En una palabra, sí.

No hay una forma científica para medir con precisión cuánta gente estará tan indignada con la orden ejecutiva del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, hacia siete países de mayoría musulmana como para desear llevar a cabo un acto violento en contra de EE.UU. o algún otro país de Occidente.

Quizá sean docenas, quizá nadie.

Trump firmó el pasado viernes una orden ejecutiva en la que prohíbe temporalmente la entrada a EE.UU. de ciudadanos provenientes de Irán, Irak, Siria, Sudán, Somalia, Libia y Yemen.

También prohibió indefinidamente la admisión de refugiados sirios.
No puede saberse con certeza a cuántos potenciales extremistas se les ha impedido la entrada a EE.UU. a razón de la medida tomada por Trump.

Pero una cosa sí está clara: en la siempre ideológica campaña por ganar corazones y mentes, la orden de Trump suma un punto para los extremistas del autoproclamado Estado Islámico (EI).

La orden ejecutiva del presidente Trump se entenderá como una prueba de que el gobierno estadounidense es antimusulmán, considera el corresponsal de Seguridad de la BBC.

Reacciones

El ministro de Relaciones Exteriores de Irán, Javad Zarif, cuyo país ayuda actualmente a las fuerzas iraquíes a expulsar a EI, dijo que la medida de Estados Unidos quedará "grabada en la historia como un gran regalo a los extremistas y a sus seguidores".

Añadió que ésta "solo sirve para proveer un terreno fértil para más reclutamiento de terroristas al profundizar en las rupturas y fallas que han sido resaltadas por los demagogos extremistas".

El ministro de Relaciones Exteriores iraní, Javad Zarif, calificó la orden de Trump como "un regalo a los extremistas".

En Indonesia, el país musulmán más poblado del mundo, un portavoz del ministro de Relaciones Exteriores expresó que lamenta profundamente la medida de Trump: "Creemos que afectará la lucha mundial contra el terrorismo... Está mal vincular el radicalismo y el terrorismo con una religión en particular".

Incluso Reino Unido, el aliado más cercano a Estados Unidos, ha sido crítico.

El ministro de Relaciones Exteriores británico, Boris Johnson, escribió en Twitter que, en su visión personal, la orden ejecutiva "es divisoria, discriminatoria y equivocada".

Miles de estadounidenses se han unido a las protestas en oposición a la nueva política migratoria de Trump.

Separación entre países

Detrás de bambalinas, donde la batalla ideológica contra el extremismo violento se libra en los chats en internet y en las líneas telefónicas antiterroristas, uno de los efectos de esta orden será, al menos temporalmente, inhibir la cooperación entre EE.UU. y los mismos países cuya ayuda necesita para combatir el radicalismo islámico.

Irak, cuyas fuerzas militares han sido objeto de un extenso programa de readiestramiento con ayuda de asesores estadounidenses, pidió que se aprueben restricciones similares para los visitantes estadounidenses.

El fin de semana se registraron varias protestas en diferentes aeropuertos de Estados Unidos.

En las calles, cualquier cosa que retrate al gobierno estadounidense como antimusulmán, y así es exactamente como está pasando en gran parte de Medio Oriente, dificulta luchar contra la narrativa de EI y otros grupos extremistas.

Bajo el tumulto y la confusión por la orden ejecutiva del presidente Trump, yace un hecho simple y convincente: no son las principales poblaciones musulmanas las responsables de acciones que pueden generar desconfianza y estereotipos negativos hacia los musulmanes en ambos lados del Atlántico.

Son los radicales de al Qaeda, Estado Islámico, al Shabab y otros grupos similares quienes han librado una yihad violenta en el nombre de la religión que tienen en común.

A través de sus acciones, estos extremistas quieren separar a los musulmanes de los no musulmanes, y crear un abismo entre ellos.

Estos grupos anhelan volver a los tiempos en los que gran parte del mundo habitado estaba dividido en Dar al Islam (tierras manejadas por musulmanes de acuerdo a la Sharia, la ley islámica) y Dar al Harb (literalmente "La casa de la guerra", que agrupaba las demás tierras).

Cualquier cosa que contribuya a polarizar las poblaciones del mundo y una mentalidad del "nosotros y ellos" es bienvenido por los radicales.

Cuando los refugiados salieron de Siria y se dirigieron al oeste para llegar a Europa en vez de entrar en el "califato" de EI, con sede en la ciudad de Raqqa, el liderazgo de EI estaba desconcertado y molesto, y vieron esto como una traición.

La orden ejecutiva sobre inmigración que el presidente Trump firmó hace unos días corre el riesgo de jugar a favor del grupo radical.

Mientras que EI gobierna en una zona cada vez más reducida en Medio Oriente, podría tomar la máxima ventaja de esta medida estadounidense para reclutar a nuevos seguidores e instar a los que ya tiene a perpetrar ataques.

Algunos de ellos quizá ya viven dentro de Estados Unidos.

 

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