AFP
El Congreso estadounidense, controlado por los republicanos, no tiene que aprobar el acuerdo concluido este martes sobre el programa nuclear iraní, pero puede bloquear su aplicación por el presidente Barack Obama.
Las sanciones estadounidenses contra Irán han sido tradicionalmente aprobadas por unanimidad por los representantes, pero el levantamiento, en contrapartida a los compromisos iraníes en el marco del acuerdo, divide profundamente al Congreso.
Los adversarios de Barack Obama tienen una mayoría histórica en las dos cámaras del Congreso, y muchos consideran que el presidente estadounidense, obsesionado por su lugar en la historia, ha "recompensado" a los ayatolás aceptando levantar el complejo sistema de sanciones estadounidenses sin obtener el desmantelamiento de la estructura nuclear iraní.
"Inaceptable", dijo el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner: "Si el acuerdo es tan malo como en este momento creo que es, haremos todo para detenerlo".
"Difícil de vender", dijo el presidente de la comisión de Relaciones Exteriores, Ed Royce, quien dirigirá los debates de la Cámara baja del Congreso. "Todo parece indicar que se trata de un mal acuerdo", estimó por su parte el senador John McCain.
Oficialmente, los congresistas prometen dar su oportunidad al Ejecutivo y estudiar detalladamente las 109 páginas del documento durante las audiencias que comenzarán este mismo mes.
Si concluyen que el acuerdo nuclear es malo, su objetivo será convencer a una parte de la minoría demócrata de votar con ellos en septiembre, tras las vacaciones parlamentarias de agosto, una resolución que prohíba a Barack Obama levantar la más mínima sanción. Una mayoría de dos tercios sería necesaria entonces para levantar un eventual veto presidencial.
Inicialmente tienen 60 días para votar y hasta 82 días en caso de veto. La cuenta atrás comenzará cuando la administración envíe al Congreso, dentro de cinco días, los documentos del acuerdo.
El objetivo es un tercio del Congreso
Según los congresistas, el acuerdo suscita muchos interrogantes: ¿Los inspectores de la Agencia Internacional de la Energía Atómica (AIEA) tendrán acceso total a las instalaciones iraníes? ¿Desvelará Irán sus objetivos nucleares del pasado? ¿Las restricciones frenarán el desarrollo de centrifugadoras avanzadas? ¿Cómo utilizará Irán los nuevos ingresos derivados de la suspensión de las sanciones?
Incluso algunos demócratas se interrogan sobre ese "maná financiero". El congresista Eliot Engel alude a la necesidad de legislar para impedir que Irán financie al régimen sirio de Bashar al Asad o al movimiento islamista Hamas, pues la seguridad de su aliado israelí es la prioridad de la mayoría de los representantes del Congreso.
El levantamiento del embargo internacional de venta de armas a Irán, posible en cinco años según el acuerdo, suscita la mayor agitación y constituye una "línea roja" para el senador demócrata Robert Menéndez, quien teme que Teherán pueda comprar sistemas de misiles rusos S-300.
"Muchos congresistas tendrán más motivos para votar de acuerdo con lo que diga su partido, ya que estamos en período electoral", predice Larry Hanauer, experto en sanciones internacionales del centro de reflexión estadounidense Rand Corporation. Según Hanauer, un cierto número de representantes estará indeciso hasta el momento de la votación en septiembre.
El presidente estadounidense no necesita convencer a una mayoría, pero necesita más de un tercio de los representantes de la Cámara (146 de 435, y los demócratas son 188) y del Senado (34 de 100; los demócratas son 46). Ahora bien, muchos demócratas, como por ejemplo el senador Chuck Schumer, han prometido un examen minucioso del acuerdo, reservándose su juicio.
Los más entusiastas han aplaudido una victoria de la diplomacia y han dado por hecho que la elección era entre este acuerdo y la confrontación militar.
Señal de lo políticamente delicado que es el tema, Hillary Clinton, secretaria de Estado de Obama al comienzo de sus contactos secretos con Teherán, opinó prudentemente que el acuerdo representaba una "etapa importante", al tiempo que su rival republicano en la carrera a la Casa Blanca, Jeb Bush, criticó un "acuerdo peligroso, lleno de defectos y miope".