1. La convocatoria se manejó con alguna precaución. El primer anuncio, que circuló a principios de semana por sitios afines a los grupos radicales del sur, decía: “Presentación en Santiago (de la) última edición del libro Chem Ka Rakiduam. Coordinadora Arauco Malleco. En forma presencial con Orfelina Alcamán, werkén lof Peleco Pidenko; Héctor Llaitul, vocero CAM; Jorge Pinto, premio Nacional de Historia. Viernes 10 de junio, 19 hrs. en el territorio de Peñalolén”.

2. Sólo en el segundo anuncio, que circuló el mismo viernes 10, se comunicó que el relanzamiento sería en la población del oriente de Santiago creada a partir de tomas, en 1970: “Espacio Comunitario 4º sector, Lo Hermida histórico. Sector Peñalolén”. Frente al galpón de avenida El Valle había una docena de personas hacia las 7pm del viernes. Una mezcla de mapuches con ponchos mayores de 50 y otros jóvenes, además de algunos veinteañeros con parkas o chaquetas y apariencia de ser estudiantes santiaguinos. Ya estaba oscuro.

3. Había una fila corta para entrar al lanzamiento. Cada uno de los que esperaba debía decir de dónde venía, y había una breve conversación entre las personas ubicadas en la puerta para decidir si autorizaban su ingreso o no. Si ocurría lo primero, le pedían apagar el celular, lo que era verificado antes de permitirle cruzar una reja que llevaba a un patio con un fogón. “No se puede grabar, no se pueden tomar los celulares ni responder llamados”, se escuchó decir a una mujer desde el patio, en la transmisión en vivo que realizó Radio Plaza de la Dignidad, que después de eso fue suspendida. En algunos casos, los encargados de seguridad revisaron nuevamente que los celulares estuvieran apagados durante la presentación.

4. Junto a la puerta para entrar al galpón había un mesón donde vendían a $12 mil el libro con la historia y las definiciones de la Coordinadora Arauco Malleco (CAM), el grupo radical activo más antiguo del país. Sus atentados se remontan a la quema de 3 camiones en Lumaco, en 1997.

5. Adentro del galpón había unas 90 personas —que durante el transcurso del lanzamiento aumentarían a más de 120. Algunas estaban sentadas en sillas de colegio; el resto permanecía de pie. Todos miraban a una mesa al fondo de la sala donde estaban, de izquierda a derecha, el historiador Jorge Pinto, una moderadora, Orfelina Alcamán y Héctor Llaitul.

6. Era la reaparición pública de Llaitul tras el 18 de mayo, cuando llegó a la cárcel de Temuco a visitar a un grupo de presos mapuches. Su visita generó expectación porque una semana antes el sitio Werkén Noticias había publicado una declaración suya llamando “a preparar las fuerzas, a organizar la resistencia armada por la autonomía por el territorio”, que derivó en amenazas de querellas en su contra por parte de La Moneda, que luego retrocedió. El día de su aparición en Temuco, Llaitul fue fotografiado, pero no hizo declaraciones.

7. En la pared detrás del mesón había una bandera azul con la estrella mapuche de 8 puntas, o wuñelfe, con la leyenda “Una sola sangre”. En la sala había otras 2 banderas wuñelfe, una azul y otra roja, cada una en su mástil. La luz era baja y dejaba la sala en semipenumbra, salvo por 2 focos que apuntaban a los expositores, que pidieron moverlos para no sentirse en una conferencia de prensa, dijo Orfelina Alcaman, y hablar con tranquilidad.

8. El primero en exponer fue Jorge Pinto, quien dijo que no hablaría como Premio Nacional de Historia, sino como admirador de la consecuencia de la CAM y como un exmilitante socialista que seguía identificándose con el partido. En su intervención, y disculpándose por si decía algo controversial, mencionó el repliegue táctico que realizó la CAM durante el estado de excepción constitucional de emergencia que rigió entre octubre y marzo, durante el gobierno de Sebastián Piñera. Lo valoró como una forma de cuidar a sus hombres frente al despliegue militar en apoyo a las policías que permitió el decreto. Evitó una masacre, dijo. Llaitul se referiría al tema después.
Orfelina Alcamán habló del control territorial de la CAM y de cómo habían reconvertido los terrenos de las forestales en Pidenco.

9. Llaitul escuchaba en su esquina, sin intervenir y con una actitud algo ausente. Con la barba recortada con la que aparece en las fotografías y algo doblado en su silla, representaba más de los 54 años que tiene. Al tomar la palabra, con una voz más ronca que la que se conoce de sus entrevistas, dijo que había tomado un bus y aparentemente lo había afectado la calefacción. “No es Covid, no se preocupen”, dijo, haciendo reír a los presentes. Más tarde, en su más de media hora de exposición, dio otra explicación: que fue controlado por efectivos en una tanqueta y que quizás por eso estaba así, porque pasó por unos cerros para evitar los controles militares.

10. Habló de Pablo Marchant Gutiérrez, el exestudiante de antropología de la U. de Concepción que dejó la facultad, se sumó a un brazo operativo de la CAM y murió por un tiro policial en julio de 2021, cuando participaba de un atentado incendiario al fundo forestal Santa Ana de Carahue, que contaba con protección de Carabineros. Tenía 28 años. La inclusión de Marchant en el prólogo y un nuevo capítulo del libro fue la excusa para relanzar el texto de 2019. Llaitul, dijo, hizo algunas contribuciones y revisó el producto final.

11. Criticó que algunos cuestionaran el origen de Marchant, por no tener apellidos mapuches. “Lo ejecutaron”, dijo también, en aparente referencia a un informe metapericial encargado por la familia materna de Marchant, que ha sido rebatido por la fiscalía de La Araucanía. La causa sigue abierta. En su exposición, Llaitul omitió la herida a bala recibida por el trabajador forestal Ceferino González en ese mismo atentado de la CAM, que lo tuvo semanas en el hospital.

12. Llaitul confirmó que hubo un repliegue táctico durante el estado de emergencia de Piñera para evitar bajas, pero aseguró que la actitud de la CAM había sido otra cuando en mayo el gobierno comenzó a analizar fórmulas para desplegar a los militares en medio de la crisis de violencia en sur. Dijo haber sentido rabia ante la decisión de La Moneda de decretar un nuevo estado de emergencia, el 17 de mayo. Dijo que la preparación de la CAM era distinta a la del año pasado y desafió a que fueran por ellos. Hacia el final de su intervención dijo no entender la “alharaca” generada por su llamado a tomar las armas, ya que llevaban más 20 años actuando por esa vía.

13. El vocero de la CAM arremetió en contra del gobierno del Presidente Gabriel Boric por, según dijo, actuar en favor del capital. Criticó al subsecretario Manuel Mosalve (PS) y su equipo, que comparó con el exsubsecretario Mahmud Aleuy del gobierno de Michelle Bachelet. También cuestionó a la ministra del Interior, Izkia Siches, quien, al principio, planteó, parecía simpatizar con la causa y ahora los ligaba al robo de madera.

14. Llaitul —que a ratos parecía emocionado— fue especialmente duro con el Partido Comunista. “Me cuesta entender a los comunistas”, dijo. “Yo estuve en el Frente (Manuel Rodríguez) y conocí a los verdaderos comunistas”.

15. Dijo que sabía lo que vendría y que por eso es que en abril se adelantaron y dijeron que no estaban las condiciones para dialogar. Que era inaceptable un diálogo donde otros fijaran las reglas. Que si el gobierno quería hacerlo tendría que ser para hablar los temas de fondo: territorio y autonomía. “Es interesante”, dijo más tarde, la posibilidad de que veedores internacionales pudieran tener un rol en un diálogo hipotético, sin profundizar en qué condiciones. Adelantó que vendría una gran represión en contra de la CAM.

16. Llaitul habló también de la Convención Constitucional, usando una imagen. Dijo que en los últimos 30 años jamás había visto un solo lienzo pidiendo la plurinacionalidad, uno de los logros obtenidos por los 17 representantes de escaños reservados a los pueblos originarios —especialmente los 7 representantes mapuches— en la Convención. Dijo que las demandas siempre habían sido por territorio y reiteró que el sabotaje era la vía para lograr sus objetivos.

17. El sabotaje lo llevó a hablar de las otras organizaciones radicales que operan en el sur, a las que criticó en forma oblicua. Al hacerlo, puso siempre a la CAM en un plano de superioridad moral, en un pedestal. Dijo —sin mencionar a Temucuicui o a la Resistencia Mapuche Malleco— que en la CAM jamás habían permitido el tráfico de marihuana. Criticó a los que se equivocaban matando a los suyos, en aparente referencia al homicidio del trabajador forestal Segundo Catril, baleado en mayo mientras iba en bus a una faena, en un atentado que sigue sin ser revindicado por algún grupo armado. Se distanció también de lo que llamó las mafias del robo de madera y sólo hizo una justificación acotada y algo enrevesada de ésta para adquirir lo que llamó “los fierros y los tiros”.

18. Los presentes lo escuchaban con respeto, pero no necesariamente hipnotizados por sus palabras. Fue tal vez menos carismático de lo que esperaba. El público era variado. Había mujeres, hombres y al menos una niña. Los jóvenes iban desde los que parecían estar terminando el colegio a los que podían estar en algún instituto o universidad. Algunos llevaban ropas humildes y otros parkas y bolsos de marca. La intervención solo era interrumpida por el ruido de unas señoras que pasaron de la cocina hacia el salón con sopaipillas y pebre. Algunos de los presentes tomaban café y otros mate. Otros más ojeaban el libro que acababan de comprar. Unos tenían el rostro descubierto, otros llevaban mascarillas desechables y unos cuantos tenían el rostro tapado por pañuelos, sin que fuera claro si era por el virus o para ocultar su identidad. “Marichiweu”, que se traduce como 10 veces venceremos, gritó Llaitul a modo de cierre. Casi todos los presentes gritaron con él.

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