Un fantasma recorre Europa… el fantasma de la Liga Europea de Fútbol.

La famosa frase original, de Marx y Engels en el manifiesto comunista (1848), sembró entonces el pavor en la burguesía; lo mismo, con diferente audiencia, podría decirse ahora de las declaraciones de Karl-Heinz Rummenigge y Andrea Agnelli en la Universidad Bocconi, en Milán, sobre la conveniencia de una superliga integrada por los clubes más poderosos de Europa.

¡Temblad, propietarios y clubes con menos recursos que los jeques, oligarcas y especuladores que se repartirán el pastel alrededor del mundo!
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Cuando se habla de esta superliga, se le suele atribuir un carácter cerrado, es decir, que los clubes que la integran no descienden o suben de categoría (de la superliga a la liga nacional, digamos), pero teóricamente podría ser "abierta".

Según la crónica del diario Sueddeutsche Zeitung, el dirigente alemán dijo que no descarta "que en el futuro se funde una liga europea en la que jueguen los clubes más grandes de Italia, Alemania, Inglaterra, España y Francia (…) el sistema deberá ajustarse a los nuevos desafíos de la globalización".

Si la idea compartida por el alemán y el italiano se lleva a la práctica, este podría ser un manifiesto diametralmente opuesto al comunista: una asociación de ricos decididos a saborear en exclusividad los manjares en su propia mesa.

Rummenigge es el principal ejecutivo del Bayern Múnich y también presidente de la Asociación de Clubes Europeos, que representa los intereses de las instituciones más poderosas; su colega Agnelli es presidente de Juventus, entre otras muchas tortas, demasiadas para mencionar aquí.

La Asociación de Clubes Europeos dio luego un comunicado, aclarando que la idea de una superliga no ha sido discutida en la organización. Un portavoz también dijo que los torneos de clubes en el plano europeo se desarrollan en ciclos de tres años, y que el ciclo actual finalizará tras la temporada 2017-18.

Pero los detalles ofrecidos por Rummenigge y Agnelli, y su peso como dirigentes, permiten suponer que se trata de algo más que cháchara.

¡Temblad, propietarios y clubes con menos recursos que los jeques, oligarcas y especuladores que se repartirán el pastel alrededor del mundo!

¿Usted cree que exageramos? Bueno, imagínese entonces el panorama de una liga española sin Real Madrid y Barcelona, la italiana sin Juventus y los clubes de Milán, la inglesa sin… etc.

No sólo como espectáculo y competencia deportiva, ya que los mejores jugadores seguirán a los grandes clubes, sino por el cataclismo económico que para los clubes "del montón" significaría la renegociación de los contratos comerciales y derechos de transmisión de las ligas nacionales empobrecidas.

La idea no es nueva, ya que varios de los principales dirigentes europeos la agitaron a fines del siglo pasado, cuando presionaban a la UEFA por una reforma de la liga de campeones, garantizando que una mala campaña en las ligas nacionales no los marginarían de la champions la temporada siguiente.

La presión tuvo éxito, ya que la UEFA ofreció en 1998 un compromiso que incluyó la ampliación de la Champions (de 24 a 32 equipos), con mejores premios en efectivo y una participación más "equitativa" (léase "mucho mayor") en los ingresos comerciales y de TV, así como la fusión de las otras dos competiciones de clubes en un solo torneo, la Copa UEFA, actual Liga Europa.

Como por encanto se dejó de hablar del tema. Ahora, dos de los peces más gordos del charco vuelven a plantearlo. ¿Por qué?

Es difícil que la superliga se materialice, justamente porque es una propuesta tan extrema, pero es sugestivo que la idea surja de dos de los dirigentes más poderosos del mundo, representantes de clubes tradicionales: esto puede ser importante porque los "advenedizos" que compran clubes como si fueran manzanas seguramente también tendrán su propia opinión sobre esto.

Habrá que ver las respectivas motivaciones. Algunos, como los propietarios del Manchester United, favorecerán el aspecto económico (o eso sugiere su imagen periodística), mientras que otros tratarán de proteger su inversión en el plano de la influencia (o "poder blando") sobre la sociedad anfitriona, como los dueños de Manchester City o Paris Saint Germain, por ejemplo.

El caso particular del Real Madrid sugiere que el club no compartiría en principio la idea de una superliga, ya que su vocación europea, de sobra conocida, no disminuye su ambición en el plano español, mientras que la motivación económica no sería tan importante debido a que el club es de propiedad social y tal como van las cosas el dinero no le falta.

También estaría la motivación del FC Barcelona, propiedad de sus socios, como el Real Madrid, pero que tendría un estímulo adicional, ya que la posibilidad de participar en una superliga disminuiría la gravedad de la amenaza de que una eventual independencia de Catalunya le cierre las puertas de la liga española.

Con el alivio en ese sentido también mejoraría la posición negociadora del club para llegar a un acuerdo con las autoridades políticas y futbolísticas de España.

Al parecer, esta mezcla de coyuntura política, intereses concretos y objetivos encubiertos está en la misma raíz de la propuesta de Rummenigge y Agnelli.

Gabriele Marcotti, el periodista que desde Londres sigue con más atención los entretelones del fútbol europeo, señalaba en el Times de Londres la coincidencia con un momento de incertidumbre en la UEFA y la FIFA.

Michel Platini ya no conduce a la organización europea y muchos dudan de que pueda volver, dadas las circunstancias de su suspensión por la FIFA; el secretarioGianni Infantino, a su vez, está concentrado en su campaña para presidir la FIFA y su futuro es incierto si no lo logra, ya que lo más probable, si Platini queda fuera del cuadro, es que se elija a otro presidente, que querrá tener a otro secretario, menos comprometido con Platini.

Marcotti, que tiene excelentes contactos en Alemania e Italia, opina que Rummenigge y Agnelli, ante este vacío de poder, han dado un paso al frente para fortalecer a los clubes ante el poder central de los burócratas.

A los grandes clubes no les gustó para nada el Juego Limpio Financiero o Financial Fair Play introducido por Platini para contener los gastos de los clubes ricos (aunque muchos creen que en realidad contribuyó a consolidar su control de los mercados locales), de modo que ahora quieren enfatizar, ante una UEFA virtualmente acéfala, la robustez de su posición negociadora.

A esto apunta una sugestiva declaración de Agnelli: "La Champions League genera alrededor de US$1.200 millones anualmente por derechos de TV, mientras que la NFL (fútbol americano) produce US$5.700 millones; y esto a pesar de que la Champions tiene unos 1.600 millones de seguidores mientras que los de la NFL no pasan de 150 millones."

Y prosiguió: "Esto nos debe hacer reflexionar sobre el potencial de los formatos actuales, para proteger los intereses de los accionistas del club…".

Todo parece indicar, a nuestro juicio, que el verdadero objetivo de la nueva campaña por una superliga europea es modificar en términos más favorables (para los ricos, claro está) la iniciativa del Juego Limpio Financiero, cuyos resultados han sido de lo más controvertidos, porque si bien es cierto que la nueva norma pone un freno al gasto de los ricos, también limita las inversiones que podrían fortalecer a los pobres, de modo que el status quo se eterniza.

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