El líder fascista italiano Benito Mussolini era famoso por tener muchas amantes. Pero sin dudas la más importante fue la última, Clara Petacci, quien murió fusilada a su lado el 28 de abril de 1945, hace justo 75 años.

"Claretta" era 29 años menor que il Duce y desde la adolescencia sentía adoración por él.

Según el historiador de la Universidad de Oxford Richard J. B. Bosworth, quien escribió una biografía sobre ella en 2017, se conocieron por casualidad.

Fue en un playa en las afueras de Roma, en Ostia, en 1932, cuando Mussolini ya llevaba diez años como líder supremo de Italia.

Él tenía 49 años y estaba casado desde hace 17 con su segunda esposa, Rachele Guidi, con quien tenía cinco hijos (más uno de un matrimonio anterior).

Claretta tenía 20 años.

"Ella venía de una familia romana burguesa. Su padre formaba parte del equipo médico del Papa Pío XI y también dirigía una clínica para la clase alta en Roma. Su madre era muy católica y era inusual verla sin un rosario en la mano", cuenta Bosworth.

A pesar de que Mussolini estaba casado y de que era mucho mayor que su hija, ambos padres incentivaron la relación extramarital, señala el historiador.

La favorita

Irónicamente, los amantes solían encontrarse en misa los domingos, para luego pasar la tarde del domingo teniendo relaciones sexuales en la oficina de Mussolini.

Pero Claretta no era una más de las muchas jóvenes y hermosas mujeres que pasaron por la vida del il Duce.

Después de una pausa en su relación, entre 1934 y 1936, cuando ella contrajo matrimonio y luego se separó de un teniente de la Fuerza Aérea, ella se convirtió en la principal concubina del líder fascista.

Fue la única que tuvo su propia habitación en el Palazzo Venezia, donde Mussolini instaló su gobierno. Además, ella contaba con guardaespaldas y chofer propio.

A pesar de su corta edad, tenía un muy alto nivel cultural e intelectual y, durante gran parte de los 13 años que duró su relación, registró muchas de las conversaciones en sus diarios.

Cuando estos fueron desclasificados y publicados por primera vez, en 2009, causaron un gran revuelo.

La política Alessandra Mussolini, nieta del líder totalitario, dijo que Petacci había sido "una acosadora" y aseguró que "ni una sola palabra" de lo que escribió sobre su abuelo en los diarios era cierto.

Adicto al sexo e inseguro

Los diarios, escritos entre 1932 y 1938 y publicados bajo el título "Claretta Petacci, Mussolini Secreto", describen el voraz apetito sexual del líder fascista.

"Hubo un tiempo en que tenía a 14 mujeres y tomaba a tres o cuatro todas las noches, una tras otra", le contó a su joven amante.

Sin embargo, el historial amoroso de Mussolini causó un sinfín de peleas entre ellos, ya que también ella era muy celosa.

Muchos pasajes de los diarios recuentan estas acaloradas riñas, entremezcladas con importantes sucesos que marcarían la historia del mundo, como la alianza entre Mussolini y su par alemán, Adolf Hitler.

Un ejemplo: el libro revela que el líder italiano pasó gran parte de la noche del 11 de marzo de 1938, horas antes del Anschluss -la anexión de Austria a la Alemania nazi- tratando de convencer a su amante de que sus celos eran infundados.

Evidentemente logró convencerla.

"Hacemos el amor como nunca antes lo habíamos hecho, hasta que a él le duele el pecho, y luego lo hacemos de nuevo. Luego se queda dormido, exhausto y feliz", escribió ella sobre aquella noche.

Los diarios también revelan muchas de las inseguridades de Mussolini, no solo como amante sino también como líder.

Obsesionado con Napoleón

Según escribió Petacci, él le contó que una vez tuvo un encuentro erótico en la playa con María José de Bélgica, esposa de quien luego sería el último rey de la monarquía italiana, Humberto II.

Pero a pesar de que ella supuestamente hizo todo lo posible para seducirlo, él no pudo lograr una erección.

Según Bosworth, muchas de las confidencias que hizo Mussolini eran preocupaciones que tenían que ver con su edad.

"Él había nacido en 1883 así que (durante la relación) estaba pasando de los 50 a los 60 años y empieza a preocuparse sobre envejecer y morir, así que él hablaba sobre algunos de esos temas con ella".

Pero también le habló sobre sus inseguridades como líder.

"Una de las pequeñas obsesiones de Mussolini era si él era o no otro Napoleón. Cada vez que él le decía a Claretta: 'Realmente no he logrado tantas cosas como Napoleón, ¿verdad?', ella le aseguraba que no era cierto, y qué él era más inteligente y mejor".

La relación con Hitler

Mussolini también compartió con su amante detalles de su relación con Hitler, a quien conoció por primera vez en 1934.

Si bien aquel primer encuentro fue famosamente tenso, los dos líderes se fueron acercando y forjaron una alianza que luego se conocería como "el Eje" (al que luego se sumó Japón).

Incluso antes de firmar un acuerdo oficial -el llamado Pacto de Acero de 1939, firmado meses antes de que estallara la Segunda Guerra Mundial- Mussolini ya se vanagloriaba con su amante sobre su relación con el Führer.

"Cuando me vio había lágrimas en sus ojos. Realmente me aprecia mucho", le dijo al regresar de la Conferencia de Múnich, en 1938, en la que se acordó la entrega a Alemania de parte del territorio de Checoslovaquia.

"El Führer es muy agradable", agregó, y lo describió como "una persona emotiva por dentro".

Sin embargo, Mussolini también se mostró crítico con el carácter explosivo de Hitler.

"Salieron chispas de sus ojos, su cuerpo temblaba y se recuperó con dificultad", describió un arranque de ira del alemán.

"Yo, por otro lado, permanecí completamente tranquilo", alardeó, y aseguró que fue él quien logró llevarlos "de nuevo al asunto en cuestión".

"Hitler sinceramente me adora", le dijo a Claretta, según lo que ella registró en sus diarios.

La caída

Incluso después de que Mussolini fue derrocado, en julio de 1943, su amante se mantuvo fiel a su lado.

Tras permanecer separados, ambos bajo arresto, por un par de meses, en septiembre de ese año se reunieron en el norte de Italia, donde el líder fascista -que fue liberado por los nazis- instaló un gobierno títere del Tercer Reich: la República Social Italiana, más conocida como la "República de Saló".

Sitiados por los Aliados y por la Resistencia italiana -los partisanos-, el 25 de abril de 1945, unos cuatro meses antes del final de la guerra, Mussolini huyó junto con su amante y funcionarios de su gobierno hacia la frontera suiza.

Fueron capturados dos días más tarde por partisanos en la aldea de Dongo, a orillas del lago de Como.

La tarde siguiente fueron fusilados.

Existen distintas versiones de cómo ocurrió. La más romántica dice que ella interpuso su cuerpo cuando le dispararon a él y recibió la bala en su lugar.

Lo que se sabe con certeza es que los cuerpos de Mussolini, Petacci y los demás líderes fascistas fueron llevados hasta la Plaza de Loreto, en la cercana Milán, donde el 29 de abril fueron expuestos colgados de los pies.

Las imágenes de sus cadáveres colgando, desfigurados, tras haber sido atacados con violencia por una muchedumbre furiosa, dieron la vuelta al mundo y se convirtieron en unas de las más emblemáticas de la derrota del fascismo.

El día después, en un búnker en Berlín, Hitler se quitaba la vida, anticipando el final de la Segunda Guerra Mundial en Europa.

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