Luego de un largo camino de desencuentros, el embajador designado por el gobierno de Colombia llegó este domingo a Venezuela, con la intención de comenzar este lunes las relaciones diplomáticas entre ambos países.
La decisión, que se da a tres años de que Nicolás Maduro rompiera con Bogotá por sus diferencias con Iván Duque, se da impulsada por el nuevo presidente Gustavo Petro.
El diplomáticp nombrado es Armando Benedetti, quien fue jefe de campaña de Petro. Este lunes será recibido por el presidente Maduro para iniciar sus trabajos.
"Las relaciones con Venezuela nunca han debido romperse. Somos hermanos, una línea imaginaria no nos puede separar ni muchísimo menos una política pública de Estado como sucedió con el presidente (Iván) Duque", dijo Benedetti en una declaración antes de partir.
Colombia y Venezuela, que comparten una frontera de 2.219 kilómetros, no tienen relaciones diplomáticas desde que se rompieron el 23 de febrero de 2019 por orden de Maduro en medio de una escalada de tensiones con su par colombiano de entoncesl, por el apoyo de este al líder opositor Juan Guaidó.
El recibimiento estuvo a cargo del viceministro para América Latina de la Cancillería de Venezuela, Rander Peña, quien, a través de su cuenta en Twitter, informó de la llegada del funcionario colombiano.
"En nombre del presidente Nicolás Maduro le dimos la bienvenida al país a Armando Benedetti, embajador designado de la República de Colombia en la República Bolivariana de Venezuela", dijo Peña.
Análisis de Gabriel Pardo, corresponsal de BBC Mundo en Colombia
Fueron casi cuatro años sin relaciones, pero siete con la frontera cerrada. El impacto ha sido enorme.
La que fue durante décadas una relación complementaria, crucial en la vida de millones de personas, más de tres años fue interrumpida por el choque entre Maduro y Duque, quien pensó que acorralar diplomáticamente al mandatario venezolano llevaría a su salida del poder.
Maduro, sin embargo, se aferró más. Pero la frontera se mantuvo cerrada.
En medio de la pandemia, sin comunicación entre Bogotá y Caracas y con el cierre del tránsito se profundizaron todas las problemáticas del vasto y caótico territorio que comparten los países: más caminos ilegales, más delincuencia y más enfrentamientos entre grupos armados.
Además, millones de colombianos y venezolanos que hacían sus vidas a ambos lados de la frontera vieron su cotidianeidad -su ida al colegio, su pequeño negocio comercial, su relación familiar- distorsionada como nunca.
El restablecimiento de las relaciones es un desarrollo importante a juzgar por estos antecedentes, pero tomará tiempo y trabajo lograr que las cosas vuelvan a una normalidad que quizá nunca ha sido del todo ideal.
Muchas sedes consulares fueron saqueadas, negocios tuvieron que cerrar y relaciones comerciales instauradas por años debieron ser suspendidas.
Reestablecer el vínculo, cuando ambos países enfrentan fuertes desafíos económicos, no será fácil.