Las fantasías de poder se reflejan a menudo en el arte y la cultura. Los hombres poderosos, no importa qué ideología defiendan, gustan de alzar monumentos. En la Unión Soviética, en tiempos de Stalin, comenzó en los años 30 la construcción de un gigantesco palacio que jamás fue terminado (ver foto arriba). Primero vino la Segunda Guerra Mundial y en 1957, cuatro años después de la muerte del dictador, los trabajos de construcción fueron cesados por el sucesor de Stalin, Kruschov.
Pero la era del comunismo tras la revolución de 1917 ha dejado numerosas huellas. En países en los cuales rigen o regían gobiernos marxistas-leninistas, la arquitectura socialista marca ciudades enteras. Principalmente, esto se ve en grandes filas de edificios que, desde el punto de vista arquitectónico, son bastante monótonos. En algunos puntos de Alemania oriental, los conjuntos residenciales han perdido algo de su tristeza original gracias a inversiones y capas de colorida pintura.
Stalinallee y Eisenhüttenstadt
En retrospectiva, la primera fase de las construcciones comunistas fue la más ambiciosa, tanto estética como políticamente. Ejemplares son los proyectos de la otrora Stalinallee en Berlín (hoy Karl-Marx-Allee y Frankfurter Alle) y en gran medida, Eisenhüttenstadt. Esta ciudad, ubicada cerca de la frontera con Polonia, fue concebida en un tablero de dibujo.
Pero, ¿qué quedó de ese proyecto llamado comunismo, que comenzó con la primera revolución rusa el 23 de febrero de 1917 (según el calendario juliano), o el 8 de marzo de 1917 (según el calendario gregoriano)? Historiadores y expertos de museos se ocupan de esta pregunta de manera muy intensa, al cumplirse 100 años del inicio de aquella lucha.
Distintas perspectivas
La Fundación Federal para el Esclarecimiento de la Dictadura del SED, con sede en Berlín, aborda el tema desde distintas perspectivas. Por ejemplo, con una exposición de carteles llamada "El comunismo en su propia época", una especie de viaje en imágenes que comienza en 1917 en Rusia y termina en la actualidad, en pleno poscomunismo. Las etapas intermedias resumen, sin exagerar, la historia del siglo XX: la colectivización, el culto al líder y el mito heroico, las guerras en Asia, América y África, y los movimientos de izquierda en Alemania occidental.
Del mismo modo, en septiembre aparecerá el libro "El color rojo. Orígenes e historia del comunismo”, del historiador Gerd Koenen. Un mes más tarde, en el Museo Histórico Alemán de Berlín comenzará la exposición "1917. Revolución. Rusia y Europa”.
Debido a la ingente cantidad de exposiciones y conferencias acerca del comunismo, resulta pertinente la pregunta planteada a finales de febrero pasado, durante una conferencia internacional en la que participó la Fundación Friedrich Ebert, cercana a la socialdemocracia alemana: ¿Hay puntos ciegos en la percepción histórica del comunismo?
Markus Meckel, último ministro de Asuntos Exteriores de la desaparecida República Democrática Alemana, pondría en la frase signos de admiración en vez de interrogación. Advierte acerca de una posible "banalización” del comunismo, ante el surgimiento de movimientos populistas tanto de izquierda como de derecha. A fin de evitarla, Meckel propone la fundación de un Instituto para el Esclarecimiento de los Crímenes del Comunismo.