Los detectives que investigaban un homicidio cometido en marzo de 2020 en Valdivia, pocos días antes del inicio de la pandemia, tenían claro que los diálogos que figuraban en el WhatsApp del presunto autor material del hecho no poseían relación alguna con lo que supuestamente decían.
En efecto, muchos de esos mensajes, intercambiados entre Juan José Ortega (el acusado) y su amigo José Miguel Rodríguez, ambos colombianos, hablaban de pintar departamentos, de brochas y de “muñecos”.
Todo lo anterior, razonaban los oficiales, tendría algo de sentido si alguno de ellos se dedicara a la pintura, pero Ortega era, en lo formal, barbero y hacia mayo de ese año se encontraba en prisión preventiva, acusado de haber asesinado a uno de los narcotraficantes más conocidos del sur de Chile, Germán Muñoz Villegas, conocido como “El gordo Pacel”.
Un sicario profesional. Aunque alegaba inocencia al inicio, los videos que la PDI pudo encontrar, trabajando junto al fiscal Álvaro Pérez, revelaron que quien había cometido el crimen de Muñoz no era un aficionado, sino un profesional, un sicario que había seguido por todo el centro de la ciudad a su víctima y que cuando la tuvo a tiro de cañón no dudó en dispararle casi a quemarropa, huyendo luego sin problema.
- Eso estaba claro, pero persistía el enigma de los mensajes por whatsapp y su real significado. Ante ello, uno de los oficiales de la Brigada de Homicidios (BH) de Valdivia tomó contacto con el agregado policial de la PDI en la Embajada de Chile en Bogotá y le pidió que preguntara a la policía colombiana si los términos utilizados en los chats de Ramírez y Rodríguez tenían algún sentido para ella.
- Unos días después llegó la respuesta: tal como lo sospechaban los agentes chilenos, el lenguaje utilizado en dichos diálogos era propio de los sicarios profesionales colombianos: “pintar un apartamentico” es el código que usan los sicarios colombianos para referirse a un homicidio. Las “brochas” son las pistolas, un “muñeco” es un muerto y la “liga” es el dinero que se recibe a cambio de “pintar”.
Una mafia. Sin embargo, eso no fue lo único que los investigadores hallaron. En medio de las pesquisas, terminaron por descubrir que Ortega y Rodríguez habían participado en otra ejecución, realizada en Osorno a fines de 2019 (crimen en el cual la víctima fue otro ciudadano colombiano) y que el primero trabajaba como sicario para una organización criminal que operaba desde Los Angeles hasta Castro, ofreciendo créditos “gota a gota”, la que era liderada desde Valdivia por el también colombiano Mauricio Quintero Gallegos, más conocido como “Darwin”.
- En 2020, él y 17 personas más fueron acusados por la Fiscalía de Puerto Montt de liderar una asociación ilícita, que ofrecía préstamos a 20 o 30 días de plazo, pidiendo a cambio de ellos un interés diario de 20%, el que era cobrado por medio de amenazas y que, en otros casos, como ocurrió con un joven colombiano que regresó a su país luego de no poder pagarles un préstamo, con la muerte.
- Además, en la misma investigación se estableció que la organización criminal reunió enormes cantidades de dinero que lavó a través de distintas vías, entre ellas la compra de autos de lujo, el envío de capitales hacia el exterior y también por medio de la instalación de locales de fachada, uno de los cuales era la barbería “Super barber shop”, ubicada en el centro de Valdivia, la cual era administrada por Ortega.
El crimen. Considerada como una de las ciudades más bellas de Chile, la estampa de bucólica tranquilidad que siempre ha rodeado a Valdivia comenzó a romperse hace tres años, cuando distintos hechos demostraron que el crimen organizado y sus prácticas asociadas, como el sicariato, también se habían asentado en esa zona.
- La primera evidencia de ello se produjo durante la madrugada del 15 de marzo de 2020, cuando a eso de las 3 de la madrugada el conductor de un automóvil Renault Clio apareció en escena, en el centro de Valdivia.
- Como lo muestran las imágenes de las cámaras de video recopiladas por la Brigada de Homicidios desde locales comerciales, viviendas y vía pública, luego de entregar un gramo de cocaína a una amiga, Ortega se abocó a encontrar el Subaru VX en el cual se movilizaba Germán Muñoz.
- Tres meses antes, Ortega había recibido el encargo de eliminar a Muñoz por parte de Francisco González, “Pancho Lucro”, quien llegó a ser el mejor amigo de quien ahora sería la víctima. Ambos se habían conocido seis años antes y los habían unido dos pasiones en común: los autos tuning y la vida nocturna. González, de hecho, llegó a ser dueño de una discoteca en la cual almacenaban armas y drogas, pues traficaban juntos.
- Eran los reyes de la noche valdiviana, se movían en autos de lujo modificados y, además, González producía eventos de música urbana tanto en esa ciudad como en Santiago, donde era muy conocido en la población La Victoria, donde se fotografió varias veces con el cantante CarlitosJunior24k.
Captura de pantalla del móvil en que se trasladaba Juan José Ortega.
La “mexicana” casi fatal. En 2019 ambos viajaron a Santiago a buscar una provisión de marihuana. Por los testimonios entregados en el juicio que se realizó a fines de 2022, se sabe que los narcotraficantes que les debían proveer de la droga los secuestraron, llevándolos a una bodega abandonada, donde a Muñoz le dio un ataque de ansiedad.
- Este era un hombre muy grande (medía 1,92 y pesaba 190 kilos) y aunque estaba esposado con amarras plásticas cayó al suelo, por lo cual los secuestradores, que les robaron el dinero que portaban, huyeron de allí, pensando que le estaba dando un ataque cardíaco.
- Antes de huir, sin embargo, quemaron el SUV marca Jeep en que viajaban, propiedad de “Pancho Lucro”. Tanto este como Muñoz lograron finalmente liberarse y regresar a Valdivia. Sin embargo, según los testimonios entregados en el juicio, González comenzó a exigir a su amigo que le pagara el vehículo que le habían incendiado, a lo que Muñoz se negó.
- Ello motivó un fuerte distanciamiento entre ambos. Muñoz comenzó a criticar abiertamente a González porque, además de marihuana, vendía pasta base. En una ocasión en que se encontraron, según dijo un testigo, lo encaró diciéndole que porque vendía esa “huevá” (refiriéndose a la pasta base)… “tenís a toda la población apestada, están todos los cabros matándose”.
El baleo previo. El 18 de septiembre de 2019, Muñoz dejó afuera de la casa de sus padres, en la Villa Progreso, su última adquisición: una Dodge Durango. De pronto se escuchó una ráfaga y al menos siete disparos dieron contra la carrocería del móvil, tras lo cual un auto se alejó a toda velocidad de allí.
- Aunque nunca se estableció quién había sido el autor de los impactos, Muñoz quedó convencido de que era alguno de los colombianos con los cuales andaba en ese momento. González era el autor.
- A partir de ese momento, él nunca más se movió solo. La noche del 15 de marzo, el Subaru era conducido por Angelo Jerez. Al detectar dicho móvil, Ortega los comenzó a seguir y vio que se estacionaron afuera de un local de comida rápida, frente al cual Muñoz descendió, a fin de comprar tres hamburguesas, a eso de las 2.30 de la mañana.
- Aparte de adquirir una para él y otra para su conductor, compró una tercera para un amigo con el cual estaba chateando, que vivía en calle Doctor Labbé (en el sector de Barrios Bajos). La confección de la comida demoró casi una hora y durante todo ese tiempo el Clio que manejaba Ortega se mantuvo estacionado a unos 50 metros de sus “presas”.
El desenlace. Luego de que les entregaran la compra, el Subaru enfiló hacia Doctor Labbé y se estacionó afuera del número 20, casi sobre la vereda. Justo cuando el dueño de casa salía, una cámara captó el momento en que el Clio se detuvo por la izquierda, a menos de un metro del Subaru, momento en que se ve cómo salen varios disparos desde su interior, impactando contra el copiloto.
- Tras ello, el Renault abandona el pasaje con cierta calma, pero imágenes posteriores lo muestran huyendo de allí a toda velocidad. Jerez llevó a su amigo al hospital, de inmediato, pero los médicos no pudieron salvar la vida de Muñoz.
- Un mes más tarde, la Brigada de Homicidios detuvo a Ortega, quien fue sorprendido mientras dormía, teniendo en su cama una pistola (que no es el arma homicida, según establecieron los peritajes balísticos) e incautándosele un teléfono celular desde el cual la PDI extrajo muchísima información, especialmente chats donde quedaba en evidencia que había participado en varios crímenes y que discutía ello habitualmente con su connacional Rodríguez, quien vivía en Santiago, y que, como dijo un oficial de la PDI en el juicio, “las conversaciones que tenían estilos dos eran básicamente de matar personas, de homicidios por encargo”.
- Fue así como se estableció que el año anterior ambos, usando el mismo Renault Clio, habían viajado a Osorno a asesinar a otro colombiano y también se determinó que Ortega pidió a un tal “Stewart”, en Colombia, que asesinara a otra persona, de quien le envió una fotografía, crimen que supuestamente no se habría concretado.
- El 19 de diciembre del año pasado el Tribunal de Juicio Oral en lo Penal de Valdivia condenó a Ortega a una pena de 20 años por el homicidio y otros tres años y un día por el porte de armas, mientras que “Pancho Lucro” recibió una condena de 15 años, tras comprobarse que era quien había encargado el crimen.
- El Fiscal que estuvo a cargo del caso, Alvaro Pérez, indicó que el trabajo policial “fue muy responsable, muy correcto y muy profesional”, destacado que gracias a las pesquisa policiales fue posible reconstruir por completo el trayecto de los dos móviles. Por su parte, el subcomisario César Gutiérrez, de la BH, explicó que fueron cerca de 30 las cámaras (públicas y privadas), las que “nos permitieron recrear la dinámica y los momentos previos al homicidio y las que, en definitiva, también nos permitieron acreditar, cuál era la patente del vehículo”.
A eso de las 3.20, el Renault Clio se detuvo a un costado del Subaru VX en que la víctima iba de copiloto, momento en que Ortega disparó.