Mauricio Macri ha dejado entrever la prioridad de su Gobierno incluso antes de asumir oficialmente la presidencia de Argentina: asegurarse de que su país vuelva a transitar por la senda de la economía de libre mercado, mediante la reinstauración de políticas neoliberales, como las implementadas en esa nación sudamericana a fines del siglo pasado. Una de sus principales herramientas para alcanzar ese fin es, a todas luces, su gabinete, donde predominan los banqueros y gerentes.
En busca de inversiones
Recientemente, el economista Alfonso Prat-Gay dio por terminada “la tiranía del populismo autoritario” de los Kirchner. El ministro de Finanzas de Macri fue presidente del Banco Central Argentino y director de estrategias del banco estadounidense J.P. Morgan en los años noventa.
Su mensaje aspira a satisfacer a los mercados; aunque, entre los partidarios de la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner, por el contrario, provoca rechazo. Con este acercamiento al sector financiero estadounidense, el nuevo Gobierno hace una apuesta de futuro: El conflicto de Argentina con los fondos de alto riesgo, apodados “fondos buitre” por Cristina Fernández de Kirchner, continúa pendiente de solución y, desde que se declaró la suspensión de pagos en 2014, Argentina carece prácticamente de acceso al mercado internacional de capital.
Por su parte, el ministro español de Exteriores, José Manuel García-Margallo, celebró la victoria de los conservadores en Buenos Aires como una victoria propia, viajando incluso a Argentina una semana después del triunfo para felicitar personalmente a Macri. Para entender la importancia de este gesto, hay que recordar que ningún ministro de exteriores español viajó a Buenos Aires desde 2007, a pesar de que hay 400.000 ciudadanos españoles viviendo en Argentina y que España es el segundo inversor en el país con más de 13.000 millones de dólares.
No es tan fácil
Sin embargo, esta transición calificada como una “nueva época” tampoco será un camino de rosas para Macri. Todavía quedan pendientes las cargas heredadas de la era Kirchner (2003 a 2015), con una inflación de más del 20 por ciento, el aumento de la deuda pública y el estancamiento de la economía. Para el nuevo presidente, la reactivación económica tendrá absoluta prioridad y seis ministerios se encargarán de esa labor: Finanzas, Energía, Modernización, Agricultura, Transporte y Producción.
Para los cargos, el presidente nombró a dirigentes de plena confianza, procedentes de la economía. Además de Alfonso Prat-Gay, en el gabinete de Macri estará el presidente de Shell Argentina, Juan José Aranguren, como ministro de Energía. El mando del Banco Central Argentino lo recibirá el execonomista jefe del consorcio YPF, y como ministro de Modernización asumirá el cargo Andrés Ibarra, compañero de viaje de Macri. Incluso el mismo presidente demostró su capacidad de gestión, cuando en 1995 fue nombrado presidente del Atlético Boca Juniors, cargo en el que impulsó el saneamiento de las cuentas del club.
Esta huida hacia adelante de Macri también quedó patente durante una visita a Brasil, antes incluso de asumir el cargo. En una declaración conjunta con la presidenta Dilma Roussef, se comprometió a retomar las negociaciones para el tratado de libre comercio entre Mercosur y la Unión Europea, algo que la expresidenta argentina evitó por temor a que un acuerdo entre ambas potencias perjudicase a la economía argentina.
La desconfianza sobre este acuerdo de libre comercio también la comparten muchos argentinos, que temen un retorno a la política liberal de Domingo Cavallo, ministro de Economía cuando el país se declaró insolvente en el año 2001. Dicho hundimiento económico continúa grabado en la memoria colectiva como un trauma nacional. El economista Sergio Arelovich, de la Universidad de Rosario, critica ese exceso de confianza con el nuevo Gobierno. Los vagos avisos de eliminar las restricciones de moneda extranjera, los subsidios o los aranceles han creado incertidumbre. “La única certeza es que Mauricio Macri ha sido elegido presidente. En materia económica, todo lo demás es incierto”, decía Arelovich en un artículo en el diario argentino Página 12.