Las últimas noticias por las que el club alemán de fútbol FC St Pauli se robó los titulares de la prensa no fueron ni una victoria aplastante, ni un título resonante en la segunda división alemana, donde milita desde hace cinco años.
Fue por algo más inusual en el mundo de la pelota.
El club originario de la ciudad portuaria de Hamburgo anunció a fines del año pasado el inicio de la producción de miel natural dentro de su estadio, con la idea de proteger y aumentar la población de abejas en el mundo.
Ya habían anunciado una iniciativa para recaudar dinero con el fin de instalar dispensadores de agua potable en algunas escuelas de Cuba y fue el club que impulsó la campaña "Los refugiados son bienvenidos".
La medida, algo insólita, se apoya en los principios que el St Pauli quiere defender: desde su fundación en 1910, el club sigue unas líneas de acción que más parecen de un partido político que de una organización futbolística.
"Nosotros no tenemos objetos de plata que mostrar", se puede leer en una de las inscripciones dentro del museo del club.
"Pero tenemos una historia que contar. La increíble historia de un club que se convirtió en uno de los más famosos de Europa. Sin grandes trofeos. Sin tener mucho dinero", agrega el mensaje.
Y las cifras apoyan semejante sentencia: FC St Pauli, que es de la segunda división, es el equipo que vende más abonos de temporada a los aficionados en Alemania, por encima de equipos tradicionales como el Werder Bremen.
Y un estudio de una empresa de mercadeo de telefonía celular calculó que la escuadra tiene cerca de 11 millones de hinchas.
Pero, ¿cómo han logrado semejante fama, si apenas han logrado sobrevivir en las pantanosas aguas de las divisiones de descenso de la Bundesliga?
"El club dice las cosas correctas, hace las cosas adecuadas y viste los colores justos (el blanco y el marrón). Es un antídoto para las personas que se han desilusionado del fútbol vacío y comercial que vemos ahora", escribió el periodista Uli Hesse, especialista en fútbol alemán, en un artículo publicado en la revista 88.
"Y es la perfecta alternativa para quienes creen que seguir al grande, rico y exitoso Bayern de Múnich es demasiado fácil", agregó.
El "Kult" club
Aunque la historia dice que St Pauli fue fundado en 1910, su identidad, lo que se ha transformado en su ADN, tiene otro inicio: la década del 80.
Y fue con una declaración de principios: este fue el primer equipo de fútbol en Alemania que prohibió cualquier "actividad de tipo fascista o de ultraderecha".
Lo hizo como una forma de rechazar la ola de violencia de los "hooligans" que por entonces azotaba los estadios de Europa, con tragedias como la de Heysel en 1985, y que tenía su inspiración en movimientos de ultraderecha.
Ese hecho, junto a la escena punk que florecía en las calles de la ciudad de Hamburgo (y que tenía raíces en la estadía de los Beatles décadas antes), convirtió al FC St Pauli en el primer equipo abiertamente "de izquierda" del fútbol europeo.
De allí nació la premisa "Estamos en contra del racismo, el sexismo, el facismo y la homofobia" que está inscrita en su reglamento interno y es considerada la serie de "principios fundamentales" del club.
""Hace poco quisieron instalar una estación de policía dentro del estadio. Nos opusimos con fuerza. Somos una hinchada antisistema. Terminamos construyendo un museo", explicó Erik Hauth, hincha del St Pauli y quien escribe el blog en la página de los aficionados.
Y esa rebeldía se ha dado en otros aspectos que han hecho diferente al club alemán.
En 2002, por ejemplo, asumió como presidente de la institución Cornelius Littmann, un promotor de teatro que se ha declarado abiertamente gay.
"Fuimos de los primeros equipos en promover este tipo de acciones antirracistas y antihomofóbicas hace 25 años, algo que era y es totalmente inusual dentro del mundo del fútbol", le dijo a CNN Sven Brux, jefe de los hinchas del St Pauli.
Esa orientación ha decantado también en obras de caridad y asistencia: fue el primer club en organizar un torneo con refugiados y fue también sede del primer mundial de países no reconocidos por la FIFA en 2010.
También ha impulsado proyectos como el de la miel dentro del propio estadio Millerntor.
El año pasado comenzaron a comercializar la marca Ewaldbienenhonig, con la idea de que los vecinos del club se unan a la campaña y eso pueda ayudar a que florezca la población de abejas, que en Europa ha descendido un 30% en los últimos cinco años.
"Ojalá que este proyecto se convierta en algo comunitario, de los hinchas, y podamos ayudar a evitar que la población de abejas continúe descendiendo", explicó el director del club, Andreas Rettig.
Los bucaneros
En 2008, la cadena estadounidense declaró al FC St Pauli el equipo de fútbol más cool del planeta.
Pero "los hinchas del FC no actúan como gente cool, simplemente se comportan como hinchas de un equipo, con lo que han aprendido durante estos años", explicó Hesse.
Ese comportamiento los ha hecho famosos. Aunque el equipo referencia a un santo, su símbolo son los huesos y las calaveras bajo una bandera negra: el símbolo de los piratas. Los bucaneros, como les gusta llamarse.
"Los huesos son los símbolos de los pobres y nosotros representamos a ese grupo de personas que se opone a la opulencia de los clubes poderosos, como el Bayern de Múnich", señaló el representante de los hinchas.
Y la música ha tenido que ver con esa rebeldía ante los grandes. No sólo la escena punk, sino que también ya han adoptado dos canciones del rock como banda sonora de cada partido.
Cada vez que sale el equipo a la grama suenan los poderosos riffs de "Hells Bells" de AC/DC en el Millerntor, y cada vez que marca un gol se escucha el divertido ritmo de "Song 2", de la banda británica Blur.
Pero es la influencia de los hinchas los que se han opuesto a las recientes campañas de marketing del club, como ventas de camisetas y kits con el escudo del club, que le han generado ventas anuales cerca a los US$8 millones.
"St. Pauli es una forma de vida. No somos un club que quiere hacer dinero, simplemente amamos el futbol", explicó Daniel, un hincha del St Pauli en conversación con la cadena estadounidense.
Ese empeño ha inspirado actos de juego limpio dentro de la cancha, cómo no: en 2012, en un partido contra el Unión de Berlín, el por entonces delantero del club Marius Ebber marcó un gol en el que evidentemente había tocado la pelota con la mano.
El juez central y de línea dieron el gol como válido, a pesar de las protestas del equipo afectado. Entonces Ebber se acercó al juez y le dijo amablemente que él sí había golpeado el balón con la mano y que por tanto su anotación no era legal.
"Ese día metimos otro gol - legal, eso sí- y ganamos. Eso es St Pauli", declaró Brux.