Por Rodrigo Eyzaguirre

La decisión estaba clara hace rato en el ministerio del Deporte. Mucho antes de que las quebradas de la Región de Atacama se llenaran de agua, barro, destrucción y drama, en las oficinas de Fidel Oteiza no querían renovar el vínculo con la empresa francesa ASO para recibir la versión 2016 del Dakar

Eso explica que dilataran tanto una decisión que se esperaba para febrero o comienzos de marzo.

La lista de aspectos negativos comenzaba con los varios millones de dólares que el gobierno debía pagarle a ASO como derecho para que la prueba pasara por el país. Aunque sea algo tradicional en los grandes eventos del mundo “tuerca” como la Fórmula Uno, el Campeonato Mundial de Rally y el MotoGP, el pago y sobre todo el monto, generaba molestia en las oficinas del Ministerio.

En la secretaría del Deporte tampoco coincidían en los supuestos beneficios que el Dakar le dejaba a Chile (US$ 4,7 por cada dólar invertido), cifras muy promovidas por Sernatur, pero que en Fidel Oteiza miraban con cierto recelo

Además, y marcando una clara diferencia con el gobierno de Sebastián Piñera y el IND que dirigía Gabriel Ruiz-Tagle, ahora sí eran escuchados los reclamos de ecologistas y el Consejo de Monumentos Nacionales, que vociferan en contra del Dakar, pero que generalmente fallan a la hora de entregar evidencia incontrarrestable de daños graves generados por la caravana.

El desastre en Atacama es la justificación para no hacer el Dakar en 2016, pero surgen las dudas de si la prueba volverá alguna vez a territorio nacional.

De partida, son muchos los países de Sudamérica que sí tienen ganas de recibir a la caravana de autos, motos y camiones. En 2016, Argentina, Perú, Bolivia y seguramente Uruguay, se la jugarán por quedar bien ante los ojos de ASO, mientras que Ecuador e incluso Colombia, quieren ser parte de algunas etapas en futuras ediciones. No hay paisaje más “dakariano” que el norte chileno, pero a la empresa francesa la impulsan las ganancias económicas y si la versión de 2016 es un éxito comercial, lo más probable es que vuelvan a apostar por sus nuevos socios, como el presidente Evo Morales.

Pero la clave es la resistencia al Dakar desde el ministerio del Deporte. De hecho, al comentar la decisión de restarse de la próxima edición, la ministra Natalia Riffo dejó todo en las mismas aguas pantanosas que estaba hasta antes del desastre en la Región de Atacama: “Tenemos las puertas abiertas (…) Evaluaremos la participación en el Rally de 2017, tal como lo hemos hecho con cada una de las versiones anteriores”. 

El futuro de Chile en el Dakar se ve muy gris. Si el gobierno está realmente interesado en recuperar una de las pruebas más importantes y tradicionales del deporte motor a nivel mundial, la salida pasaría por dejar la relación con ASO en manos de Sernatur. De lo contrario, este sería el primer paso de un largo adiós.

Publicidad