Cinco años han pasado luego de la catástrofe en la planta de energía nuclear de Fukushima, y el concepto japonés de giro energético continúa siendo una nebulosa. El gobierno japonés dispuso nuevas regulaciones en el suministro energético hasta el año 2030. Pero la concesión a nuevos productores y la planeada separación entre la generación y la distribución de la energía debilitará fuertemente al actual dominio del mercado por parte de diez grandes proveedores. La instalación de millones de dispositivos digitales para contabilizar el consumo de energía hará posible que el consumidor final pueda cambiar rápidamente de empresa proveedora.

A partir del 1 de abril, los consumidores privados y las pequeñas empresas pueden elegir libremente de qué empresa adquirir la energía. De los 130 oferentes con registro oficial, algunos como JCOM y Softbank, conocidos como empresas de telefonía celular, podrían conquistar el mercado con nuevos modelos de negocios. Los datos de consumo de los clientes pueden ser transmitidos por vía inalámbrica. A partir de dichas cifras, las empresas pueden ofrecer descuentos en la venta de paquetes que incluyan tanto la telefonía celular como el internet y el suministro de energía. “El segmento de servicios cobra cada vez mayor presencia en la industria energética en lo que respecta a las redes inteligentes y a la planeación del consumo”, dice Marcus Schürmann, presidente de la Cámara Alemana de Comercio Exterior en Japón.

Muchas nuevas empresas han desarrollado infraestructura propia a fin de ofrecer energías renovables. El gobierno de Japón ofrece a las empresas una garantía de 20 años en cuanto a las tarifas de alimentación de las redes, con lo cual las firmas de suministro energético tienen asegurado un buen rendimiento. Al mismo tiempo, quieren ganar simpatía entre la clientela con la oferta de energías “verdes”. Desde la catástrofe de Fukushima es creciente el rechazo a la energía atómica entre los japoneses.

Giro pequeño

Pero hasta el momento, el giro hacia las energías renovables ha sido discreto en Japón. Esto se debe a la influencia de grupos dentro de la industria nuclear conocidos como “el pueblo atómico”. Se trata de un grupo de cabildeo compuesto por ejecutivos y científicos. Además, al gobierno le preocupa un posible aumento en los precios de la energía eléctrica. La tarifa de alimentación para la energía solar se ha disminuido casi en la mitad desde su introducción, en julio de 2012, a fin de que la energía renovable se mantenga en niveles pagables para el consumidor.

Sin embargo, “parece que el foco se desplaza de la energía solar a otros tipos de generación”, afirma Schürmann. Esto implica sobre todo a la energía eólica, cuya capacidad de generación debería triplicarse hasta 2020. En 2014, el porcentaje de energía eólica en Japón fue de tan solo 0,5 por ciento (comparativamente, en Alemania es de 9,6 por ciento) dado que los procedimientos de concesión pueden durar hasta cinco años.

Lenta resurrección nuclear

Entre tanto, el renacimiento de la energía nuclear, ansiado por el gobierno, no salta a la vista. Desde el verano de 2015, solo tres de los 43 reactores nucleares listos para ser puestos en servicios están activos. Empresas han solicitado permisos para encender de nuevo a la mitad de dichos reactores. Pero cientos de abogados de grupos antinucleares buscan detener esta posible reactivación por la vía jurídica. Las empresas aún necesitan los reactores como garantía para pedir nuevos créditos. Pero los costos de las medidas de seguridad adicionales encarecen el precio al consumidor de la energía eléctrica generada en plantas nucleares.

Las plantas generadoras a base de carbón se construyen y se amortizan mucho más rápido que un reactor nuclear. Pero Japón se comprometió en la cumbre del G-7 celebrada en Alemania en 2015 a abandonar por completo la energía a base de la explotación de carbón hasta el año 2050. El ministerio japonés de Medio Ambiente no otorgaría nuevos permisos para plantas generadoras a base de carbón. Pero en cambio, las autoridades se conforman hoy con una reducción voluntaria de las emisiones por parte de las empresas generadoras. Así, un abandono de la energía a base de carbón tampoco se ve cercano en Japón.

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