La primavera de Nueva York se cuela por primera vez en más de medio siglo en uno de los recintos donde se discuten los grandes conflictos del mundo.
Desde diciembre de 1964, unas gruesas cortinas han cubierto los ventanales de la famosa sala de la mesa en herradura del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, el organismo integrado por 15 países que se encarga de mantener la paz y la estabilidad global en nombre de la ONU.
Por casi 55 años, las sesiones en que se han debatido las principales guerras y crisis en todo el orbe se realizaron en un ambiente claustrofóbico de luz artificial.
La sala, diseñada por el arquitecto noruego Arnstein Arneberg, devino un símbolo de los temas que se discuten allí y de los históricos enfrentamientos en sus discusiones entre los bandos formados por Estados Unidos, Reino Unido y Francia y Rusia y China, los cinco miembros permanentes del organismo.
Pero este jueves, se hizo, literalmente, la luz.
Alemania inauguró su presidencia de un mes del Consejo con la solicitud de que se retiraran las cortinas para que entrara el sol.
La propia misión del país europeo no dudó en calificarlo como un acto simbólico.
"La transparencia y apertura a una membresía más amplia de Naciones Unidas y a la sociedad civil son cruciales no solo simbólicamente, sino también en la práctica, para la credibilidad y legitimidad", escribió la representación alemana en su cuenta de Twitter.
El embajador de esa nación ante la ONU, Christoph Heusgen, llevó a su primera reunión como presidente temporal un reloj de arena de 45 centímetros, otro símbolo de la tradicional puntualidad alemana para recordar al resto de los delegados los 5 minutos y 30 segundos establecidos para sus discursos allí.
Pero el gesto de las cortinas no solo fue visto como un llamado a una mayor claridad en las teatrales sesiones del único órgano de la ONU cuyas decisiones están obligados a cumplirtodos los Estados Miembros.
También sirvió de pretexto para recordar un extraño y olvidado episodio que marcó la historia de Naciones Unida: uno de los motivos por el que las cortinas de la cámara del Consejo estuvieron cerradas por más de 50 años.
El atentado contra el Che en la ONU
Con sus botas negras y su traje de campaña, el guerrillero argentino Ernesto Guevara despotricaba enardecidamente contra el "imperialismo" y "sus males" en la sede de Naciones Unidas.
Era el 11 de diciembre de 1964 y el entonces ministro de Industria de Cuba, de 36 años, hablaba en nombre del gobierno de La Habana ante la Asamblea General.
Su discurso sucedía al que antes, en 1960, había pronunciado allí Fidel Castro durante cuatro horas y 29 minutos, el más largo pronunciado en la historia de Naciones Unidas que se llevó incluso un récord Guinness.
Mientras Guevara hablaba sobre "colonialismo", "neocolonialismo", "tercer mundo" o de la necesidad de una "revolución" que liberara a los "pueblos oprimidos", cientos de cubanos exiliados protestaban frente al edificio de 39 pisos de la ONU en Nueva York.
Una mujer, incluso, había sido detenida poco antes con un cuchillo de caza de 20 centímetros que esperaba clavar entre las costillas del Che.
En la mañana, una voz anónima había llamado a la policía para decir que había colocado una bomba en la sede de la ONU, aunque las autoridades no encontraron ninguna señal de explosivo.
Pero a las 12:10 PM una explosión removió el edificio y generó una estampida entre los manifestantes.
Un explosivo lanzado con una bazuca (utilizada por el Ejército de EE.UU.) cruzó el río Hudson desde Queens hacia el edificio de la ONU.
Iba dirigido hacia la parte trasera del inmueble, donde se encuentra la sala del Consejo de Seguridad, a pocos metros de donde tenía lugar el discurso de Guevara en la Asamblea General.
Sin embargo, el cohete explotó a unos 200 metros del edificio, en las aguas del río.
Generó, no obstante, una onda explosiva que hizo temblar el edificio, rompió varios cristales y provocó olas que impactaron también contra la estructura, según describió en una crónica de la época el diario The New York Times.
Se dice que alguno de los presentes creyó incluso que se trataba de un "temblor de tierra" o de un pequeño "tsunami".
De acuerdo con la crónica de The New York Times, la explosión y los gritos de la multitud que se encontraba al frente marcaron uno de los episodios "más extravagantes" desde que Naciones Unidas se trasladó a su sede en el lado este de Manhattan en 1952.
Fue, también, la primera vez que el edificio estuvo a punto de ser objetivo de un ataque.
Pero aunque el impacto se sintió en la sala de la Asamblea, se dice que Guevara siguió impávido su discurso.
Luego afirmó que la explosión le había dado "más sabor" a lo que decía y "alabó" el hecho de que hubiera sido una mujer, en lugar de un hombre, quien quisiera clavarle un cuchillo.
Cortinas cerradas
La policía encontró la bazuca en las malezas, 80 metros más allá, en la otra orilla del río.
Tenía un mecanismo de disparo automático conectado a un temporizador y se estimó que el proyectil disparado medía 45 cm de largo, pesaba unos 4 kilogramos y llevaba casi un kilo de explosivo llamado "composición B".
Según las autoridades, de haber cruzado los ventanales de Naciones Unidas habría provocado varias muertes.
Los autores del atentado nunca fueron identificados.
Pero, como medida de seguridad, las cortinas de la sala del Consejo de Seguridad se corrieron para evitar que un potencial impacto rompiera los vidrios y causara daños mayores.
Según la revista Architect News, otros elementos también influyeron en la medida.
Como la mesa de la sala tiene forma de herradura, la luz se distribuía de manera desigual entre los miembros del Consejo y los delegados que se sentaban en el centro reflejaban un aspecto lúgubre y oscuro, frente a los que se sentaban en los laterales, que recibían la luz natural.
La disposición de la mesa "a contraluz" también era poco efectiva para las trasmisiones de televisión de aquel momento.
En 2014, Noruega, que fue el país que se encargó de financiar la sala en sus orígenes, realizó varias reparaciones.
Las tareas llevaron a que el recinto tuviera mecanismos para hacer un uso más eficiente de energía y se reforzaran los dispositivos de seguridad contra una posible explosión, sin comprometer los elementos de diseño originales.
Los asientos se tapizaron nuevamente, el mármol y el emblemático mural del Fénix que renace de sus cenizas se limpiaron y las alfombras y cortinas se lavaron o renovaron.
Sin embargo, aunque las ventanas ya eran más seguras ante una posible explosión, se mantuvieron con sus gruesas cortinas, como ya era costumbre desde hace más de medio siglo.
Se desconoce si cuando Alemania termine su periodo de presidencia el mes próximo volverán a correrse y tapar la vista de los ventanales que dan a Queens.