Por AFP
A Fabienne Belle todavía se le encoje el estómago al recordar el día en que el correo le trajo por sorpresa la maleta de su esposo, fallecido en la tragedia del Chapecoense. Mientras el mundo abrazaba la reconstrucción de este club humilde, a ella le llegaban las ruinas.
Estaba sola ante el vacío, como en la madrugada del 29 de noviembre de 2016.
"Tuve la sensación de que me estaban devolviendo a mi marido en pedazos", cuenta en Sao Paulo, lamentando la falta de apoyo tras el accidente.
La vida de esta ex profesora de 47 años y mirada dulce se congeló hace un año cuando su esposo Cezinha, fisiólogo del club del sur de Brasil, se subió en el avión que le iba a llevar junto a un grupo eufórico a la final de la Copa Sudamericana en Colombia.
Pero el vuelo 2933 de la boliviana LaMia nunca llegó a su destino. Sin combustible, se estrelló en las montañas de Medellín matando a 71 de las 77 personas a bordo y dejando destrozadas a centenares más.
La mayoría, familias muy jóvenes que perdían al centro de su economía en el inestable mundo del fútbol modesto, donde en una misma temporada puede haber varias mudanzas y muchos viven al día.
Además de los 19 jugadores, 14 miembros de la comisión técnica y nueve directivos del Chapecoense, también fallecieron 20 periodistas.
"El club se reconstruyó, recibió todo el apoyo, se movilizó, hizo un marketing sobre la tragedia mientras esas familias quedaban a un lado", lamenta Fabienne, quien harta del desamparo fundó junto a Mara Paiva, viuda del exfutbolista y comentarista Mario Sergio, la Asociación de Familiares y Amigos de las Víctimas del Vuelo del Chapecoense (AFAV-C).
Desde junio, reúnen los intereses de 62 afectados en la lucha por sus derechos.
"La tragedia no fue del Chapecoense, fue de las familias", afirma Paiva, que también reclama mayor implicación de los medios que tenían a empleados en el avión.
Pasados 12 meses, esta mujer de 51 años y voz firme dice no haber recompuesto su identidad después de perder a su compañero durante casi tres décadas, por quien aparcó su carrera de psicóloga para seguirle junto a su hijo.
Por ahora solo ha recibido su póliza de vida y, como el resto de familias, rechazó la propuesta de la aseguradora de LaMia, que ofrecía 200 mil dólares por víctima a cambio de no recibir más reclamaciones en el futuro.
Con las investigaciones en Colombia y Bolivia aún por concluir, les pareció una locura.
Ahora trabajan en un complejo proceso legal que implicará los tres países para encontrar a los culpables de lo que consideran una "desgracia anunciada".
"Queremos dejar todo claro para que no ocurra nunca más esa falta de celo, de cuidado, porque todos saben que esa compañía aérea era de reputación dudosa, de pésima salud financiera", reclama Paiva.
Confluencia
Tras meses de tensión con un club que al mismo tiempo era homenajeado por el Barça o el papa Francisco, los familiares y el Chapecoense se están acercando.
Sin negligencia en el accidente según la Fiscalía brasileña, la entidad creó recientemente un grupo de trabajo para mejorar el diálogo.
"El Chapecoense busca desde el primer momento prestar todo el auxilio a las familias, pero además de un proceso de reconstrucción como club de fútbol, también pasó por un proceso de reestructuración administrativa", afirma su jefe de comunicación, Fernando Mattos, aludiendo a la muerte del presidente y parte de la directiva que había convertido a este equipo desconocido en uno de los más sostenibles de Brasil.
Pese a haber pagado ya los seguros obligatorios, hay 15 procesos abiertos contra el Chapecoense en la justicia laboral, y tres civiles.
En las últimas semanas, el club anunció la donación de 28.800 reales (8.900 dólares) mensuales a Abravic, otra asociación que auxilia a las víctimas con sus gastos.
Precariedad
Aunque para Rosangela Loureiro, viuda del experimentado centrocampista Cléber Santana, son medidas insuficientes por parte de un club que "faltó al respeto" a las familias.
Ella se considera una afortunada, ya que con 35 años su esposo se encontraba al final de una carrera que le llevó al Atlético Madrid o a Japón, y ya habían comenzado a invertir en el futuro.
Pero no todos tuvieron tanto tiempo.
"Hay gente que está pasando necesidad. Personas que estaban comenzando la carrera, masajistas... Gente que ganaba dinero en el día a día y que no tenía cómo pensar en el futuro", lamenta desde Recife (noreste).
De vuelta a la ciudad de la que salió tras cumplir los 18 y recién casada con la revelación del equipo local, ahora vive volcada en cumplir el sueño de sus dos hijos de 15 y 12 años: ser futbolistas como su padre.
Desde la tragedia, en su casa no se ve la televisión, aunque sigue muy atenta a los próximos pasos de las demás familias.
Todos quieren respuestas para poder empezar de nuevo.
"Cuando consigamos que todos los culpables asuman sus responsabilidades, entonces estaremos realmente tranquilas, sabiendo que cada familiar tendrá una nueva oportunidad", zanja Fabienne.