En Venezuela hace años que las elecciones se plantean como un punto de quiebre, pero en las parlamentarias de este domingo hay un dato concreto e inédito que las convierte en un evento especial, y potencialmente histórico: la oposición llega como favorita.
La escasez de bienes básicos, la inflación más alta del mundo y la caída del gasto social han afectado profundamente el día a día de los venezolanos, que pasan muchos de sus días haciendo filas entre un supermercado y otro para poder comprar lo básico.
A eso se suman una inseguridad rampante, las denuncias de corrupción y la sensación de que el país con las reservas petroleras más grandes no avanza.
La mayoría de los venezolanos, según encuestas, están insatisfechos y quieren un cambio. O, al menos, castigar al gobierno de Nicolás Maduro.
El mandatario fue el encargado de remplazar al político más carismático y popular que ha conocido Venezuela en décadas, el fallecido Hugo Chávez.
Y lo hizo poco antes de que el precio del petróleo, la fuente de ingresos más importante del país, comenzara a caer de forma dramática hasta en un 60%.
A pesar de la delicada situación económica, el presidente ha optado por no alterar el modelo heredado de control de precios y de control de cambios. Maduro culpa de los problemas a una "guerra económica" de la oposición para sabotear su gestión.
Ahora los venezolanos tendrán la posibilidad de pronunciarse sobre Maduro.
En estas elecciones volvió la esperanza a la oposición venezolana.
La gran mayoría de la oposición vuelve a presentarse aglutinada en torno a la llamada Mesa de la Unidad (MUD). Si las encuestas están en lo correcto, puede ser mayoría en el Parlamento e impulsar cambios significativos para el Estado.
Esto es lo que está en juego este domingo en Venezuela.
El modelo económico
Las elecciones no solo serán un plebiscito para Maduro, sino para el modelo económico que él y su antecesor plantearon para el país petrolero.
Hablamos, en efecto, de lo que han llamado el socialismo del siglo XXI, donde el Estado es el actor principal de la economía y un proveedor de numerosos subsidios.
Dos elementos fundamentales son los precios de bienes básicos regulados por decreto y el hecho de que el Estado monopoliza el cambio de divisas.
Los ajustes que, según economistas, el gobierno debió haber adoptado hace años, probablemente vendrán después de las elecciones: reducción del gasto público, aumento del precio de la gasolina y devaluación, entre otras.
Pero la manera como se hagan esos ajustes y el impacto que tengan sobre el socialismo del siglo XXI dependerán de quién –y por cuánto– gane las elecciones.
La libertad de los políticos presos
Una de las facetas del gobierno de Maduro que más lo diferencian con su antecesor es la severidad con que se trata a la oposición.
Aunque durante Chávez hubo varios casos de políticos presos, bajo Maduro no solo aumentaron, sino que adquirieron una dimensión internacional.
Unas 80 personas están presas por sus actividades contra el gobierno.
Desde el presidente de Estados Unidos hasta la Internacional Socialista han pedido la liberación de las personas –alrededor de 80– que están en la cárcel por sus actividades contra el gobierno.
La oposición ha dicho que, en caso de ganar, su prioridad será aprobar una ley de amnistía que permita liberar a líderes opositores como Leopoldo López o Antonio Ledezma, que fueron arrestados acusados de promover la violencia y el derrocamiento de Maduro.
El chavismo como lo conocemos
El chavismo solo ha perdido una de las 19 elecciones que se han llevado a cabo en los últimos 17 años: si pierde, se enfrentará a un escenario desconocido.
Elementos de disidencia han emergido durante el último año, a pesar de ser descalificados por el gobierno: exministros, activistas y medios de comunicación que se denominaban chavistas han salido a criticar a Maduro.
La publicidad del oficialismo es muy usual en las calles venezolanas.
Si el chavismo pierde, expertos han dicho que es probable que estos elementos crezcan dentro de la base chavista y surjan nuevos liderazgos que, en un punto, puedan enfrentar a Maduro en unas presidenciales (las próximas son en 2019).
Si gana, Maduro lo tomará como un respaldo a la revolución, que, como él mismo ha manifestado, se profundizaría.
El liderazgo de Maduro
Hay sectores el chavismo que han dicho que si el oficialismo pierde, Maduro debe renunciar.
Son chavistas que consideran que Maduro traicionó el legado de Chávez, porque, según ellos, oprimió a la disidencia, promovió la corrupción oficial y permitió que la crisis económica –que ellos ven como una guerra económica– se profundizara.
Si el chavismo pierde, hay analistas que consideran que entre sus filas culparán de la derrota a Maduro, que llega a las elecciones con entre 25% y 35% de aprobación, según encuestas.
El futuro de la oposición
La oposición ya sabe qué pasa cuando pierde unas elecciones que le planteó a su electorado como un punto de quiebre: la desesperanza y la desconfianza en el voto se toman la psiquis de sus bases.
"A partir del 6 de diciembre viene el cambio para Venezuela", les han dicho a sus partidarios.
La oposición se jugó todas sus cartas una vez más en las parlamentarias.
Si pierden, puede haber un sector de la oposición que descarte la vía electoral como la manera de generar cambios.
La oposición ha estado dividida en el último año, y una derrota, puede profundizar la ruptura.
Pero incluso si ganan una mayoría simple del Parlamento, la oposición tendrá que negociar con el gobierno y habrá un sector que estará en descuerdo, porque desconfía de lo que llaman "el régimen".
La gobernabilidad
Precisamente por las divisiones que pueden producirse en ambos bloques y por la necesidad de que tengan que negociar, si gana la oposición es probable que Venezuela entre en periodo de incomunicación entre Ejecutivo y Parlamento.
El gobierno y la oposición no hablan desde el intento de diálogo durante la ola de violencia que dejaron las protestas contra Maduro en 2014.Antes de lo que en realidad fue un acercamiento fallido, no hablaban hace más de una década.
Por eso una negociación en caso de que la oposición gane la mayoría se ve poco probable. Y sin embargo puede ser necesario.
Un parlamento opositor se tendrá que enfrentar a un Tribunal Supremo de Justicia que no ha fallado una sola vez en contra del gobierno en 9 años y que, para muchos, favorese al Ejecutivo.
El TSJ tiene el poder de poner freno a las iniciativas de ley de la oposición.
En ese caso, las soluciones a los no pocos problemas que tiene Venezuela se pueden quedar en el limbo del choque de trenes institucional.