Descubrí con estupor que Río de Janeiro es un laboratorio único de deportes hace unos 25 años, leyendo un reportaje sobre los “surfistas ferroviarios”: se paraban en el techo de trenes en marcha y eludían cables de alta tensión. Si fallaban, morían.

Eran bandas de jóvenes pobres de los suburbios, sin muchas perspectivas de vida, que buscaban algo de adrenalina y diversión sobre vagones desbordados de gente viajando como ganado.

Nunca pude verlos con mis propios ojos ya que en aquel entonces vivía fuera de Brasil y esa práctica fue reprimida hasta extinguirse en Río, sede de las primeras Olimpiadas de la historia en Sudamérica.

El jiu-jitsu brasileño es un creciente fenómeno internacional de artes marciales mixtas o MMA.

Pero en los cinco años que llevo en esta ciudad he visto cómo sus habitantes experimentan con otros deportes que inventan, amoldan o adoptan a su manera en las playas, morros y vegetación de Río.

Algunos son realmente populares. Y aunque no estarán en los Juegos Olímpicos de Río, a los cariocas eso parece importarles poco o nada.

“Deportes inventados”

Cruzo de mi casa al Aterro de Flamengo, un gran parque urbano en la zona sur de la ciudad sobre la bahía de Guanabara, y constato la fascinante omnipresencia del deporte en Río.

“Es una ciudad con playas y entonces ocurre mucho esta práctica de deportes inventados”, me dice Isael Maroli, un exfutbolista profesional que a los 41 años se gana la vida jugando y enseñando futvóley a unos 80 alumnos.

El futvóley es una mezcla de fútbol y voleibol que surgió en la playa de Copacabana en los años 60.

Cuenta que esta mezcla de fútbol y voleibol surgió en la playa de Copacabana en los años 60, cuando prohibieron a un grupo jugar balompié a orillas del mar aduciendo que molestaban a los bañistas.

Entonces fueron hasta un sector de la arena donde había una red de vóley y comenzaron a pasarse el balón de un lado al otro, sin usar las manos ni dejarlo picar. Así nació un deporte que hoy se practica en toda la costa de Río, en otros países y tuvo su propio Mundial en 2011.

Hay muchos deportes que sin estar en los Juegos Olímpicos son un suceso
Felipe Cardozo, profesor de educación física

Unos metros más allá, siempre sobre la playa de Flamengo, veo a los adeptos al frescobol: un deporte en el que dos o tres personas se lanzan una pequeña bola de goma usando paletas de madera, a una velocidad asombrosa: ¡plaf! ¡plof! ¡plaf!

Parece que quisieran pegarse con la pelota, pero en realidad es lo opuesto. “Nuestro foco es mantener la bola en juego, hacer que no caiga”, me explica Teresa Brito, una secretaria de 53 años que lo practica semanalmente.

Aunque los juegos de paleta y pelota existen en Europa desde hace siglos, y es discutible cómo surgió exactamente el frescobol, en Brasil hay quienes aseguran que tuvo su bautizo en la playa de Copacabana, como una mezcla de las palabras “frescor” y “bola”.

Hoy existen hasta campeonatos de frescobol, pero Brito sostiene se trata de un juego colaborativo que ni debe aspirar a ser olímpico para ganar reconocimiento: “Cualquier deporte es válido”.

“Por la diversión”

Qué deportes deben ser olímpicos es una discusión antigua e infinita a la vez.

Esta semana el Comité Olímpico Internacional aprobó la incorporación de varios deportes para los Juegos de Tokio 2020, entre ellos algunos muy populares en Río como el sur o el skateboard (monopatín).

"Hay muchos deportes que sin estar en los Juegos Olímpicos son un suceso", sostiene Felipe Cardozo.

Recuerdo haber escuchado discusiones entre surfistas que apoyan su entrada a las Olimpíadas y otros que se oponen, afirmando que lo mejor del surf es practicarlo por placer y para competir apenas con uno mismo, no con otros.

“Hay muchos deportes que sin estar en los Juegos Olímpicos son un éxito”, sostiene Felipe Cardozo, un profesor de Educación Física de 30 años que parece volar en su skate por las calles de Río.

La vocación de la ciudad, antes que deportiva, es por la diversión
Víctor Melo, Universidad Federal de Río de Janeiro

Entonces, ¿la pasión de los cariocas por el deporte responde a un espíritu de competencia o a un mero afán de esparcimiento?

Según Víctor Melo, coordinador del laboratorio de Historia del Deporte en la Universidad Federal de Río de Janeiro, se trata de lo segundo.

“La vocación de la ciudad, antes que deportiva, es por la diversión. Y el deporte es una gran diversión. Sobre todo porque la ciudad ofrece muchas posibilidades de prácticas de deportes distintas”, señala.

Claro que cuando visité una clase de jiu-jitsu brasileño en Río me pregunté por un instante si habrá algo divertido en el momento en que otro luchador te inmoviliza apoyando su trasero sobre tu pecho, sin piedad.

"Está todo el mundo comprando (la cinta) ahora, todo el mundo se interesa en aprender", dice Caio Henrique Matos, quien parece caminar por el aire con el slackline.

Ese arte marcial de origen japonés tampoco está en las Olimpiadas de Río, aunque la popularidad que ganó en esta ciudad y en todo Brasil está contribuyendo a su crecimiento mundial.

Cada vez más extranjeros llegan especialmente a Río para aprender jiu-jitsu brasileño, base del creciente fenómeno internacional de artes marciales mixtas o MMA.

Y si queda alguna duda de que la Cidade Maravilhosa aun es un escenario de ensayo de deportes sin medallas olímpicas, basta ver cómo se ha expandido en pocos años el slackline, que se practica haciendo equilibrio sobre una cinta sujetada a dos árboles.

“Está todo el mundo comprando (la cinta) ahora, todo el mundo se interesa en aprender”, dice Caio Henrique Matos, que tiene 21 años, trabaja en una gráfica y parece caminar por el aire con el slackline.

“Comencé como diversión, pero es muy bueno para el cuerpo también”, agrega antes de soltar una risa. “¡Mi fútbol mejoró! ¡Soy más habilidoso!”.

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