¿Qué significa para ti el resultado de la Prueba de Acceso a la Educación Superior (PAES), que amplió las brechas entre los colegios privados y públicos y derrumbó a los emblemáticos, como el Instituto Nacional, que quedó en el lugar 201, de acuerdo a la Dirección de Análisis Institucional y Planificación de la UC?
En Chile la educación pública hace mucho tiempo tiene dificultades para ofrecer una formación de calidad, para competir con la educación privada. Este es un tema que discutimos a fondo junto a Arturo Fontaine en “Educación con Patines”, un libro que publicamos el 2018. Esta dificultad histórica explica, en parte, lo que estamos viendo hoy. Pero también hay elementos más recientes que deben ser considerados. Las brechas que la nueva PAES nos presenta el dato de que solo tres colegios de los cien de mejor resultado sean municipales. Deben ser entendidas en ese contexto. Y a esto debemos agregar el derrumbe de los liceos emblemáticos.
Todo esto comienza a configurarse como el fracaso de un relato que apostaba por potenciar la educación pública. Aquí hubo política pública, cientos de millones de dólares, y medidas que se suponía que iban a venir a potenciarla. El fin de la selección por mérito académico bajo la segunda administración de la presidenta Bachelet, por ejemplo, se justificó en esta línea. Así, la evidencia apunta al fracaso de una estrategia de política pública. Incluso antes del Covid, eso estaba quedando claro.
¿El fracaso del relato de Boric?
Es el fracaso de una generación que ha tenido la posibilidad de llevar a cabo cambios importantes. Convengamos que durante Bachelet 2, desde el Ministerio de Educación se impulsaron profundos cambios liderados por Revolución Democrática. Hubo además un sustento conceptual brindado por técnicos con conexiones partidistas. Ahora, no identifico cambios ni aprendizajes sustantivos dentro de la administración actual en este ámbito, en ese relato educacional. Basta observar la gestión del ministerio de Educación. Entonces, la problemática que observamos hoy día no puede ser considerada una sorpresa.
Para explicarlo, haga algo de memoria. El diagnóstico respecto de la necesidad de impulsar la educación pública tiene larga data. Por de pronto, se planteó temprano en la administración de Bachelet 2. Pero varias de las reformas de ese momento, incluyendo su relato, no apuntaban a los problemas de fondo. Muchas hacían un tratamiento de conducto en el diente equivocado. ¿Los resultados de esos cambios, del gigantesco esfuerzo presupuestario, dónde están? ¿Se han reducido las brechas?, ¿la educación pública respondió mejor que la privada al Covid? Los datos sugieren que no. Esto huele a fracaso. Lamentablemente, esto no ha cambiado el relato.
Alguien podría argumentar que esta conclusión es injusta pues falta tiempo para evaluar los cambios… pero la verdad es que, incluso antes de la pandemia, la cosa pintaba mal. El derrumbe de los emblemáticos no partió el 2022. La pandemia, por cierto, amplificó algunas de estas cosas. Pero la poca competitividad que tiene la educación pública se manifiesta una y otra vez en pruebas como la PAES. Yo no he visto un avance en esta materia. Sobran las buenas intenciones, falta pragmatismo y sentido de realidad.
¿Quiénes son los responsables?
El problema en educación es que es fácil eludir las responsabilidades. Esto lleva muchos años, pero aterricemos a algo puntual y reciente: el proceso PAES actual.
No recuerdo haber tenido tantas dificultades para dar con un ranking oficial de los colegios en PAES como en este año. Me gustaría tenerlo completo, para ver cuáles son los colegios que mejoraron o empeoraron, para poder comparar en el tiempo. Esto se ha conocido a goteo, y solo gracias a fuentes indirectas. Ojalá esto cambie, pero hasta ahora da la impresión de que el Ministerio de Educación ha escondido la pelota. ¿Será que publicar los resultados incomoda a las autoridades pues podría promover la competencia? Algo de esa aprehensión ideológica puede haber. Ahora, claro, no se dan cuenta los responsables que mientras más se esconden los datos, mayor es la demanda por conocerlos por parte de las comunidades educativas. Con esto ilustro una visión equivocada de lo que significa el proceso educativo. Sin información, no se arregla el problema, solo se esconde. Algo de esta cultura también ha afectado al SIMCE. Tanta transparencia que se pide para algunas cosas, pero para otras no. Sin información no se podrán mejorar las falencias de la educación pública.
En esto el mundo académico ha fallado. No hemos logrado traducir la realidad de los colegios del Estado en cifras que atraviesen la ideología. No todos o todas han tenido la experiencia de ser educado en un colegio público. De hecho, el Presidente de la República, el Ministro de Desarrollo Social (Giorgio Jackson) y la ministra (Camila) Vallejo, por dar tres ejemplos de líderes que nacieron de los movimientos estudiantiles, se educaron en colegios particulares pagados o subvencionados. Su experiencia, entonces, puede ser ajena a la realidad que se vive en la educación pública. En ese contexto, para ellos, que fueron representantes de un movimiento que hoy está en el poder, que utilizaron la educación como caballo de batalla, los resultados del PAES ofrecen la oportunidad de revisar sus posiciones y ajustar sus acciones.
Pero Boric lleva recién 10 meses en el poder.
Por eso hay que ser justos. Efectivamente es el comienzo de su administración. También es cierto que el país acarreaba dificultades importantes en el tema educacional. Por supuesto que el Covid fue un shock gigante. Pero insisto, ya en el 2021 sabíamos de las dificultades que tendría la educación pública para lidiar con todo esto. Y, entonces, ¿dónde está el plan?
Creo que ha llegado el momento de realizar una evaluación objetiva, tratando de dejar el buenismo educacional de lado, para identificar qué es lo que ha funcionado y qué es lo que no. Al menos en el ámbito del cierre de brechas entre privados y públicos, mejorar la competitividad de los colegios del Estado, es bastante evidente que no ha habido avances. De hecho, basta mirar lo ocurrido con los colegios emblemáticos para identificar retrocesos. El costo para los estudiantes, familias y el país completo del drama que viven esos establecimientos, un tema que también analizamos en “Educación con Patines” emblemáticos, es muy grande. Esos colegios habían jugado un rol histórico. Con poco habían logrado hacer a la élite más diversa. Su desaparición tendrá consecuencias de largo plazo para la sociedad chilena.
¿Te refieres a la reproducción de las elites?
Exactamente. Es lamentable que las familias de clase media y las más vulnerables tengan menos opciones hoy para poder llevar, en base al esfuerzo y el mérito, a sus hijos a un estadio socio-económico distinto.
Aquí me quiero detener un segundo. Por cierto, ese sistema meritocrático no era perfecto, pero lo que tenemos hoy es peor. Tal involución fue facilitada por un relato que criticaba al mérito en educación. Y muchos de los argumentos que lo sustentaban se copiaban al pie de la letra del debate en torno al tema en el mundo desarrollado. Pero claro, un colegio público en EE.UU. no es comparable con uno nacional.
Entonces, déjame ser más drástico. Tengo la sensación de que a partir de los cambios que se realizaron, no ahora, si no que hace ya casi una década, la educación privada se ha potenciado. Las brechas siguen siendo evidentes, sin posibilidad de hacer mucho en el sector público al respecto. Por lo tanto, ¿a quienes esto puede haber favorecido? En términos relativos, a las familias más pudientes que tienen acceso a una educación privada. La menor competencia de colegios como el Instituto Nacional o el Liceo 1, sumado a que no existan más que tres colegios públicos dentro de los 100 mejores (ninguno dentro del top 10), les entrega una nueva ventaja a los hogares ricos al momento de acceder a los programas universitarios de más calidad y alta demanda. Desde allí, la élite podrá ser incluso menos diversa en el tiempo. No faltará quien vea en el fin de la educación privada la solución a ese problema. Con ese tipo de soluciones equivocadas, claro, se perpetúa el subdesarrollo y se hunden las naciones.
Lo paradójico de todo esto es que un movimiento estudiantil que en un corto tiempo llegó al poder, que ganó espacios democráticos de la mano de un relato en torno a las falencias del sistema educativo público, termine con resultados como el que se ha conocido hoy en el PAES o con el derrumbe final de los liceos emblemáticos. Si esta experiencia no obliga a revisar sus estrategias de políticas, tenemos un problema.
Tú fuiste alumno del Instituto Nacional, ¿Qué te pasa en el fuero más personal con estos resultados?
Cuando salí del colegio, por allá por la década del 90, el Nacional estaba en los top 10 consistentemente. Fue la apuesta de mi familia. Esto era así incluso entrado el nuevo milenio.
Las cosas cambiaron relativamente rápido. Con el florecimiento de los movimientos estudiantiles la caída empezó a ser lenta, pero estable. Luego de algunos años el número de postulantes al Nacional comenzó a tener una marcada tendencia a la baja. Esto lo recogí en distintas columnas de opinión en ese momento y fue tema del libro junto a Arturo. Luego la tendencia se aceleró. El fin de la selección por mérito, fue un torpedo bajo la línea de flotación del colegio. El ranking de notas fue otro factor clave que mermó fuertemente al colegio. Después vino la violencia y la imposibilidad que han tenido distintos alcaldes para poder controlarla. Ha sido un desastre. Cualquier ex alumno del Instituto Nacional debe sentir una tremenda pena y frustración.
¿Debería sorprendernos el estado actual del colegio? La verdad que no tanto. Esta ha sido la muerte lenta de los liceos emblemáticos. La fuga de alumnos, profesores, paradocentes, lleva años. Todo fue avalado, insisto, por un movimiento que ha tenido la posibilidad de realizar cambios y que hoy día no puede mostrarse sorprendido con el resultado. Que el Instituto Nacional hoy esté fuera de los mejores 200 colegios en PAES es lo esperado.
¿Cómo revertir este proceso?
Tengo la sensación de que a esta altura es muy difícil revertirlo. Soy más bien de la idea de que hay que repensar el Instituto Nacional y todos los colegios emblemáticos profundamente. Incluso discutir la conveniencia de tenerlos ubicados en el centro de Santiago. Es un lugar estratégico que atrae a los grupos radicalizados.
Ojalá los responsables tomen conciencia y actúen. La pérdida de esas instituciones republicanas es un costo grande para el país.
¿Qué rol le atribuyes al Ministerio de Educación en esta crisis?
El Ministerio de Educación tiene una gran responsabilidad en la evolución que ha tenido la educación pública durante esta crisis, sin ninguna duda. Ya son 9 meses. Nadie dice que el Covid era una cosa fácil de gestionar, pero, insisto, no he visto acciones para cambiar la situación. Basta ver los datos de ausentismo y deserción escolar. La situación en la educación temprana, con retrasos en el desarrollo documentados, es extremadamente preocupante. Así, la PAES es simplemente una manifestación de todo esto, sus brechas el resultado de una estrategia equivocada.
¿Y la alcaldesa Irací Hassler?
Hay que ser justos. La situación del Instituto Nacional es una responsabilidad de múltiples administraciones, de múltiples gestiones municipales. La violencia simplemente terminó afectando sus cimientos. Ahora bien, todas aquellas personas que avalaron la violencia, o que hicieron vista gorda, tienen responsabilidades. Lo del Nacional fue una bola de nieve que en el tiempo creció por la incapacidad de su sostenedor, el municipio de Santiago. El problema del Instituto Nacional no tiene solución si no hay un apoyo político claro. Aquí hay una responsabilidad, pero también una oportunidad, para el sostenedor actual.