La suspensión por 90 días aplicada a Sepp Blatter, Michel Platini y Jerome Valcke, presidente, candidato a presidente y secretario general respectivamente de la FIFA, dispuesta por el comité de ética de la organización, es una de las decisiones más dramáticas y de consecuencias más trascendentes que se hayan tomado en el deporte internacional.

La inhabilitación para "toda actividad relacionada con el fútbol" podría ser extendida por otros 45 días, de modo que en principio no se justificarían los temores de quienes han señalado que la suspensión vencerá antes de la fecha prevista para la elección del nuevo presidente.

La medida contra los tres dirigentes más poderosos del fútbol mundial, sumada a las denuncias, procesos criminales o cuestionamientos de otros dirigentes, ha acelerado la búsqueda de una salida a la crisis.

Uno de los factores que justifican la urgencia es el hecho de que el presidente provisional sea el camerunés Issa Hayatou, un dirigente que en 2011 fue "reprendido" por el Comité Olímpico Internacional, tras acusaciones de soborno en el marco de su gestión como miembro de esa organización.

El presidente del COI, Thomas Bach, exhortó el viernes a la FIFA a elegir un nuevo presidente "externo", la única forma, a su entender, de recuperar la credibilidad, que también "es la credibilidad del fútbol internacional".

"La FIFA debe darse cuenta", dijo Bach, "que ahora ya no se trata de una simple lista de candidatos. Este es un problema estructural y no se resolverá simplemente con la elección de un nuevo presidente."

Entre la aristocracia y el clamor popular

La UEFA (rectora del fútbol europeo), presidida por Platini, se reunirá en Nyons este jueves para discutir la posibilidad de presentar un nuevo candidato a la presidencia de la FIFA y también solicitar la postergación de la elección.

Dado que Platini controla a la UEFA, es probable que se pida lo segundo: le daría tiempo para refutar las acusaciones que afectan su nombre y honor.

Platini tiene el apoyo de la FA (Asociación Inglesa de Fútbol), algo que ha provocado numerosas críticas en Inglaterra, porque fue decidido sin conocer todos los nombres de otros candidatos y antes de que el ex futbolista francés diera a conocer su plataforma de ideas y propuestas.

La reforma de la FIFA ya está en marcha, pero el proceso es tan delicado, y los obstáculos tan empinados, que nadie tiene una idea clara de cuales serán sus características.

La dificultad más evidente es el hecho de que no se trata de un mero problema de corrupción, individual o de camarillas, sino de la anomia moral e institucional que ha caracterizado la operación global de la organización.

La constitución interna del COI, la única entidad de tamaño similar, no parece un modelo a seguir, ya que sus autoridades y representantes distan mucho de representar democráticamente a sus respectivos países y deportes.

El analista Gabriele Marcotti destaca este lunes en su columna del Times que el COI "tiene 100 miembros regulares, más 33 honorarios. Es un club que decide quién puede ingresar. Diez por ciento de los miembros regulares son aristócratas (desde la princesa Nora de Liechtenstein hasta el Emir de Qatar), lo mismo que 15 por ciento de los miembros honorarios".

En otras palabras, la organización del COI se asemeja demasiado a la de un club de golf.

En comparación con esta mezcla de exatletas, aristócratas y burócratas, la organización internacional de la FIFA es un modelo de "democracia".

Trapos sucios

Se debe encontrar, entonces, la forma de garantizar, dentro de lo posible, la integridad ética de los procesos internos de esa democracia imperfecta.

Dan Roan, el editor general de deportes de la BBC, uno de los observadores más perspicaces de la actualidad deportiva, nos recuerda que ya existen dos propuestas concretas: una de Domenico Scala, auditor de la FIFA, y otra del abogado suizo Francois Carrard.

El problema es que sus planes implican una reforma conducida internamente, y este camino se está desacreditando con rapidez.

Roan enumera las principales propuestas de reforma "externa":

Una enmienda a los estatutos, permitiendo que personas ajenas a la FIFA y al fútbol sean elegidas en el cargo de presidente y, tal vez, secretario general.

La propuesta de Stefan Szymanski (conocido profesor de Administración del Deporte, muy activo en el análisis de los problemas del fútbol) para una separación de poderes: por un lado las operaciones comerciales y por otro la promoción internacional del deporte.

Dar participación importante en las decisiones colectivas a la FIFPro (Federación Internacional de Futbolistas Profesionales), que tiene una prolongada experiencia en el trato con clubes, ligas y federaciones.

La propuesta "radical": solicitar al gobierno suizo, que recientemente ha mostrado más energía ante los diversos organismos deportivos que tiene su sede en el país, que intervenga a la FIFA, se haga cargo de sus activos, baje las persianas y comience nuevamente la reorganización desde la base.

El Centro Internacional para la Seguridad Deportiva (ICSS) pide la creación de un organismo global para promover la buena administración y la integridad, que supervisaría la operación de un código imparcial al que deberían someterse todos los organismos deportivos.

(El ICSS tiene su sede en Doha, Qatar, un detalle que tal vez conspire en contra de la propuesta, que además implica enormes dificultades de coordinación para garantizar su acatamiento).

La marcha de los acontecimientos permite suponer que las propuestas de reforma "interna", preparadas y conducidas por la FIFA para reformarse a sí misma, ya no cuentan con la necesaria credibilidad ante la opinión pública.

Al mismo tiempo, existe el temor de que una reforma "externa", concebida e impuesta sin tomar en cuenta las características básicas de la operación de la FIFA, tenga consecuencias negativas que compliquen la crisis.

Más allá del fútbol

La reforma también deberá tranquilizar a quienes recelan del proceso, como Rusia y Qatar, por ejemplo, que temen por sus respectivos Mundiales en 2018 y 2022, y también a muchos críticos independientes que desconfían del "repentino celo" de la justicia de Estados Unidos.

Este recelo no se limita a los habituales denunciantes de la "perfidia norteamericana", sino también a respetados observadores de la actualidad internacional, como Alfredo Relaño, director del influyente Diario AS, quien la semana pasada escribió un párrafo de lo más contundente:

"En la FIFA se acabó la impunidad en el momento en que Estados Unidos reparó en que Putin, que pretende reorganizar el mundo a su gusto, se había hecho con un Mundial. Entonces capturaron al americano de la 'banda FIFA', Chuck Blazer, le hicieron cantar a cambio de benevolencia, y se acabó la juerga."

Más allá de las suspicacias, recelos y sospechas, el proceso de reforma está amenazado por la enorme complejidad de los problemas que deberá resolver, entre ellos el más obvio, que toca a su misma esencia.

Si el problema de la FIFA es una organización interna que facilita y canaliza la corrupción de sus camarillas, ¿cómo rescatar la idea original sin tirar el grano con la paja, o como dicen los ingleses "tirar al bebé con el agua del baño"?

Esa es la gran dificultad: cómo conservar la virginidad en un burdel.

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