Las diferencias son más que evidentes. Con contundentes mensajes, el presidente argentino, Alberto Fernández, y su vicepresidenta, Cristina Fernández de Kirchner, dejaron en evidencia esta semana las rupturas al interior de su gobierno.
Después de que varios ministros del ala kirchnerista presentaran su dimisión el miércoles ante el Ejecutivo como consecuencia de la derrota oficialista en las urnas el domingo pasado, Fernández fue el primero en romper su silencio.
Pasado el mediodía de este jueves, el mandatario escribió en Twitter una serie de mensajes en los que, sin referirse a su vicepresidenta, dejó claro el descontento: "No es este el tiempo de plantear disputas que nos desvíen el camino", señaló.
"He oído a mi pueblo. La altisonancia y la prepotencia no anidan en mí. La gestión del gobierno seguirá desarrollándose del modo que yo estime conveniente. Para eso fui elegido", agregó el mandatario.
https://twitter.com/alferdez/status/1438522223355207680
Ante esas palabras, la expresidenta no tardó en contestar.
Caída la tarde, Fernández de Kirchner publicó en la misma red social una extensa y directa carta que terminó de evidenciar la quiebra.
En el texto, Fernández insistió en la necesidad de hacer cambios en el gabinete tras considerar que "hay funcionarios y funcionarias que no funcionan".
Después de "semejante catástrofe política", en referencia a los resultados del domingo, la vicepresidenta argentina dijo que "uno escuchaba a algunos funcionarios y parecía que en este país no había pasado nada, fingiendo normalidad y, sobre todo, atornillándose a los sillones".
Además, le recordó al mandatario que fue ella quien lo postuló como candidato a la Casa Rosada en 2019, a pesar de que Fernández ya era un duro crítico de la expresidenta.
https://twitter.com/CFKArgentina/status/1438622959028015114
"Sólo le pido al presidente que honre aquella decisión? pero por sobre todas las cosas, tomando sus palabras y convicciones también, lo que es más importante que nada: que honre la voluntad del pueblo argentino", indicó.
La peronista arremetió además contra varios funcionarios cercanos al mandatario como el vocero presidencial, Juan Pablo Biondi, a quien acusó de hacer "operaciones en off".
Advirtió que no va a seguir tolerando las operaciones de prensa que desde el propio entorno presidencial a través de Biondi se hacen sobre ella y "sobre nuestro espacio político".
De acuerdo con la periodista de BBC Mundo Veronica Smink, la percepción general entre los argentinos desde "hace dos días" es de expectativa total ante lo que pueda suceder con el gobierno.
Los comicios como detonante
La crisis tuvo origen el domingo pasado, cuando las listas de precandidatos a diputados y senadores de la principal coalición opositora, Juntos por el Cambio, fueron más votadas que las del oficialista Frente de Todos.
Durante las primarias en las que los ciudadanos debían elegir a los candidatos para las elecciones legislativas del 14 de noviembre, la coalición gobernante apenas se impuso en 7 de los 24 distritos electorales y perdió el que era considerado su mayor bastión: la provincia de Buenos Aires.
Ante los resultados, este miércoles, el ministro del Interior, Eduardo "Wado" de Pedro, y al menos otros cuatro ministros, todos integrantes del sector kirchnerista del gobierno, pusieron sus cargos a consideración del presidente, que evalúa si acepta o no las renuncias.
Los medios locales están siguiendo minuto a minuto las reacciones y decisiones que se tomen de un lado y del otro, sin encontrar todavía una voz oficial que dé cuenta de lo que se vive adentro de la Casa Rosada.
Sin embargo, hubo algo en lo que ambos, presidente y vicepresidenta, coincidieron: ambos plantearon la necesidad de mantener el crecimiento económico y la reactivación en medio de la crisis que se ha profundizado con la pandemia.
Actualmente, el principal problema que aqueja a los argentinos es la inflación, que durante los últimos dos años del expresidente Mauricio Macri se disparó, y que hoy se acerca otra vez al 50% interanual.
Además, casi la mitad de la población ha caído por debajo de la línea de la pobreza, según cifras del Consejo de Coordinación de Políticas Sociales del gobierno.
Análisis de Veronica Smink
Periodista de BBC Mundo en Buenos Aires
Esta no es la primera vez que "los Fernández" -como los llaman algunos- discuten en público.
Él fue mano derecha del expresidente Néstor Kirchner (2003-2007), el marido de ella, quien falleció en 2010, y tuvo gran influencia en su gobierno, como jefe de Gabinete.
Pero, aunque mantuvo ese cargo cuando Cristina sucedió a su esposo, renunció después de solo siete meses, en medio de un enfrentamiento entre los Kirchner y el sector rural.
Tras dejar el poder se convirtió en un duro y vocal crítico de su exjefa.
Invitado a dar su opinión en programas periodísticos, llegó a definir el segundo mandato de Fernández de Kirchner como "un mal gobierno" y dijo que "su acción institucional es deplorable".
"Todo lo que hizo en material judicial es deplorable", señaló también en declaraciones que dieron vueltas en las redes sociales, cuando los exrivales sorprendieron a todos anunciando una alianza para las elecciones de 2019.
Aunque la estrategia de unirse resultó exitosa para llegar al poder, muchos se preguntaban entonces cómo estos dos rivales convivirían.
Algunos especulaban con que él sería una especie de títere político de la exmandataria. Otros, que en un país presidencialista, él se impondría tras ganar los comicios, abriéndose del kirchnerismo y fundando el "albertismo".
Después de dos años de una convivencia incómoda, la fuerte derrota en las elecciones primarias de medio término hizo que las diferencias resurjan, de manera explosiva.
Y ahora, la pelea entre el presidente y su vice amenaza con generar una nueva crisis institucional, que muchos comparan con la que ocurrió en octubre de 2000, cuando el entonces vicepresidente, Carlos "Chacho" Álvarez, abandonó el gobierno del radical Fernando de la Rúa.
Muchos argentinos recuerdan con dolor y preocupación lo que pasó poco más de un año después: el estallido económico y social de diciembre de 2001, que llevó a la renuncia de De la Rúa y sumió al país en la peor crisis institucional de su historia.