Tradicionalmente celebrado en Nicaragua como el Día de la Madre, desde hace dos años el 30 de mayo también remite a uno de los capítulos más oscuros de la historia reciente de esa nación centroamericana.

Sacudido por protestas desde hacía poco más de un mes, el país vio ese día como una gigantesca marcha antigubernamental convocada en la capital, Managua, terminaba bañada de sangre.

Yo estaba ahí: BBC Mundo me había enviado a cubrir lo que terminaría convirtiéndose en un verdadero levantamiento popular contra el gobierno del presidente Daniel Ortega.

Y mi cuenta de Twitter todavía da cuenta de mis esfuerzos por cubrir tanto la movilización opositora de ese día como el acto gubernamental que trataba de hacerle competencia. Y luego el caos.

"Mientras el presidente Ortega promete luchar por la paz, hay reportes de nuevos ataques de simpatizantes sandinista a los manifestantes que exigen su salida", se lee en un trino publicado a las 4:29 pm de ese 30 de mayo.

"Hay reportes de heridos de bala y heridos graves. Se escucha detonaciones y ráfagas de armas automáticas", dice el siguiente, publicado siete minutos más tarde.

Mi reporte en BBC Mundo -actualizado por última vez al día siguiente- da cuenta de una jornada sangrienta: 15 muertos y 199 heridos en todo el país, según el reporte de la entonces ministra de Salud.

Seis de esos muertos -y la mayoría de los heridos- como resultado de lo que pasaría a ser conocido como "la masacre del Día de las Madres".

#LaMadreDeTodasLasMarchas

La jornada, sin embargo, había empezado bajo buenos augurios.

Poco antes de mediodía, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos había anunciado que el gobierno había aceptado la creación de un Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) para identificar a los responsables por las muertos en las protestas, que para entonces ya sumaban 91.

Poco después a esa lista hubo que sumarles a dos simpatizantes sandinistas fallecidos luego de que una caravana que se dirigía a la actividad gubernamental convocada en la capital fuera atacada a balazos.

Pero, en Managua, las dos actividades del día, convocadas en puntos opuestos de la capital, transcurrían de manera pacífica.

Y, por su tamaño y talante, nada permitía prever un ataque contra #LaMadreDeTodasLasMarchas, como había sido bautizada la movilización opositora.

¿Qué se podía ganar agrediendo la marcha más grande de la historia de Nicaragua, y más cuando en la misma participaban familias enteras, incluyendo niños y ancianos?

¿Golpe de fuerza?

De hecho, el contraste entre la convocatoria de la marcha que exigía la salida de Ortega y lo poco concurrido del acto en apoyo del mandatario era tal que, a media tarde, yo estaba seguro que ese iba a ser el tema de mi crónica de la jornada.

"Hoy hay convocadas dos actividades que van a decir mucho del niel de apoyo del gobierno y de quienes exigen la salida del presidente Ortega. Y a las 3:00 pm la afluencia a la actividad gubernamental es bastante escasa", había empezado a adelantar por Twitter.

"El presidente Ortega es conocido por su impuntualidad e igual esto crece: todavía llega gente. Pero por el momento esto está lejos de ser un golpe de fuerza", advertía antes de abandonar esa concentración, dispuesto a conceder el beneficio de la duda.

Todavía recuerdo, sin embargo, lo primero que pensé al llegar a la otra marcha, sin duda la mayor que he visto nunca en tierras nicaragüenses: ¿cómo se va a sostener Ortega si esta es la correlación de fuerzas?

La respuesta llegaría poco después, en forma de balazos.

Muertes en vivo

Según el informe del GIEI -que tuvo que ser presentado en Washington, en diciembre de 2018, luego de que el gobierno nicaragüense decidiera expulsar al equipo de expertos- el primero de los muertos fue herido de bala "aproximadamente a las 16:00 horas".

"El niño Orlando Daniel Aguirre Córdoba, de 15 años de edad, recibió un disparo en el tórax frente al Estadio Nacional. Murió horas después en el Hospital Dr. Fernando Vélez Paiz", se lee en el documento.

"Más tarde, presumiblemente poco antes de las 17:00 horas, Maycol Cipriano González Hernández también sería herido en la zona próxima al Estadio. Falleció esa misma tarde en el Hospital Vivian Pellas", agrega el reporte, que establece que "una importante cantidad de personas fue herida de gravedad" en esa zona.

Habiendo llegado desde esa dirección poco antes de las 3:00 p, yo me había dedicado a remontar la marcha para darme una mejor idea de su tamaño, así que los reportes de los primeros disparos me encontraron bastante lejos del lugar del ataque.

Luego, con decenas de miles de asistentes tratando de alejarse lo más rápidamente posible del peligro, y el sonido de las detonaciones dejando constancia del mismo a medida que me acercaba, fueron las transmisiones en vivo de valerosos colegas las que me permitieron hacerme una idea de lo que estaba ocurriendo.

Sus imágenes y relatos daban muy buena cuenta de la confusión, la indignación y la zozobra generadas por nuevos ataques, como el que se produjo en las inmediaciones de la Universidad Nacional de Ingeniería poco después de las 17:20, que dejó otros tres muertos.

Y esas imágenes, junto con entrevistas a testigos, sirvieron luego para tratar de reconstruir, en caliente, lo ocurrido.

Policías y parapoliciales

Mi conclusión, en ese momento, fue que los primeros disparos se habían producido luego de que algunos manifestantes hubieran cruzado, sin saberlo, una línea de seguridad imaginaria trazada por elementos armados afines al gobierno.

Pero, como escribí entonces, los acontecimientos también abonaban al convencimiento de que el gobierno seguía "apostando por la violencia para tratar de acabar con el alzamiento y recuperar el control de las calles".

Justo unos días antes Amnistía Internacional había publicado un reporte en el que acusaba a las autoridades de "disparar a matar".

Y el GIEI encontró suficiente evidencia para afirmar que el ataque en las cercanías de la UNI -en el que perdieron la vida Jonathan Morazán Meza, Francisco Javier Reyes Zapata y Daniel Josías Reyes Rivera- había sido "perpetrado en forma directa por efectivos policiales y personas de civil que actuaron junto con ellos".

La muerte de estos tres manifestantes -los dos primeros por disparos en el cráneo, atribuibles a francotiradores, el último por un impacto en el abdomen- también es objeto de una detallada reconstrucción en video hecha por expertos estadounidenses y argentinos que será hecha pública este sábado, en ocasión del segundo aniversario de la matanza.

Para el video, SITU Research y el Equipo Argentino de Antropología Forense volcaron la información proveniente de cientos de testimonios, fotografías, videos y audios en una reconstrucción digital tridimensional que junto con el análisis balístico no parece dejar dudas sobre la responsabilidad de policías y fuerzas parapoliciales.

Y esa reconstrucción -que será presentada en un evento virtual organizado por la Asociación Madres de Abril y Ama y No Olvida - Museo de la Memoria, y transmitido en vivo por Facebook- es solo el primer ejemplo de un trabajo más amplio de colaboración con el GIEI.

"En un momento en que el gobierno nicaragüense niega la culpabilidad de las muertes de civiles; presenta a los manifestantes como terroristas; e instituye leyes de amnistía para proteger a la policía y a otros de la rendición de cuentas, es especialmente importante presentar y hacer públicas las evidencias del abusos por parte del estado", explican desde las organizaciones en un comunicado.

Esperando justicia

Efectivamente, dos años después, ya nadie espera que las autoridades nicaragüenses hagan un esfuerzo honesto por investigar y castigar a los responsables.

El día después de la matanza, sin embargo, el gobierno todavía insistía en que había que esperar las investigaciones del GIEI y prometía aceptar sus resultados.

Ese día yo dejé Nicaragua contando, en Twitter, que "nunca había visto a tanta gente llorar tanto" y advirtiendo, en BBC Mundo, que "la situación amenaza con empeorar en todos los planos".

"Al contrario de lo que dice su himno nacional, el suelo de Nicaragua se sigue tiñendo de sangre de hermanos", es de hecho la última línea de mi reporte sobre la masacre del Día de la Madres.

Y un mes y medio después regresaría al país para confirmarlo.

Para entonces, Nicaragua ya había sumado casi 200 muertos más al centenar con el que concluyó mayo de 2018, la gran mayoría también a manos de las fuerzas de seguridad y grupos de paramilitares afines al presidente Ortega.

Y con su ayuda el mandatario sí ha logrado cumplir algo que prometió aquel 30 de mayo.

"Aquí nos quedamos", dijo entonces.

Fue poco después que empezaran a sonar los disparos.

Publicidad