La calle Estados Unidos, que lleva ese nombre porque ahí estuvo durante mucho tiempo la embajada de ese país, frente al Parque Forestal, se convierte, yendo hacia el sur, en la calle Namur, otra calle clásica del barrio, pese a que no se extiende por más de tres cuadras. Un lienzo gigante, que va de vereda a vereda, desde un tercer piso de un edificio a la parte trasera del GAM, dice: “Namur 100 años de historia. ¡No al cambio de nombre, nadie nos consultó!”.
La propuesta de cambiar nombres de calles, en honor a los 50 años del golpe, avalada por la alcaldesa Irací Hassler, tiene revolucionado al barrio. En la esquina de Estados Unidos con Merced, el letrero de la calle ha sido intervenido: la palabra Estados fue borrada y en su lugar dice Pueblos. Pueblos Unidos. Los vecinos de Namur se levantaron en protestas y lograron su objetivo: mantener el nombre de su calle que lleva más de 100 años de conocida.
Pero otros santiaguinos no lo lograron.
El concejo municipal de Santiago aprobó este miércoles la propuesta de cambio de nombres a algunas calles, plazoletas y un puente de la comuna, en el marco de la conmemoración de los 50 años del Golpe de Estado.
La concejala Dafne Concha, presidenta de la Comisión de Memoria y Derechos Humanos, presentó la mencionada propuesta de renombre a calles. El debate de los 11 concejales culminó con la aprobación de la idea con 9 votos a favor y 2 en contra. Estos últimos fueron entregados por los concejales Juan Mena y Santiago Mekis, con el argumento de que no se consultó directamente a los vecinos por la propuesta.
Son ocho calles, tres plazoletas y un puente, que serán rebautizadas con propuestas de distintas organizaciones. General Bulnes pasa a ser Jécar Antonio Nehgme Cristi. Calle Santa Mónica, entre General Bulnes y Ricardo Bulnes, pasa a ser Jaime Castillo Velasco. Calle Huérfanos, frente a Plaza Brasil, pasa a ser Patricio Bunster Briceño.
Calle Rosas, entre Morandé y Teatinos, pasa a ser Littré Quiroga Carvajal. Puente Loreto pasa a ser Puente Ronald Wood. Calle Aconcagua pasa a ser Carlos Humberto Contreras Maluje. Calle Maule pasa a ser Carlos Lorca Tobar. Pasaje Delfina pasa a ser Alicia Aguilar Carvajal. Calle Manuel de Amat pasa a ser Elisa del Carmen Escobar Cepeda. La Plazoleta del sector Andes, entre Brasil y Mapocho, pasa a ser Modesta Carolina Wiff Sepúlveda. La Plazoleta ubicada entre Santo Domingo y 21 de Mayo pasa a ser Lincoyán Berríos Cataldo.
Muchos vecinos no están conformes.
Una chica venezolana que lleva cinco meses trabajando en este sector dice que le molesta mucho que hayan cambiado el nombre de algunas calles. Y se irrita cuando ve el letrero de calle Estados Unidos cambiado a Pueblos Unidos. No se sabe quién lo hizo. “Me recuerda a lo que pasaba en mi país”, reconoce.
Para el arquitecto Iván Poduje, que ha escrito sobre Santiago y la destrucción de espacios urbanos durante el estallido social, “la gestión de la alcaldesa me parece deplorable. Estuve caminando por el centro el domingo. Todo Bandera rayado y como baño publico. El olor era insoportable. Con basura”.
“Creo que este cambio en el nombre de calles se explica por el intento de reescribir la historia. De refundar todo. Es similar a lo que ocurre en la plaza Baquedano”.
En efecto, muchos se preguntan sobre qué sucedería si hay un cambio político en la alcaldía y se vuelven a cambiar los nombres. “¿Qué pasa si en unos años ganan los Republicanos y ponen otros nombres?”, se pregunta el reconocido pintor Francisco Bustamente.
Luis (quien no quiere dar su apellido) vende libros hace ocho años en Lastarria. Estudió literatura en la Universidad de Chile y vende principalmente libros originales, pero también algunos piratas. Dice que desde que llegó la alcaldesa se ha relajado mucho el control y que los carabineros aparecen y no hacen nada. Que antes tenía que salir arrancando.
Cuenta también que hay mucha molestia por el tema del cambios de los nombres, porque son calles clásicas, que siempre se han llamado así y esto genera confusión. Tiene una buena selección de libros, en el piso del paseo Lastarria y asegura que lo hace para ganar dinero y poder escribir. Compra sus libros a un tipo en San Diego. Vende autores como Cheever, Freud, Teillier.
La diseñadora Claudia Gallardo, que vive en la zona, comenta: “Cuando el nombre de la calle representa algo que la sociedad reprueba, como algo inmoral o antidemocrático está bien que se cambie, porque finalmente se está dando una señal. No se puede honrar a una dictadura. Me parece gratuito cuando no es así. Las calles tienen su historia también. Se percibe como un capricho de la alcaldesa”.
Sobre las protestas de los vecinos de Namur explica: “Suceden porque esta decisión perturba a la sociedad. Además la gente se equivoca de calle porque la ha conocido siempre con un nombre. Entonces al final, es muy confuso. La gente va a seguir llamando las calles como antes y esa será la gran derrota de la alcaldesa. Es decir, no creo que nadie deje de llamar al puente Loreto, que cruza al Mapocho, con otro nombre. Es un eje del barrio”.
El empresario turístico Eugenio Cox, otro vecino del sector, dice que la alcaldesa se ha equivocado rotundamente. “Para hacer una cosa así tendría que haber hecho una consulta ciudadana. Tiene un concepto de democracia, que no entiendo. Tiene mayoría en el consejo, y hace lo que quiere. No sé cuánto le irá a resultar, porque si después viene un alcalde de otro color volverá a su nombre original. ¿Y si viene alguien de derecha se va a sentir legitimado para cambiarlos de nuevo?”.
“Me parece que podrían haber habido tantas otras formas de conmemorar los 50 años del golpe. Con alguna placa, o un concurso para un monumento. Nosotros acabamos de pintar el edificio El Barco. Encuentro que es una lesera cambiar nombres. Siento que no suma, es una cosa absurda. No me emociona nada”.
El pintor Francisco Bustamente señala que la decisión de la alcaldesa “primero genera división. Es gratuitamente echarle leña al fuego. Entonces, no hay para qué. Y el próximo alcalde, si es de signo contrario, se sentirá con todo el derecho de hacer lo mismo”.