Pasada la medianoche, el tractorista recibió la instrucción de levantarse de la cama.
Él, junto a otros tres miembros del ejército boliviano, tenían una misión especial en ese 11 de octubre de 1967.
La tarea era nada menos que desaparecer el cuerpo de Ernesto Che Guevara.
El argentino-cubano había sido ejecutado un par de días antes y su cuerpo se encontraba en ese momento en el hospital de Vallegrande, un pueblo pequeño al sureste de Bolivia.
La muerte del Che significaba la derrota del foco guerrillero que intentó consumar una revolución como la cubana desde las serranías bolivianas.
Desbaratado el foco insurgente, quedaba un último gran asunto pendiente por resolver: que los seguidores del icónico revolucionario no tuvieran un lugar donde llorarlo ni ponerle flores.
Cumplida la misión, unas horas antes del amanecer, el tractorista y los otros militares juraron guardar el secreto.
Vallegrande, 50 años después
La ciudad de Jesús y Montes Claros de los Caballeros del Vallegrande fue fundada hace más de 405 años.
En el mundo es conocida por ser el sitio donde los restos del Che fueron exhibidos, pero en Bolivia también es identificada por su alegre carnaval y licores de fruta macerada.
Tiene menos de 15.000 habitantes, pero hay dos oportunidades en las que esta cifra se multiplica significativamente.
Una de ellas sucede en octubre, el mes en el que se conmemora muerte del comandante y en el que los visitantes "peregrinan" por los lugares en los que Guevara pasó sus últimas horas.
La otra sucede en los primeros meses del año, cuando vallegrandinos que viven en varios lugares de Bolivia vuelven a su tierra para celebrar un carnaval que dura una semana.
Una fiesta que combina un desfile de comparsas con las tradicionales ambrosías, en las que desde la madrugada se bebe leche tibia de vaca recién ordeñada mezclada con whisky.
Cuando se acerca mediodía, los vallegrandinos abren las puertas de sus casas y ofrecen comida y vinos artesanales a los visitantes.
Desde la tarde, músicos recorren las calles entonando las canciones del lugar con acordeones y guitarras a cambio de un vaso de cerveza.
Así durante varios días hasta que concluye el carnaval y el silencio retorna a Vallegrande.
La casa del tractorista
Medio siglo después, BBC Mundo conversó con el tractorista y su esposa, bajo condición de mantener sus nombres en el anonimato.
S.A. son las iniciales del hombre que operó la maquinaria para enterrar el cuerpo del Che junto a los de otros guerrilleros en esa noche cerrada en las afueras del pueblo.
En la década del 90, algunos medios de comunicación bolivianos revelaron su identidad sin generar mucha repercusión al respecto, pero él jamás accedió a dar una entrevista.
"Hay cosas que se pueden contar y otras que no", señala a BBC Mundo desde su casa, en la ciudad de Santa Cruz de la Sierra, la segunda más grande de Bolivia y capital del departamento donde se produjo la guerrilla del Che.
En 1967, el tractorista era suboficial y fue uno de los cientos de efectivos militares desplegados en los alrededores de Vallegrande debido a la aparición del foco subversivo bajo el mando de Guevara.
Así conoció a su esposa, una profesora vallegrandina quien lo acompaña hasta ahora.
Durante la conversación, la pareja de S.A. reniega contra los camaradas y superiores de su esposo que sí hablaron con medios de comunicación, publicaron libros, vendieron entrevistas y alcanzaron reconocimiento al mostrarse ante el mundo como los que derrotaron al Che.
Ella apoya la decisión de su marido de no revelarle al mundo el secreto que prometió guardar, pero ambos rememoran con tanto detalle cómo fue aquella noche en la que Guevara fue desaparecido que parece que hablaron de ese episodio cientos de veces en el casi medio siglo que llevan casados.
Vivieron durante muchos años en Vallegrande después de que pasara la conmoción por la guerrilla guevarista.
Luego estuvieron un tiempo en Estados Unidos y ahora ambos viven de su jubilación en Santa Cruz.
Cuentan que en todo este tiempo los buscaron cubanos, el gobierno de Bolivia, agentes de la CIA y periodistas de todo el mundo, pero que la posición del tractorista siempre fue la misma.
"Imagine si ahora nos quitan su jubilación por hablar demás", señala la mujer.
Ella añade que Mario Vargas Salinas, el militar que en 1995 le reveló al periodista estadounidense Jon Lee Anderson que el Che estaba enterrado en las afueras de Vallegrande, sufrió represalias posteriores por romper el secreto.
Aquella confesión propició que un equipo cubano desembarcara en Bolivia para iniciar la búsqueda del cuerpo del guerrillero que fue encontrado finalmente a mediados de 1997, a 30 años de su desaparición.
"Los códigos entre militares son algo muy serio", dice el tractorista, después de tomar un sorbo de chicha de maní, una bebida natural no alcohólica preparada por su esposa.
Así concluye la conversación.
1967-1997
El militar boliviano que rompió con el pacto de silencio y le confesó a Jon Lee Anderson que el cuerpo de Guevara estaba enterrado en la vieja pista de aviación de Vallegrande no fue muy preciso y por eso más de 200 fosas fueron cavadas entre finales de 1995 y mediados de 1997, cuando se encontraron los restos.
Como los huesos del Che no aparecían, al equipo cubano no le quedó más opción que acudir a los pobladores del lugar que durante décadas comentaban entre ellos los posibles sitios en los que fueron enterrados los guerrilleros.
Freddy Lacio es uno de los vallegrandinos que desde 1967 hasta la fecha no ha dejado de intercambiar recuerdos con sus paisanos sobre los días de la guerrilla.
Con este profesor jubilado, BBC Mundo cruzó las calles empedradas y de tierra de Vallegrande visitando a sus viejos amigos para reconstruir cómo fueron esos días que cambiaron la historia de su pueblo para siempre.
"Lo que pasa es que en aquella época Vallegrande estaba prácticamente bajo estado de sitio y la gente entraba a su casa temprano. Por eso desaparecieron todos los cuerpos de los guerrilleros de noche, en diferentes lugares", explica Lacio.
Uno de sus amigos asegura que vio pasar a la camioneta que se llevó el cuerpo del Che esa madrugada del 11 de octubre. Otro señala que escuchó el ruido de un tractor cerca del cementerio.
Durante 30 años, ningún vallegrandino dijo públicamente saber dónde se encontraba Guevara, pero todos escucharon alguna vez los relatos de vecinos que aseguraban que allí seguían los restos en contra de las versiones de militares que aseguraban que el cuerpo había sido quemado o robado.
Una de las hipótesis más descabelladas de ese entonces era que los huesos se encontraban en Langley, Estados Unidos, en el cuartel general de la CIA.
Lacio añade que su hermano fue un gran seguidor de Guevara y que cuando exhibieron su cuerpo "le sacó muchas fotos e incluso guardo un mechón de sus cabellos".
Una de las fotos, algo descolorida y desgastada por el paso del tiempo, todavía está en su poder.
Ese hermano, fallecido hace unos años, era uno de los vallegrandinos que llegó a recibir ofertas económicas de la prensa internacional por revelar el paradero del Che y fue consultado por los cubanos que lo buscaban.
Él no quería que se lo llevaran y siempre se negó a cooperar.
Como Bolívar
Otra de las personas que esperaba que Guevara no fuera encontrado fue Alfredo García, quien era el alcalde de Vallegrande mientras los cubanos buscaban sus restos.
"Para nosotros es como si hubiese pasado Bolívar por acá", señala la exautoridad local a BBC Mundo.
En 1997, García llegó a emitir una norma municipal para impedir la excavación y posible traslado de los restos con el objetivo de que no dejen a su pueblo "fuera de la historia".
"No se puede sacar a Vallegrande de un acontecimiento histórico tan importante en el siglo pasado. Siempre intentaron eliminar a Vallegrande de estos hechos", explica el hombre que ahora se dedica a preservar la ruta que realizó el Che en su última campaña.
García asegura que por eso muchos vallegrandinos guardaron silencio durante tres décadas impidiendo que se conozca el paradero final de los cuerpos de los guerrilleros.
"Había gente que sabía", concluye.
Adys Cupull es una de las investigadoras cubanas que desde la década del 80 comenzó a visitar a Bolivia para recabar mayores datos sobre el paso del argentino-cubano por ese país.
Ella señala que en la mayoría de las conversaciones que tuvo con militares bolivianos que intervinieron en los combates de 1967 recibió la versión de que el cuerpo del Che fue quemado y esparcido.
En cambio, asegura que los vallegrandinos sabían que Guevara y los otros guerrilleros habían sido enterrados y que seguían allí.
"Esa es la importancia de gente humilde que por 30 años guardó ese secreto y cuidó el lugar donde estaban enterrados", señaló la investigadora en una entrevista con el periódico oficial cubano Granma publicada hace pocos meses, cuando se cumplieron 20 años del hallazgo de Guevara.
Cupull añadió que los vallegrandinos "lloraron cuando se iban a llevar los restos".
La fosa
Una construcción parecida a la de una capilla rodea a la fosa en la que los huesos de Guevara permanecieron enterrados durante casitres d[ecadas.
Las paredes del lugar están cubiertas por fotos de todas las épocas de la vida del argentino-cubano.
Hay instantáneas de su infancia entre Rosario y Córdoba, de sus dos vueltas por Sudamérica en la juventud, de la llegada a México donde se encontraría con Fidel Castro y de la Sierra Maestra, ya convertido en comandante e ícono revolucionario.
También hay otras menos conocidas en las que aparece calvo, con prótesis maxilar y lentes gruesos.
Son las fotos de cuando fingía ser un uruguayo llamado Adolfo Mena González para que su ingreso a Bolivia no fuese detectado.
Allí está la selfie que él se tomó frente a un espejo en una habitación del hotel Copacabana de La Paz, en los días previos a iniciar su última aventura guerrillera.
Al lado de la "capilla" se construyó un museo con réplicas de varios de sus objetos y una copia en microfilm del diario de campaña que el guerrillero escribió entre el 7 de noviembre de 1966 y el 7 de octubre de 1967.
Fernando Romero es el responsable de recibir a los visitantes y es capaz de contar la historia de cada objeto y fotografía.
Sin embargo, él guarda otro tesoro que no es parte del inventario del museo.
Son periódicos y revistas con artículos y reportajes sobre el Che que su abuela coleccionó desde la época de la guerrilla.
Las crónicas de cómo vivió Vallegrande las horas finales de Guevara, su desaparición posterior y los intentos por encontrarlo a lo largo de 30 años están en esa colección.
Algunos turistas intentaron comprarle las revistas o algunos periódicos por separado, pero Romero prefiere esperar a que alguna institución pública o privada pague por el total de las publicaciones y las preserve para el futuro.
Por eso no deja que nadie tome una sola foto de su tesoro.
El viaje final del Che
¿Por qué desaparecieron al Che después de ejecutarlo?
En la mayoría de los casos, el cuerpo de un combatiente enemigo es devuelto a su familia para que sean los parientes más cercanos los que dispongan el destino final de los restos.
Aquello no se produjo con Guevara, pese a que en esa época circularon informaciones referidas a que su padre viajó desde Argentina a Bolivia para recogerlo.
"La orden fue que se hagan desaparecer los restos para que no haya un lugar de peregrinaje. Un lugar donde vengan los adoradores del Che a hacerles sus homenajes. Esa fue la idea y por eso se ordenó que se lo desaparezca", explicó a BBC Mundo el general retirado Gary Prado
Prado fue quien dirigió la compañía del ejército boliviano que capturó a Guevara el 8 de octubre de 1967.
Sin embargo, no todo salió como esperaban.
El 28 de junio de 1997, cerca al cementerio de Vallegrande, la máquina excavadora del equipo cubano de búsqueda impactó con una osamenta.
Después de remover la tierra con las manos, el uniforme de combate del Che vio la luz nuevamente casi 30 años después.
El cuerpo sin manos de Guevara apareció en una fosa común junto a los de otros siete guerrilleros.
Pocas semanas después de que se realizaron las pruebas forenses para confirmar la identidad del comandante, sus huesos aterrizarían en Santa Clara, la ciudad donde dirigió una de las victorias decisivas para el triunfo de la Revolución Cubana y en la que tiene un enorme mausoleo y una estatua que recuerda sus días victoriosos.
Allí, al igual que en Vallegrande, el Che sí tiene donde le pongan velas y flores.