Los traumas de los niños refugiados
“Tenía muchísimo miedo en el barco. Llevaba a mi pequeño hermanito en brazos, ni siquiera lo solté cuando nos caímos al mar. Lo sujeté fuertemente mientras lloraba. Recé que Dios nos dejara entrar al paraíso. Pensé que íbamos a morir”, relata Farah, una niña de diez años que huyó de Siria junto con su familia.
“Durante nuestra huida tuvimos que permanecer cinco meses en un campamento de refugiados en Bulgaria. Fue horrible. Los vigilantes nos pegaban”, cuenta Namir, de 12 años. Antes de huir de Siria, vivía junto con su familia en Damasco. “En el camino a Alemania, atravesamos un bosque oscuro. Allí perdí mis zapatos, y mis pies sangraban a causa de las ramas y espinas. Mi padre me tuvo que cargar. Tenía hambre y sed”, prosigue.
Un tercio de los refugiados son niños
De acuerdo con el Gobierno alemán, un tercio de los refugiados que llegan a Alemania son menores de edad. Organizaciones de protección infantil como Save the Children temen que muchos niños y jóvenes refugiados hayan vivido experiencias brutales y traumatizantes – y solo muy pocos se atreven a hablar de ello.
En la ciudad de Ulm, el psicólogo Andreas Mattenschlager y su equipo ofrecen asistencia psicoterapéutica a niños refugiados traumatizados. Mattenschlager cuenta que estos necesitan sobre todo sentirse seguros. Si bien han escapado de la violencia y del sufrimiento, su situación sigue siendo catastrófica, señala.
La pérdida de la seguridad
“El hecho de que un niño se sienta seguro no depende de un determinado lugar, sino de su relación con sus padres”, explica el terapeuta de familia. Cuando los padres no pueden proteger a sus hijos o se quedan atrás durante la huida, los hijos pierden ese sentimiento de seguridad. El psicólogo también ha notado que los niños están bajo mucha presión por las altas expectativas de sus padres. “Estos han dejado todo atrás para que sus hijos puedan tener un futuro mejor. En Alemania, los niños tienen que funcionar, y no quieren decepcionar a sus padres”, dice Mattenschlager.
La guerra en sus países de origen y los meses de huida hacia Europa son una experiencia traumatizante para los niños. También la situación en los campamentos de refugiados, la discriminación y el aislamiento aumentan la presión psicológica, afirma Volker Mall, director del Centro Pediátrico de Múnich.
Para integrar mejor a los niños refugiados con trastorno por estrés postraumático y de adaptación en las escuelas y guarderías, es necesario ampliar rápidamente la oferta psicoterapéutica, dice Mall. “Nuestras estructuras son buenas. Tenemos instituciones que pueden hacerse cargo del problema, pero la tramitación de algunas solicitudes de asilo tarda años”, explica. Y es que, en Alemania, los seguros médicos solo pagan las terapias psicoterapéuticas cuando se cuenta con un permiso de permanencia. Para contrarrestar ese problema, Andreas Mattenschlager y su equipo ofrecen en Ulm consultas gratuitas a familias de refugiados.