¿A qué juega el Real Madrid?
Es difícil encontrar un consenso a la hora de dar respuesta a esta pregunta, así como tratar de darle valor a un hecho que ha pasado a un plano completamente secundario tras un año mágico para el club blanco y su técnico, Zinedine Zidane.
El Real Madrid gana y eso es lo más importante para sus aficionados, quienes pese a ello no terminan de estar convencidos de lo que sucede en el campo de juego.
Se pueden imaginar lo que piensan los que no son sus hinchas; para ellos, la pregunta apunta más a tratar de entender cómo hace el Madrid para seguir sumando títulos.
El conjunto español se proclamó campeón del Mundial de Clubes este domingo en un 2016 de ensueño, en el que también celebró los títulos de la Liga de Campeones y la Supercopa europea.
Fue un hat-trick de títulos internacionales que pocos, o casi nadie para ser más exactos, hubiera podido imaginar el 4 de enero de este año, cuando Zidane tomó las riendas en el banquillo del estadio Santiago Bernabéu en sustitución de Rafael Benítez.
A este palmarés hay que añadir el récord de partidos invictos del técnico francés (37 por ahora) y el liderato indiscutido que goza en la Liga española, con tres puntos de ventaja sobre el Barcelona pese a haber jugador un partido menos.
Ha sido una transformación impresionante para un equipo que hace sólo 11 meses estaba sumergido en un mar de dudas, con un vestuario en rebelión, a la deriva en la clasificación por la liga y eliminado de la Copa del Rey.
Pero, ¿cómo pudo ocurrir este cambio tan radical? ¿Tanto pudo influir Zidane en el juego del equipo? ¿O simplemente se puede hablar de la aureola de campeón de una de las figuras más admiradas del fútbol?
Palabra de ídolo
Zidane ha reconocido que todavía le falta mucho que aprender en el fútbol y, por la coherencia de sus palabras desde que asumió, se puede entender que el éxito este año ha sido fruto del trabajo y del sacrificio de los jugadores, que aceptaron sin refutar el mensaje de su nuevo líder.
"Desde que llegó Zidane el grupo cambió a nivel anímico, gestiona bien el vestuario y sabe sacar las virtudes de cada uno", explicó el defensor Sergio Ramos, capitán y figura del Real Madrid, tras la victoria contra el Kashima Antlers en la final del "mundialito" de clubes en Japón.
"La clave es que el talento que tenía como jugador sabe trasladarlo como técnico y estamos encantados de que dirija este barco".
Ramos se refiere a la virtud de una persona que ha sabido lidiar con el lado humano de los jugadores, pero no habla del aspecto táctico de un equipo que pese a ser en teoría claramente superior al campeón japonés estuvo cerca de sufrir una de las mayores humillaciones de su historia.
El periodista británico Rory Smith escribió hace unas semanas, en un artículo que publicó el New York Times, que el mayor don de Zidane es su carisma, esa imagen de ser superdotado que durante años lo acompañó dentro del campo y ahora lo sigue en el banquillo.
"Zidane tal vez no logre producir un colectivo bien engranado como José Mourinho o Jurgen Klopp o Pep Guardiola, pero el Real Madrid siempre se ha construido alrededor del culto a un individuo", resaltó Smith.
"Zidane entiende eso. Para él, y para su club, funciona", agregó, concluyendo que "tal vez no sea el entrenador perfecto, pero podría ser el perfecto para el Madrid".
James, el perjudicado
No por nada la leyenda del fútbol francés fue la estrella que más brilló en el Madrid de los galácticos que construyó el presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, a comienzos de este siglo.
Fue con su nombre que se bautizó a una constelación que también contaba con el brasileño Ronaldo, el portugués Luis Figo y el inglés David Beckham, y de sus botas surgió el gol que más se recuerda de la época, la volea de Glasgow con la que el Madrid ganó la Champions en 2002.
A Zidane le sirvió el crédito que obtuvo como jugador para resistir las críticas que recibió en el banquillo cuando sufrió sus primeros tropiezos.
Tras empatar consecutivamente de visitante contra Betis y Málaga, la prensa deportiva española comenzó a señalarlo.
"El Barça se distanció cuatro puntos desde que está Zidane", título AS; "El efecto Zidane se apaga, vía libre para el Barça", llegó desde Marca; o en El País: "El RM de Zidane descarrila en Málaga"; o El Mundo: "Zidane, al mismo ritmo que Benítez".
Luego llegó la derrota contra el Atlético de Madrid en el derbi de la capital española, el 27 de febrero de 2016, una fecha que bien puede quedar marcada como el punto de inflexión en la carrera de Zidane como técnico.
Desequilibrado por la presencia de jugadores predominantemente de ataque, Zidane, criado tácticamente en la escuela del fútbol italiano, decidió prescindir de una de sus figuras en el campo para darle cabida a un jugador de carácter defensivo en el once titular: Casemiro.
No fue una idea original ya que su predecesor, Benítez, la trató de implementar durante su paso fugaz en el estadio Santiago Bernebéu, pero que supuestamente no le dejaron hacer al técnico español desde la directiva del Real Madrid.
Pero nadie se atrevió a cuestionar a Zidane y el técnico francés se benefició del balance que le daba la presencia de Casemiro en el centro del campo para poder liberar a su tridente en ataque: Cristiano Ronaldo, Gareth Bale y Karim Benzemá.
Los sacrificados con este cambio fueron Isco y el colombiano James Rodríguez, quien se cree podría salir del club cuando se abra el mercado de transferencia en enero.
A partir de allí, Zidane invocó a los espíritus de lucha a los que el Madrid se ha entregado durante su historia, los de las famosas remontadas y de nunca darse por vencido.
Ocurrió contra el Wolfsburgo alemán, al que le dio vuelta la eliminatoria tras haber perdido el partido de ida 2-0, y viene sucediendo también esta temporada.
¿Suerte?
Un tercio de las últimas 32 victorias de la era Zidane se han producido en los últimos minutos del partido, así como el importante empate que recientemente consiguió en el Camp Nou contra el Barcelona gracias al tanto de Sergio Ramos en tiempo de descuento.
Muchas voces apuntan al factor suerte como un elemento crucial en la impresionante racha del Real Madrid de Zidane.
Con respecto al título de la Liga de Campeones de la temporada pasada se resalta el hecho que nunca tuvo que enfrentar a uno de los principales candidatos al título en las rondas de eliminación directa.
En octavos se midió al Roma italiano (3º en la serie A al momento del partido), en cuartos de final al Wolfsburgo (8º en la Bundesliga) y en semifinales al Manchester City (4º en la Liga Premier).
En la final venció en penaltis al Atlético de Madrid, mientras que tanto en la Supercopa de Europa contra el Sevilla como en el mundial de clubes necesitó de tiempo suplementario para conseguir la victoria.
A eso se suma las decisiones arbitrales que se han decantado a su favor, como la fortuna que el mismo Ramos reconoció que tuvo al no recibir una segunda cartulina amarilla que hubiera significado la expulsión por una entrada en el partido contra el Kashima.
Es posible que la suerte haya influido en algún que otro partido, como siempre ha sucedido en el fútbol, pero sería injusto condicionar la impresionante racha de sólo dos derrotas en 53 partidos y tres títulos internacionales.
Así como restarle mérito a lo conseguido por Zidane, que si bien es verdad encontró a un equipo plagado de estrellas, también lo es el hecho que en el pasado hubo técnicos en una posición similar que no lograron ni una parte de lo que viene haciendo el entrenador francés.
Y al final serán esos números, el de los títulos y partidos ganados, los que dirán el lugar de Zidane en la historia del fútbol.
Porque a veces no es necesario una revolución táctica para conseguir la victoria, sino saber cuál es el camino que le viene mejor a tu equipo para hacerlo.