre las ramas más radicales de los Hermanos Musulmanes. Muchos de ellos procedían de Arabia Saudita y de otros países árabes y se desplazaron a Afganistán para participar de la yihad contra la Unión Soviética", añade la autora del libro de próxima publicación The Rise of Muslim Politics: Islam and State in Central Asia and the Caucasus (El surgimiento de la política musulmana: islam y Estado en Asia Central y el Cáucaso).

Los musulmanes soviéticos y la Revolución Rusa

Dentro de la URSS, sin embargo, la relación entre Moscú y las poblaciones musulmanas soviéticas pasó por diferentes fases desde el triunfo de la Revolución Rusa.

Durante sus más de 70 años de existencia, la Unión Soviética alternó épocas de tolerancia en los que la coexistencia entre el islam y el socialismo fue posible, con momentos de dura represión religiosa, no solo contra los musulmanes.

En los primeros días de la Revolución Rusa, Vladimir Ilich, Lenin, hizo un llamado para que los fieles de esta confesión ?que habían sido marginados y reprimidos por el Imperio Ruso? se unieran a los bolcheviques, impulsores de la revuelta.

"Musulmanes de Rusia cuyas mezquitas y casas de piedra han sido destruidas, cuyas costumbres y creencias han sido escarnecidas por los zares, ¡apoyen la revolución!", les conminó el líder revolucionario en noviembre de 1917.

Para Lenin, los entonces cerca de 16 millones de musulmanes del Imperio Ruso, en torno a una décima parte de su población, eran una fuerza útil para el avance su proyecto político.

Fue también en los primeros tiempos de la URSS cuando ideólogos y revolucionarios como Sultán Galiev ?bolchevique de origen tártaro? trataron de conjugar el marxismo y la práctica del islam en una única ideología.

Pero este "nacionalismo socialista musulmán" tuvo poco recorrido. Galiev, acusado de desviación nacionalista, fue encarcelado en 1923 y expulsado del Partido Comunista. En 1940 fue ejecutado.

Represión contra los musulmanes soviéticos

Desde principios de los años 20, la URSS comenzó percibir el islam como una fuerza contrarrevolucionaria a la que había que combatir: miles de mezquitas y madrasas fueron clausuradas, especialmente en Asia Central.

"Al final quedaron únicamente dos escuelas islámicas legales para toda la Unión Soviética. El número de mezquitas descendió de forma drástica. Mientras que anteriormente se podían encontrar cientos de mezquitas en una sola ciudad grande de Asia Central, después quedaron unas 17 para toda la república de Tayikistán, por ejemplo. La política soviética fue extremadamente represiva y destructiva con la cultura y la fe musulmana", asegura Collins.

Esta mano dura se suavizó tras la invasión alemana de la URSS, cuando el líder soviético José Stalin modificó la política religiosa y propició un período de tolerancia relativa.

Burocracia religiosa

Moscú creó una especie de "burocracia religiosa" que trató de monopolizar la práctica del islam y limitarla a los lugares controlados por el Estado.

Como consecuencia, una parte de la población musulmana de Asia Central trasladó sus prácticas religiosas al ámbito privado.

"Continuaron organizando funerales musulmanes en las casas, incluso sabiendo que era arriesgado. Continuaron con la práctica de la circuncisión de los niños a pesar del riesgo. Abandonaron los signos externos como el hiyab o el ir a las mezquitas de forma regular, pero muchos de ellos continuaron siendo creyentes. No fueron secularizados", afirma Collins.

¿Una oposición islamista?

Algunos autores sostienen que esta práctica religiosa extraoficial, al margen de la rigidez gubernamental, propició la radicalización de los musulmanes soviéticos. Sin embargo, los expertos consultados plantean dudas sobre este punto.

"Es una cuestión complicada. No existe en absoluto una reacción universal o general contra la URSS, especialmente en las últimas décadas. Se puede decir que mucha gente acabó adaptándose al sistema soviético porque les permitía avanzar en términos de educación, profesionales? No hubo en ningún caso un movimiento de masas musulmán contra la Unión Soviética", explica la profesora Collins.

"Existieron pequeños grupos, que se llamaron los 'jóvenes mulás', sobre todo en Tayikistán y Uzbekistán, que empezaron a radicalizarse a partir de las ideas que leían en la literatura de los Hermanos Musulmanes y otros grupos islamistas transnacionales que se filtraron en la URSS en los 70 y 80", agrega la investigadora.

El colapso de la URSS en 1990 y las independencias de las repúblicas de mayoría musulmana en Asia Central supuso un cambio drástico.

Esos grupos minoritarios se convirtieron en la base de la nueva oposición islamista, violenta en algunos casos, que fue duramente reprimida en Uzbekistán y Tayikistán desde los 90 hasta la actualidad.

Estado Islámico y exrepúblicas soviéticas

Con la caída de la URSS, estos movimientos islamistas locales ?en ocasiones forzados a huir de sus países de origen? empezaron a converger con el yihadismo internacional que había sido espoleado por la guerra de Afganistán.

Casi 30 años después de su separación de Moscú, las exrepúblicas soviéticas de Asia Central siguen bajo el control de gobiernos autoritarios y el islamismo político continúa siendo reprimido. Una estrategia que, en ocasiones, parece dar resultados opuestos a los buscados.

Sin embargo, el territorio post-soviético donde el yihadismo fue más activo en las últimas décadas no hay que buscarlo en Asia Central, sino en Chechenia, en las montañas del Cáucaso.

Desde su adhesión al Imperio Ruso a mediados del siglo XIX, esta república de mayoría musulmana fue escenario de diversas revueltas contra Moscú.

En 1944, Stalin llegó a deportar a cientos de miles de chechenos a Siberia, acusados de colaboracionismo con los nazis.

Pero esta represión no acabó con el nacionalismo en la región: medio siglo después, el derrumbe de la URSS fue visto como una oportunidad para la independencia. También propició el surgimiento del radicalismo islamista en el Cáucaso.

"Durante principios de los 90, los separatistas buscaron la independencia completa de su república, pero el fracaso en la construcción de ese Estado y la forma brutal en que Moscú lo combatió transformó la causa nacionalista en una islamista con un componente yihadista", señaló un informe publicado en 2012 por el International Crisis Group, un centro de estudios sobre conflictos con sede en Bruselas.

En 1999, los rebeldes chechenos anunciaron la implementación de la sharía o ley islámica en Chechenia e invadieron la vecina república de Daguestán, donde declararon un Estado Islámico. Una vez más, Rusia respondió militarmente.

La segunda guerra chechena concluyó con la destrucción de la capital chechena, Grozny, y la toma del control directo del poder por parte de Moscú.

Desde entonces, los militantes yihadistas chechenos han seguido llevando a cabo numerosos ataques, entre ellos la toma de más de 800 rehenes un teatro de Moscú en 2002, que terminó con la muerte de al menos 170 personas, y la toma de la escuela de Beslan, que concluyó con casi 400 víctimas mortales.

Su papel en el yihadismo internacional también fue activo. En ocasiones, esta zona del Cáucaso y las exrepúblicas soviéticas de Asia Central fueron descritas como un vivero de yihadistas.

"Si se suman todos los países postsoviéticos se puede ver que envían la segunda mayor cantidad de militantes a ISIS (el autodenominado Estado Islámico) después de Túnez. Sin embargo, creo que hay particularidades de este fenómeno que son contradictorias con el período soviético", señala el profesor Nunan.

"Una es que estas personas viven en Estados independientes a los que muchas veces perciben como faltos de legitimidad y más corruptos incluso de lo que era la URSS. En la URSS, la gente tenía protección social, un trabajo estable, el sentimiento de pertenencia a una superpotencia? Para muchas personas hoy, particularmente en países como Tayikistán o Kirguistán, sienten que sus perspectivas de vida son mucho más limitadas", sugiere el experto.

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