Un equipo internacional de investigadores ha descubierto que cuando los seres humanos se infectan con el dengue o el Zika, segregan una sustancia que los hace más atractivos para los mosquitos, que son el vector de transmisión de estos virus. 

El hallazgo, publicado en la revista Cell, ha ayudado a los científicos a diseñar un tratamiento basado en un medicamento comercial para el acné que rebaja la liberación de esta sustancia en ratones y, con ello, reduce las picaduras de los mosquitos.

El dengue, propagado por los mosquitos en las zonas tropicales de todo el mundo, causa fiebre, sarpullido, dolores y, a veces, hemorragia y muerte. 

Cada año hay más de 50 millones de casos de dengue y unas 20.000 muertes, la mayoría niños, según datos del Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas de los Institutos Nacionales de Salud (NIH) de los Estados Unidos.

El Zika, transmitido por mosquitos de la misma familia que el dengue, no suele provocar enfermedad grave en los adultos, pero causa graves malformaciones en los fetos de las mujeres embarazadas infectadas. 

Detectar a los huéspedes con el sentido del olfato

Ambos virus dependen de los mosquitos para sobrevivir: cuando los mosquitos sanos pican a un huésped infectado, pueden contagiarse ellos mismos y propagar los virus a otros animales. Así es como sobreviven estos patógenos.

"Los mosquitos confían en su sentido del olfato para detectar a los huéspedes. Al inicio del estudio, vimos que preferían alimentarse de ratones infectados por el dengue y el Zika", explica Gong Cheng, científico principal del proyecto en la Universidad de Tsinghua que ha liderado la investigación. 

Para saber por qué, el equipo analizó muestras de olor de ratones y humanos infectados y descubrió que el culpable de que olieran más "deliciosos" era la acetofenona, un compuesto que también está en muchas frutas y quesos y que estaba en un nivel anormalmente alto en los individuos infectados.

"Descubrimos que los flavivirus [como el dengue y el Zika] pueden utilizar el aumento de la liberación de acetofenona para ayudarse a sí mismos a lograr sus ciclos vitales con mayor eficacia, haciendo que sus huéspedes sean más atractivos para los mosquitos vectores", dice Cheng.

Microbioma de la piel

Cheng y sus colegas investigaron entonces cómo los virus del dengue y el Zika logran aumentar el nivel de acetofenona y lo describieron como "una sofisticada interacción entre la microbiota de la piel de los huéspedes, los flavivirus y los mosquitos".

Cuando un flavivirus invade a un huésped, el virus y las células del cuerpo del huésped se pelean por controlar el nivel de una proteína clave que regula la composición del microbioma de la piel. Si las células ganan, el microbioma mantiene a raya a las bacterias productoras de acetofenona pero si gana el virus, las bacterias se replican en exceso y producen más acetofenona. 

El resultado es que los individuos enfermos huelen tan bien para los mosquitos como una bandeja de galletas recién horneadas, según los autores.

Con esta información, el equipo se propuso encontrar una forma de ayudar a las células a ganar la pelea y decidió probar si la isotretinoína –un derivado de la vitamina A utilizado habitualmente como medicamento para el acné– podía suprimir la producción de acetofenona.

Tras alimentar a los ratones con isotretinoína y ponerlos en una jaula con mosquitos, los autores descubrieron que los mosquitos se alimentaban igual de los ratones infectados y tratados con isotretinoína que de los no infectados.

Cheng y su equipo planean probar ahora sus hallazgos en el mundo real: "Queremos administrar isotretinoína en pacientes con dengue para reducir la actividad de los mosquitos mediada por la acetofenona", dice Cheng. 

 

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