La Antártida es el continente más frío, seco y ventoso de la Tierra, y eso explica por qué es el único sin una población indígena.
Sin embargo, el cuarto continente más grande del mundo -después de Asia, América y África- es uno de los lugares más anhelados del planeta.
Siete países reivindican partes de su extenso territorio de 14 millones de kilómetros cuadrados.
Algunas son naciones lindantes, como Argentina, Australia, Chile y Nueva Zelanda.
Pero también tres países europeos -Francia, Noruega y Reino Unido- reclaman soberanía sobre sectores de la Antártida.
El primero en instalar una base permanente en la región y declarar su soberanía allí fue Argentina, en 1904. La Base Orcadas es la estación científica antártica más antigua todavía en funcionamiento.
El país sudamericano consideraba la región como una extensión de su provincia más austral, Tierra del Fuego, al igual que las islas Malvinas (o Falklands), Georgias del Sur y Sándwich del Sur.
Sin embargo, Reino Unido, que controla esas islas, hizo su propia reclamación antártica en 1908, reivindicando una región que abarca por completo el sector reclamado por Argentina.
Chile, sumó su propio reclamo años más tarde, en 1940, también sobre la base de que era una extensión natural de su territorio.
La Antártica Chilena -como se la conoce allí- forma parte de la Región de Magallanes, la más austral de las 16 regiones en que se divide el país, y se superpone en partes con los terrenos antárticos exigidos por Argentina y Reino Unido.
Las otras demandas de soberanía se basan en las conquistas realizadas por famosos exploradores antárticos a comienzos del siglo XX.
El reclamo de Noruega se funda en las exploraciones de Roald Amundsen, el primero que alcanzó el Polo Sur geográfico, en 1911.
Y las pretensiones de Nueva Zelanda y Australia se basan en las gestas antárticas de James Clark Ross, quien izó la bandera del Imperio británico en territorios que fueron puestos bajo la administración de esos dos países por la Corona británica, en 1923 y 1926, respectivamente.
En tanto, Francia también reclama una pequeña porción de suelo antártico que fue descubierta en 1840 por el comandante Jules Dumont D'Urville, quien lo bautizó Tierra Adelia, en honor a su esposa.
Sin dueños
Más allá de estos reclamos soberanos, otros 35 países, incluyendo a Alemania, Brasil, China, Estados Unidos, India y Rusia, tienen bases permanentes en el continente blanco.
Sin embargo, el lugar que muchos llaman el Polo Sur (porque contiene el polo sur geográfico) no pertenece a nadie.
Desde 1961 es administrado por un acuerdo internacional, el Tratado Antártico, que fue firmado el 1 de diciembre de 1959 originalmente por los siete países con pretensiones soberanas más otros cinco: Bélgica, Estados Unidos (donde se firmó el acuerdo), Japón, Sudáfrica y Rusia.
El Tratado, firmado en el contexto de la Guerra Fría, buscó evitar una escalada militar, afirmando que "es en interés de toda la humanidad que la Antártida continúe utilizándose siempre exclusivamente para fines pacíficos y que no llegue a ser escenario u objeto de discordia internacional".
El pacto congeló las reclamaciones territoriales existentes y estableció que la Antártida se convierta en una reserva científica internacional.
También prohibió las pruebas nucleares y "toda medida de carácter militar, excepto para colaborar con las investigaciones científicas".
Desde entonces, otras 42 naciones se han sumado al Tratado, aunque solo 29 -aquellas que realizan "actividades de investigación sustanciales"- tienen poder de voto y pueden tomar decisiones sobre el presente y futuro de la Antártida.
Hasta ahora todos miembros del pacto han acordado seguir prohibiendo cualquier otra actividad en la Antártida que no sea científica.
Riqueza
Pero ¿por qué tanto interés por un continente cubierto casi enteramente de hielo?
Uno de los principales motivos tiene que ver con lo que potencialmente yace debajo de ese hielo: abundantes recursos naturales.
"Hay una razón por la cual los geólogos a menudo tienen el lugar más destacado (en las bases científicas de la Antártida)", señala el documentalista y periodista Matthew Teller, quien ha escrito extensamente para la BBC sobre el continente blanco.
A pesar de que la prospección petrolera y minera está prohibida por el Tratado Antártico, sí se puede explorar con fines científicos.
Así, los expertos han logrado estimar que bajo el suelo antártico hay unos 200.000 millones de barriles de petróleo, dice Teller.
"Mucho más que Kuwait o Abu Dhabi", resalta.
Sin embargo, hoy no es viable explotar esos recursos, porque -además de que está expresamente prohibido- el costo de extracción sería demasiado alto.
Esto se debe a que, a diferencia del Ártico, que está conformado principalmente por océano congelado, la Antártida es un continente rocoso cubierto de hielo.
Y esa capa de hielo puede alcanzar los cuatro kilómetros de profundidad.
En tanto, construir plataformas petroleras off shore en las proximidades de la costa antártica, donde se cree hay vastos depósitos de petróleo y gas, también resultaría muy costoso debido a que allí el agua se congela en invierno.
No obstante -advierte Teller- "es imposible predecir en qué estado estará la economía mundial en 2048, cuando sea el momento de renovar el protocolo que prohíbe la prospección antártica".
"En ese escenario, un mundo hambriento de energía podría estar desesperado", afirma.
Además de petróleo y gas, se cree que la región antártica es rica en carbón, plomo, hierro, cromo, cobre, oro, níquel, platino, uranio y plata.
Plataforma continental
El Océano Antártico también tiene grandes poblaciones de kril y peces, cuya pesca es regulada por la Comisión para la Conservación de los Recursos Marinos Vivos Antárticos.
Todas estas riquezas naturales explican por qué los países que reivindican partes de la Antártida también han realizado reclamos ante la Organización de Naciones Unidas (ONU) para demandar sus derechos de propiedad sobre el lecho marino adyacente a los territorios antárticos que pretenden.
En 2016, la Comisión de Límites de la Plataforma continental (CLPC) de la ONU reconoció el derecho de Argentina de extender sus límites externos en el Atlántico Sur, lo que le permitió al país sudamericano sumar 1,6 millones de kilómetros cuadrados de superficie marítima.
Sin embargo, la CLPC no se pronunció sobre el reclamo relacionado con los territorios antárticos (ni de Argentina ni de ningún otro país) ya que el organismo no considera ni emite recomendaciones sobre áreas en disputa.
Beneficios menos conocidos
Hay dos potenciales utilidades más que tiene el continente blanco, que son únicas, pero menos conocidas que las riquezas naturales tradicionales.
Mientras muchos se enfocan en los potenciales beneficios económicos que yacen kilómetros debajo del hielo o en los mares, pasan por alto lo que muchos consideran será el bien más preciado en el futuro: el agua dulce.
Y es que el hielo que cubre la Antártida es la mayor reserva de agua dulce del mundo, un recurso esencial escaso que algún día podría valer más que el oro.
Se calcula que la Antártida contiene el 70% del agua dulce del planeta, ya que allí se concentra el 90% de todo el hielo de la Tierra.
Y hay mucha más agua dulce congelada que la que se halla debajo del suelo, y en ríos y lagos.
Si se considera que el 97% del agua en el mundo es salada, se comprende la importancia que tiene ese recurso hídrico congelado en el extremo sur del planeta.
La otra ventaja poco conocida de la Antártida tiene que ver con sus cielos, que son particularmente claros e inusualmente libres de interferencias de radio.
Esto los hace ideales para la investigación del espacio profundo y el seguimiento satelital.
"Pero también son ideales para el establecimiento de redes de vigilancia encubierta y el control remoto de sistemas de armas de ataque", advierte Teller.
Australia ha advertido que China podría utilizar su base científica Taishan -la cuarta del país en territorio antártico, construida en 2014- para realizar tareas de vigilancia.
"Las bases antárticas se utilizan cada vez más para un 'doble uso': la investigación científica que es útil para fines militares", denunció el gobierno australiano en 2014.
Sin embargo, el sistema de navegación satelital chino, BeiDou, cumple con las reglas del Tratado Antártico, al igual que el sistema Trollsat de Noruega.