-¿Qué tan duro es este golpe para el presidente Piñera? ¿De qué manera afecta el balance de su mandato?
-Creo que el golpe más duro lo ha recibido el régimen democrático. Hemos visto a una mayoría parlamentaria dispuesta a actuar con pocos escrúpulos republicanos, y a pasar por encima de las exigencias que debe cumplir una acusación constitucional contra el presidente de la República, con tal de anotarse un pobre triunfo a pocos días de la elección presidencial. A quienes aprobaron la acusación no les preocupa mucho crear un cuadro de crispación política porque los mueve exclusivamente sus menguados intereses personales (¡están enamorados de la dieta parlamentaria!). Con esta acusación, el país ha sido testigo del nivel de degradación al que han llegado los hábitos políticos en el Congreso. Es particularmente grave que los partidos de la antigua Concertación, que en el pasado supieron distinguir el interés nacional, hayan sido secuestrados por el populismo. Este pobre triunfo se les volverá en contra a sus promotores.
-Con esta votación, ¿cómo queda la imagen de la Cámara, que está en niveles muy negativos?
-En los últimos años, la Cámara ha sido escenario de las más obscenas demostraciones de demagogia. Para qué dar nombres: son demasiados los representantes de la frivolidad a velas desplegadas. Quienes aprobaron la acusación constitucional contra el presidente no se dan cuenta de que todo esto daña al país y erosiona todavía más la autoridad del Congreso. Son numerosos los diputados a los que ya nada les importa, salvo ser reelegidos en sus cargos o saltar al Senado, pero también son numerosos los que viven muertos de miedo de ser criticados por no ser suficientemente obtusos, y tienen pavor de ser funados en las redes. La cobardía política también ha jugado su papel en la decadencia.
Ha caído demasiado bajo la Cámara de Diputados. Lamentablemente, se ha convertido en el modelo para la Convención Constitucional.
-¿La performance de Naranjo es una de las más polémicas de este episodio? ¿Cómo la califica?
-No puede sino calificarse de bochornoso el papel jugado por este político socialista de 70 años, que fue diputado al comienzo de la transición, luego senador, y de nuevo diputado desde 2018. Ha sido patética su actuación como “filibustero”, que es la expresión reservada para los parlamentarios que recurren a argucias dilatorias en la tarea legislativa. Con la triquiñuela de hablar horas y horas para conseguir el quorum conveniente, Naranjo se ganó un triste lugar en la historia del Congreso.
-¿Cree que aumentará la incertidumbre política creada por la marcha de la Convención Constitucional y por la competencia electoral?
-Por desgracia, son demasiados los factores de incertidumbre política en nuestro país. Vamos a elegir presidente de la República y parlamentarios dentro de pocos días, y no sabemos cuáles serán las normas constitucionales sobre sus cargos que aprobará la Convención. Lo que puede venir es una colisión entre el orden vigente y el que trata de imponer la mayoría refundacional que encabezan Loncón y Bassa en la Convención. Habrá que proteger la actual legalidad -la única que existe-, frente a cualquier desborde. El país no está en tierra de nadie. La Constitución vigente debe ser respetada hasta que, eventualmente, sea reemplazada por otra de acuerdo a los procedimientos establecidos.
-¿Cómo afecta lo resuelto por la Cámara los meses que le restan de mandato a Piñera?
-Espero que el Senado no se deje arrastrar por el delirio. El país necesita que el presidente Piñera concluya su período en las mejores condiciones posibles, y que en marzo próximo se produzca la transmisión normal del mando, como se acostumbra en Chile. Lo que más necesitamos es estabilidad institucional, respeto de las normas, fin de la violencia.
Llegará el momento de evaluar globalmente la gestión de Piñera, pero es indudable que, desde la recuperación de la democracia, a ningún otro gobernante le tocó enfrentar a opositores tan dispuestos a saltarse las reglas e incluso a capitalizar los efectos de la revuelta del 18 de octubre de 2019, que buscó generar una situación de ingobernabilidad y, en lo posible, derribar al gobierno legítimo. Cuando se haga el balance de este período, será justo reconocer que Piñera fue capaz de evitar perjuicios mayores cuando, en medio de la pandemia y las dificultades económicas, el país se vio azotado simultáneamente por la barbarie en las calles y la deslealtad parlamentaria hacia el régimen democrático. Pese a todas las dificultades, el país no se descarriló, y en ello, naturalmente, hay mérito del mandatario.
-¿Se debilita la democracia chilena después de este episodio? ¿Cómo afecta a la imagen del país en el exterior?
-Por desgracia, nuestra democracia ha sido dañada en los últimos dos años por la acción combinada de los aventureros de la acción directa en las calles y los aventureros que actúan dentro de las instituciones. Ha sido la alianza de la molotov y el populismo. Por cierto, que la imagen del país es afectada internacionalmente, y se acentúan las dudas respecto de nuestro futuro. Todo esto perjudica las perspectivas de inversión. Los demagogos están afectando directamente los intereses nacionales. Por lo tanto, hay que oponerse a su influencia tóxica. Tenemos el deber de sostener el edificio democrático y asegurar que el país no se extravíe políticamente. Creo que las reservas de sensatez y espíritu democrático son muy grandes: hay que conseguir que confluyan en un solo cauce.