Claudio Ranieri es el héroe del momento; cataratas de champagne y elogios encendidos (muchos de ellos de personajes que hace poco lo consideraban fracasado), pero su veteranía le aconseja serenidad: como dijo Jorge Sampaoli, "el éxito es momentáneo, no dura mucho".
(Sí, Sampaoli, ¿lo recuerdan? Hombre menudo, nervioso, calvo, que solía dirigir al seleccionado chileno… Hagan memoria. Fue muy festejado el año pasado).
En el otro extremo del espectro del éxito, uno de los técnicos más aplaudidos de los últimos años, Pep Guardiola, es señalado ahora como un "fracasado" por no haber logrado ganar la Champions League con el Bayern Múnich.
Todo un año de triunfos, tres años para ser precisos, pero el hombre no pasó de semis en Champions… Qué vergüenza, qué mal técnico, dicen muchos.
Claudio Ranieri nunca había ganado un título de liga pese a ser entrenador del Chelsea, Juventus o Valencia.
Pareciera que el público, o mejor dicho los chamanes que presumen de conocerlo,necesitan identificar simultáneamente una hazaña y un fracaso para satisfacer las ansiedades populares.
Cabe preguntarse por qué el resultado de un solo partido, ya sea victoria o derrota, termina siendo más importante en la percepción general que la trayectoria de toda una campaña...
El chileno Manuel Pellegrini dejo un buen recuerdo en Manchester, aunque la mayoría aceptó con agrado su salida y la llegada de Guardiola la próxima temporada.
En su poema más citado, Rudyard Kipling califica de impostores al triunfo y al desastre. Muchos conocen la cita, pero muy pocos le prestan atención.
Uno de los tics periodísticos más habituales es la tendencia a identificar héroes o malvados en los reportajes, con lo que muchas veces sucesos complejos y con muchas causas parecen el resultado de acciones de uno o dos individuos.
Así vemos que Manuel Pellegrini, tan aplaudido no hace mucho por su sensatez y prudencia, es ahora otro fracasado que no tiene lo que hay que tener para imponer disciplina en un grupo aburguesado que espera nuevo técnico.
Pero la transformación de Guardiola de héroe a malvado (porque Thomas Müller falló un penalti) -el mismo jugador por el que lo habían atizado al dejarlo en el banquillo en el Vicente Calderón-, es el ejemplo más flagrante de arbitrariedad en el juicio crítico.
El hombre gana tres títulos de Bundesliga, pero con el Bayern Múnich, que cualquier pinche de cocina podría dirigir con éxito, qué vergüenza.
¿No estamos exagerando la importancia de las derrotas en el deporte? Ya es hora de aprender que los psicólogos aconsejan ahora incorporar la experiencia de la derrota como base del aprendizaje que puede llevar a la victoria.
Y ese aprendizaje podría haber sido uno de los elementos que impulsaron esta temporada al Leicester City, un equipo bastante familiarizado con la derrota.
La cobertura convencional de la campaña del club, una de las hazañas colectivas más notables del fútbol inglés (o la más sensacional, según muchos), enfatiza la importancia de Ranieri, cuya trayectoria previa (30 años como DT) le había ganado el respeto pero no la admiración de la gente del fútbol.
El carácter de Ranieri se caracteriza por la sensatez y la prudencia de su enfoque, en un ámbito donde la arbitrariedad, la energía, la capacidad de motivación, suelen ser consideradas las virtudes cardinales que llevan al éxito.
Ranieri no hizo muchos cambios cuando llegó al Leicester, una decisión que fue crucial para ganar la Liga Premier.
Y entonces algunas crónicas sugieren que su actitud inicial, de conformidad, cuando los jugadores le hicieron saber que el plantel tenía sus ritmos y sus rutinas, fue el desencadenante de una sucesión "imposible" de hechos gratos.
Imaginen lo que habrían dicho esos cronistas de haber sabido desde el principio que el nuevo técnico era tan complaciente.
Gary Lineker, convertido en estrella del mundillo de los presentadores de fútbol, exjugador e hincha del Leicester, no podía creer en el nombramiento del veterano DT: "¿Claudio Ranieri? ¿En serio?". Y tras admitir que era experimentado, agregó que "su elección es muy poco imaginativa: es increíble como siempre aparecen los mismos nombres en el carrusel de los técnicos."
Gary Lineker inició su carrera en el Leicester y se convirtió en el gran ídolo del club, en el que jugó hasta 1985
La exitosa trayectoria del Leicester en el tramo final de la campaña 2014/15, bajo Nigel Pearson, un técnico típicamente arbitrario, sugiere que en el plantel y el club ya estaban germinando los componentes principales del fenómeno.
Se trata, en todo caso, de un típico ejemplo de sinergia (la acción de dos o más causas cuyo efecto es superior a la suma de los efectos individuales), que lleva a un grupo relativamente débil a grandes logros, como se suele señalar en estos casos citando a Shakespeare: "Nuestro pequeño y feliz ejército, nuestra banda de hermanos (…) quien vierta hoy su sangre conmigo será mi hermano".
En su arenga a las tropas antes de la batalla de Agincourt, el rey Enrique V consigue por única vez en su vida lo que algunos entrenadores de fútbol tienen que repetir casi todas las semanas: insuflar camaradería, sacrificio y solidaridad en un grupo que en circunstancias normales querría marcharse a sus casas.
El estilo de juego que llevó al Leicester al título es similar al que promueve el argentino Diego Simeone en el Atlético de Madrid
Diego Simeone es el gran motivador del fútbol moderno: desde hace cuatro años y medio arenga a sus tropas con múltiples variantes de un discurso básico: "Cuando el corazón y la mente están unidos, todo es posible".
En ese lapso ha ganado varios trofeos importantes, superando a equipos con presupuestos dos o tres veces más ricos que el suyo. El fin de semana, el Atlético cayó 2-1 ante el Levante y perdió la chance de ser campeón de liga.
Su campaña de esta temporada apunta ahora a otra final de Champions League, con el Real Madrid, en el estadio Giuseppe Meazza, Milán, el 28 de este mes.
Desde que llegó Simeona al banquillo del conjunto "colchonero", el Atlético ganó un título de la Liga, una Copa del Rey, una Supercopa europea, un Liga Europa y ha llegado a dos finales de la Champions.
Si su equipo gana, Simeone será nomás "el mejor técnico del mundo" (como ya dicen varios de nuestros colegas ingleses); si pierde, no faltarán los críticosque destacarán el carácter agotador de su estilo, la "negatividad" de su fútbol…
"Tanta tensión no podía sostenerse por mucho más tiempo", dirán.
Ya es hora de no darle tanta importancia a esas imposturas, el triunfo y la derrota. O al menos no atribuirlos a una sola persona, el héroe o el malvado.