Cuando miras un partido de fútbol americano en el estadio, un bar o con tus amigos en la sala de tu casa, las ovaciones y gritos se desatan cuando uno de los equipos realiza una anotación o uno de los jugadores atrapa un pase casi imposible.

Pero esto también sucede cuando el jugador que lleva el balón es derribado violentamente por un adversario para frenar su avance.

La mitad de la dinámica del deporte más popular en Estados Unidos es esa: impedir a la fuerza que el equipo contrario llegue hasta la zona de anotación.

La otra parte consiste en lo contrario, romper la defensa rival y llevar el ovoide hasta el otro extremo del campo de juego para sumar puntos.

De ahí que se celebren tanto esos derribos furiosos que estamos acostumbrados a ver en la Liga Nacional de Fútbol Americano (NFL, por su siglas en inglés) y que seguramente se verán este domingo en Miami, en el partido más esperado de este deporte: el Super Bowl.

Sin embargo, expertos sostienen que la algarabía que se desata tras un choque entre dos jugadores no solo tiene que ver estrictamente con el desarrollo del partido, sino que se trata de verdaderas ovaciones a la violencia.

Y que tal vez eso, lo violento que es el fútbol americano, es el secreto de su lucrativo éxito.

Exaltación de la violencia

Estados Unidos es un país que, como muchos otros, tiene episodios de bastante violencia que han delineado su historia.

Gregg Murray, profesor de la Universidad Estatal de Georgia, sostiene que los matices duros y sanguinarios son los que se destacan en muchos relatos del pasado que se han vuelto emblemáticos en el país.

Pone el ejemplo de la leyenda de John "Come hígados" Jhonson, de quien se dice que, en venganza por el asesinato de su esposa, asesinó a más de 300 indígenas.

De acuerdo al mito, cada vez que mataba a un nativo estadounidense, el bandolero practicaba el mismo ritual: les arrancaba los cueros cabelludos para su colección y luego se comía sus hígados.

"La gran mayoría de esos cuentos fueron inventados por el whisky, fogatas, y seamos sinceros, no muchos testigos", indica el académico.

Murray añade que esta exaltación de la violencia persiste, por ejemplo, en la fascinación por los deportes de caza y, claro, el fútbol americano.

"Nosotros elegimos nuestros propios rituales, elegimos nuestros propios deportes y elegimos cómo jugarlos", concluye.

El caso Aaron Hernández

El suicidio de la exestrella de la NFL Aaron Hernández, mientras se encontraba en prisión, conmocionó al país en 2017.

El exjugador de los Patriots de Nueva Inglaterra pagaba una condena de por vida después de haber asesinado a un amigo suyo en 2013.

Hace poco, la empresa de contenidos en línea Netflix estrenó un documental de tres capítulos sobre el deportista que tenía 27 años en el momento en el que se colgó con una sábana: "En la mente de Aaron Hernández".

En ella se explica con detalle el cuadro de encefalopatía traumática crónica (ETC) que le fue descubierto en el cerebro después de que falleció.

En el documental, Ann McKee, experta en neurología de la Universidad de Boston, cuenta que Hernández tenía un deterioro inusualmente extenso en sus lóbulos frontales, que son críticos para el juicio y la toma de decisiones.

"Este sería el primer caso que hemos visto de ese tipo de daño en un individuo tan joven", indica la neuróloga.

McKee añade que el cerebro de Hernández tenía un daño similar al de una persona de 60 años de edad con la misma enfermedad.

El ETC es una condición degenerativa inducida por repetidos golpes en una región de la cabeza.

Una realidad que no se pudo ocultar más

Tras lo sucedido con la exestrella de los Patriots, medios de comunicación estadounidenses recordaron que el ETC que padecía Hernández no es un caso de excepción en la NFL, en el fútbol americano universitario y otras ligas y señalaron que las autoridades que manejan ese deporte están conscientes de ello.

De hecho, desde principios de siglo se comenzó a denunciar que el ETC era el denominador común en casos de varios jugadores que se suicidaron, sufrían fuertes depresiones o incurrían en acciones violentas.

Uno de los más sonados fue el de Justin Strzelczyk, el extackleador de los Pittsburgh Steelers, quien en 2004 estrelló su vehículo a 150 kilómetros por hora contra un camión cisterna mientras era perseguido por la policía.

En la autopsia se confirmó que tenía ETC. Meses antes de morir había confesado que "oía voces".

En 2011, el jugador retirado Dave Duerson eligió suicidarse disparándose en el pecho. La nota con su última voluntad explica porque no apuntó a su cabeza: pedía que estudien su cerebro.

Debido a la seguidilla de casos, en 2012, el Instituto Nacional para la Seguridad y Salud Ocupacional de Estados Unidos realizó un estudio a 3.349 jugadores y exjugadores profesionales de fútbol americano que concluyó que estos deportistas tienen tres veces más posibilidades de morir por desórdenes neurodegenerativos o esclerosis lateral amiotrófica.

Mientras que la Universidad de Boston reportó en 2016 que 90 de 94 cerebros de exdeportistas de la NFL que examinó tenían ETC o signos de tenerlo.

Si bien la Liga Nacional de Fútbol Estadounidense reconoció este problema y anunció una serie de medidas para reducir las conmociones cerebrales dentro de los campos de juego, persisten las voces que la acusan de sacar partido de la violencia en el fútbol americano.

Negocios con la violencia

Chris Borland llegó a los 49ers de San Francisco en 2014 y en sus primeros ocho partidos en la NFL ya era considerado uno de los mejores novatos del año.

Sin embargo, un año después abandonó el fútbol americano preocupado por las lesiones cerebrales (había empezado a escuchar un zumbido) y decepcionado con los jerarcas de ese deporte.

"A partir de mi mínima interacción con la directiva de la NFL creo que hay cierta arrogancia", indicó.

El exdefensa explicó que, como en Estados Unidos "el fútbol americano es una religión", los dirigentes no prestan mayor atención a las consecuencias de la violencia en el juego que sufren los deportistas en el largo plazo.

"Aunque ahora cuenten las faltas y digan que los traumatismos han disminuido o atiendan a los jugadores, el fútbol americano es el deporte más popular en Estados Unidos porque es violento", afirma.

Borland, en el documental sobre Hernández de Netflix, sostene que en la NFL "para ellos es hacer negocio con la violencia, no con la salud".

"Más seguro que nunca"

Pese a las observaciones insistentes de médicos, deportistas y la prensa, la NFL insiste en que las medidas tomadas en los últimos años ya muestran resultados.

La organización destacó, por ejemplo, que entre 2017 y 2019 el número de conmociones cerebrales se ha reducido tanto en los partidos oficiales como en los entrenamientos.

Modificaciones en el reglamento de juego y mayores exigencias de protección para los cascos son algunas de las acciones tomadas por las autoridades deportivas que manejan el fútbol americano profesional en Estados Unidos.

De hecho, la entidad anunció en diciembre un fondo de US$3 millones para desarrolladores de prototipos de cascos que mejoren la seguridad de los futbolistas.

En julio del año pasado, la NFL unió fuerzas con la liga principal del futbol americano universitario (NCAA) para realizar investigaciones en diferentes campos y garantizar que el deporte favorito de EE.UU. sea "más seguro que nunca",

Fuera de las canchas

Cientos de conmociones cerebrales por año, cada vez más casos de ETC y episodios trágicos como los de Hernández, Strzelczyk o Duerson son hechos bien conocidos por los aficionados al fútbol americano, sin embargo las embestidas violentas de un jugador a otro se siguen ovacionando.

"Los fanáticos lo saben. Curiosamente se deleitan con las lesiones, aclaman con entusiasmo 'golpes rompehuesos' y dicen frases como '¡Oh, eso lo va a sentir mañana en la mañana'. Y es verdad. Ese jugador lo sentirá todos los días por el resto de su vida", señala el analista.

La violencia, explica Murray, es alentada por aficionados, entrenadores y casi todo el entorno que rodea a este deporte.

Por ello, los jugadores universitarios soportan sus lesiones con la esperanza de llegar en algún momento a la NFL y es prácticamente imposible ver a un jugador de fútbol americano fingir una lesión como sí se hace en otros deportes.

"Se alienta a los jugadores a ocultar las lesiones, ya que le da al oponente información importante sobre su equipo, es decir, sus debilidades. Los contrarios se alinean en lados opuestos del balón y a menudo se encuentran encerrados en enfrentamientos uno a uno, donde cualquier pequeña lesión, si se explota, significará la diferencia", explica el experto.

Bajo esta realidad, resulta bastante difícil que la violencia no sea parte vital del deporte favorito de Estados Unidos.

"Y cuando el presidente de EE.UU., que mira fútbol americano, comenta que el juego se está volviendo suave, respalda abiertamente las lesiones de los jugadores. Quiere que la violencia se celebre abiertamente. Le gusta ver a la gente lastimada", concluye Murray.

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